Jorge Enrique Lage se está aproximando a los 35 años. Mala cosa para un escritor. Hasta los 35 se es “una joven promesa”. Entonces existe la posibilidad de becas para autores noveles, de concursos para inéditos o menores de 35, de entrar en las dichosas listas de los grandes novelistas del mañana. Luego, los escritores arriban a la “etapa del limbo”. Entre los 40 años y pasados los 60 (a veces hasta el acecho de la muerte), no se puede aspirar todavía al estatus de “vaca sagrada” ni a los premios más excelsos. Y en ese lapso de tiempo se es ya “demasiado madurito” para seguir arriesgando la firma en cualquier tipo de concurso. Para ese periodo, toca que el escritor haya entrado en una de estas dos categorías: escritor exitoso, perseguido por las hordas de lectores; o autor de culto, reservado para una legión de fans fervorosos.
¿Jorge Enrique Lage tendrá conciencia de este asunto? No lo sé. Tampoco voy a preguntárselo. Hablaremos de otras cuestiones… Que para seguirle la rima a la manía del escritor, voy a enumerarlas en lengua anglosajona.
QUESTION NUMBER EIGHT
—Delante de mí una persona criticó la entrevista que hizo el blog La Joven Cuba a Leonardo Padura, porque habían puesto al escritor a hablar de política y otros muchos temas más allá de la literatura que él hace. En el cuestionario que respondiste hace un par de años para ABC, también te interrogaban sobre asuntos ajenos a tus libros. ¿Qué opinas tú sobre si un escritor puede, o debe, hablar de cualquier tema o sólo circunscribirse al ámbito de la literatura?
—Es ingenuo pensar que a un escritor cubano no le van a preguntar de política. De hecho, decir en una entrevista “yo no hablo de política”, es ya un pronunciamiento político bastante serio, ¿no? Yo diría más: Si a un escritor en Cuba, hoy en día, no le preguntan de política, ¿de qué le van a preguntar? Es cierto que la mayoría no tiene nada interesante que decir (tampoco lo tienen en el supuesto ámbito incontaminado de la literatura), pero es que se trata del elefante —o mejor, el dinosaurio— en tu habitación: un asunto de aire y de espacio.
QUESTION NUMBER NINE
—No eres un reseñista asiduo; sin embargo, alguna que otra vez he leído acercamientos tuyos a libros de otros. Y me llama la atención, sobre todo de los que he leído en el boletín del Diario de Cuba, que sueles prestar ahí mucha más atención a los sucesos extraliterarios que rodean al libro, que al análisis estético del libro mismo. Luego, ¿qué es lo que te impulsa a escoger un libro de entre tantos para hacer comentario de este?
—No soy crítico literario. Lo que hago son apuntes de ideas que se me ocurren leyendo (a veces una sola página, o un artículo, o una nota de contraportada). Relacionar unas cosas con otras. Me interesan más esas relaciones, lo que puedo sacarle a una lectura, que la interioridad estética de los libros. Después trato de presentarlas de manera organizada e interesante para el lector, aunque por lo general no tengo idea de para qué lector.
QUESTION NUMBER TEN
—Mantengámonos fuera del corpus de los textos literarios pero sí en la periferia del ámbito literario… Gestión editorial, promoción, mercado, la invisibilidad del escritor cubano en los grandes circuitos de la crítica y las ventas: sobre estas cuestiones hoy parece tener todo el mundo algo que decir. ¿Qué reflexiones puede Lage aportar a la Suprema Corte, o el Circo Divino del Libro en Cuba?
—Creo que mientras en este país las editoriales y las revistas, la prensa, las instituciones culturales y la actividad pública del escritor, estén controladas e intervenidas totalmente por el Estado, no tiene sentido seguir machacando sobre el tema. Cuando esta situación cambie, cuando la vida literaria en Cuba sea también la vida de una sociedad más abierta y más libre, entonces podemos empezar a plantearnos estas cuestiones en serio. Pero por el momento, es uno de esos debates intelectuales cubanos que no le hablan a la realidad, más bien parecen tener lugar en una dimensión paralela. Recuerdo, no hace mucho, cuando todo el mundo discutía el problema de la crítica literaria. ¿No es un poco absurdo reflexionar sobre la crítica literaria en Cuba?
