Relatos Norteamericanos

El campanario

Herman Melville

Sumérgete en la obsesiva búsqueda de un hombre por conocer al misterioso relojero encargado de las campanas de una catedral en construcción. A través de una prosa exquisita, Herman Melville explora los temas de la soledad, la marginación y la crueldad humana en un relato que te mantendrá en vilo hasta el final. Descubre cómo la vida de un hombre solitario se entrelaza con la construcción del campanario y su imponente presencia en el horizonte de la ciudad. No te pierdas esta obra maestra de uno de los grandes escritores estadounidenses del siglo XIX.

La traída de aguas

E. L. Doctorow

"Yo estaba seguro de que se daba cuenta de mi cercanía. Más aún, hacía días que deducía yo de sus actos una loca intuición de cooperación, como si se hubiese lanzado a sus empresas en beneficio suyo y mío."

La serpiente del sueño

Robert E. Howard

"Faming se inclinaba hacia delante, agarrándose a los brazos de la silla, la cara extraña y pálida bajo la luz espectral; un fino hilo de sangre goteaba del labio en el que había clavado sus dientes. Asombrados, le miramos, y de pronto se agitó con una risa breve semejante a un bufido."
Mujer con pistola. Foto por Sofia Sforza en Unsplash

Los chantajistas no matan

Raymond Chandler

"Rhonda Farr era muy guapa. Para esta ocasión vestía toda de negro, excepto el cuello de piel blanca, ligero como la pelusa de cardo, de su abrigo de noche. Y exceptuando también una peluca blanca que pretendía servir de disfraz y le daba un aspecto de muchachita. Tenía los ojos azules como el aciano, y la clase de piel con la que sueñan los viejos libertinos."

El periodo azul de Daumier-Smith

J. D. Salinger

"Creo que fue lo de «compañero» lo que me molestó más. Sin tomarme siquiera el trabajo de inclinarme, o sea, de mantener por lo menos la conversación en el plano privado, de bon gout, en que él la había iniciado, le informé, en francés, que era un grosero, un estúpido, un imbécil prepotente, y que nunca sabría cuánto lo detestaba. Acto seguido, bastante satisfecho, me corrí hacia el interior del autobús."

Ángel Levine

Bernard Malamud

"El negro bajó el periódico y miró con expresión amable. “Buenas noches.” Parecía no estar seguro de sí mismo, como si hubiera entrado en la casa equivocada. Era un hombre grande, de estructura huesosa, la cabeza pesada cubierta por un sombrero hongo, que no hizo el intento de quitarse."

La carretera

Ray Bradbury

"Y entonces, de pronto, como si alguien hubiese dado una señal, llegaron los coches. Cientos de coches, miles de coches; pasaron y pasaron junto a él. Los coches, largos y negros, se dirigían hacia el norte, hacia los Estados Unidos, rugiendo, tomando las curvas a demasiada velocidad. Con un incesante ruido de cornetas y bocinas."

Historia de una hora

Kate Chopin

"Era una mujer joven, con un bello y calmado rostro y unas facciones que dejaban entrever contención e incluso cierto temperamento. Sin embargo, sus ojos carecían de brillo en aquellos momentos, su mirada clavada en la lejanía, en uno de aquellos retazos de cielo azulado."

Dulces para lo dulce

Robert Bloch

"—Mire, no hace mucho me dijo la niña que si su padre quería que fuese una bruja, lo sería… Y creo que si no juega ya conmigo, ni quiere hacerlo con nadie, es porque está convencida de que las brujas no juegan. El último Halloween me pidió una escoba…"

La legación extranjera

E. L. Doctorow

"Morgan se levantó más temprano que nunca para hacer su carrera matinal. Corrió y corrió por los kilómetros de calles de su barrio, moviendo los codos unánimemente de un lado al otro, y su aliento parecía de otro corredor que le fuese pisando los talones."

Las hermanas

Nathaniel Hawthorne

"Mientras esperaba la campanada que a medianoche la convertiría en miembro de la innumerable hermandad de los años pasados, se le acercó una joven doncella que venía andando ligera como de puntillas por la calle que lleva al depósito de ferrocarril. Evidentemente era forastera, y puede que hubiese llegado a la ciudad en el tren nocturno."

En el bosque de Villefère

Robert E. Howard

"Mis propios pensamientos serán mi perdición, si no tengo cuidado. ¿Qué hay en este bosque, excepto quizás las criaturas que merodean por él, ciervos y semejantes? ¡Bah, las estúpidas leyendas de esos aldeanos!"

El hijo de Désirée

Kate Chopin

"La joven madre se recuperaba lentamente y yacía recostada, entre muselinas y encajes, en un canapé. El bebé reposaba a su lado, todavía en sus brazos, donde se había dormido. La nodriza de piel cetrina estaba sentada frente a la ventana, abanicándose."

El racista

Isaac Asimov

"―Exactamente; y el corazón humano que tengo en el pecho ya está gastado a pesar de que no he cumplido todavía los sesenta años. Yo no quiero nada parecido a esto, muchas gracias. Yo quiero algo mejor."

La décima pista

Dashiell Hammett

"Muy lentamente se volvió hacia mí con el auricular aún en la mano. Tenía el rostro grisáceo y contraído en un gesto de angustia, los ojos abiertos de par en par por la sorpresa y la boca entreabierta."

El ladrón de Shady Hill

John Cheever

"Tenía muchos amigos, pero aunque mi vida dependiera de ello no podría pedirle a un hombre que me invitara a una copa y darle un sablazo de quinientos billetes; y yo necesitaba más. Lo peor de todo es que no había descrito la situación a mi mujer de una forma adecuada..."

El hombre de Cuero

E. L. Doctorow

No son nada nuevo, se puede leer sobre el Hombre de Cuero, por ejemplo, cuando hace cien años hacía su recorrido veraniego por Westchester, Connecticut, hasta los Berkshires, luego se le veía sentado junto al camino, se le entreveía por el bosque, tenía sus paradas, siempre las mismas...

Canción de amor no correspondido

John Cheever

Después de haber tratado a Joan Harris en Nueva York durante algunos años, Jack Lorey empezó a pensar en ella como en la Viuda. Joan siempre vestía de negro, y, por un peculiar desorden en su apartamento, Jack tenía siempre la impresión de que los empleados de la funeraria acababan de marcharse...

El ciego

Kate Chopin

Con una pequeña caja roja en una mano, un hombre caminaba lentamente por la calle. Su viejo sombrero de paja y su ropa descolorida daban la impresión de que la lluvia los había batido muchas veces, y las mismas veces el sol los había secado encima de él...

El artista de lo bello

Nathaniel Hawthorne

Un hombre viejo, con su hermosa hija al brazo, paseaba por la calle, y emergió de la penumbra del nublado atardecer a la luz que iluminaba el pavimento, procedente del escaparate de una pequeña tienda. Era un escaparate saledizo; y en su interior había colgados una gran variedad de relojes, baratos, de plata, y uno o dos de oro, todos con sus esferas vueltas de