QUESTION NUMBER ELEVEN
—La vez anterior que te entrevisté, junto a otros escritores, allá por la Feria del Libro de 2007, recuerdo perfectamente tu queja por no hallar en las librerías cubanas los libros que quisieras leer. Lástima que esa parte se fue en las tijeras de la edición… Ahora, en nombre de Isliada y nuestro polémico gusto por las listas, te pido que menciones los diez primeros libros y/o autores que quisieras ver a tu alcance en un anaquel de la librería Fayad Jamís, en la habanera calle Obispo…
—Autores, pero sin orden de ninguna clase, improvisando: César Aira, Mario Bellatin, Thomas Pynchon, Eloy Fernández Porta, Álvaro Bisama, Robert Crumb, Víctor Pelevin, James Ellroy, Claudio Magris y Zadie Smith.
QUESTION NUMBER TWELVE
—Tus libros anteriores: Yo fui un adolescente ladrón de tumbas, Fragmentos encontrados en La Rampa, Los ojos de fuego verde, El color de la sangre diluida; y el reciente Vultureffect, son básicamente volúmenes de cuentos y todos están publicados en Cuba. En cambio, Carbono 14: una novela de culto está catalogada como novela y salió por Ediciones Altazor de Perú. Razón por la cual yo no he podido leerla aún. ¿Algún día la encontraré en una mesa de la Fayad Jamís? ¿Por qué no ha salido por alguna editorial del patio?
—Carbono 14 está en proceso editorial en Letras Cubanas. Espero que salga pronto.
QUESTION NUMBER THIRTEEN
—Tardíamente en comparación con otros productos culturales, pero a ritmo cada vez más acelerado, el libro está cayendo en las redes del mundo digital. ¿Eres como Vargas Llosa, de los que opina que el soporte electrónico afectará el contenido mismo de la literatura o, en cambio, miras con optimismo la era del Kindle y los formatos digitales? ¿Te lanzarías a difundir tu literatura a través de la autopublicación o de las editoriales alternativas que están proliferando en Internet?
—Me resulta difícil responder con seriedad. Nunca he tenido en mis manos un Kindle, y en mi accidentada experiencia con Internet, lo que más prolifera son esos mensajes del navegador que dicen “Connection time out”, “No se puede mostrar la página” y cosas parecidas. Y mientras el libro está cayendo en las redes del mundo digital, yo sigo esperando que aparezca en La Habana una librería decente. No me cabe duda de que los nuevos soportes están abriendo interesantes caminos para la literatura, pero como todavía tengo que salir de mi casa para enviar un correo electrónico, ya sabes, intento mantener mi optimismo ocupado en otras cosas.
QUESTION NUMBER FOURTEEN
—Por último, te pediré que hagas un ejercicio de imaginación similar al que empleaste en “Lost in translation” para injertar a un cubano como detective a sueldo de la mafia yakuza del Japón, y fantasees entonces sobre cuál es el futuro del escritor Jorge Enrique Lage, nacido en La Habana en 1979…
—Veamos. Estoy en un apartamento del Vedado, en un edificio tres o cuatro veces más alto que aquel que demolieron en Juan de los muertos porque no dejaba ver la puesta de sol. Es de noche. Una noche tan iluminada por los anuncios de neón que bien pudiera ser la noche de Shinjuku. Tocan a la puerta. La misteriosa dulzura del frío que se acepta, pienso de pronto, del frío en que se penetra por secreta vocación. Un hombre entra y me enseña una fotografía. Me dice su nombre. Me pide que la encuentre. Me dice que debo ir a buscarla unos años atrás, en los archivos abiertos de la Seguridad del Estado. Yo tomo la fotografía y la miro detenidamente. La miro a los ojos. Cuesta descifrar esa expresión. Va a ser un caso difícil, señor Bolaño, le digo, y después me siento a escribir.
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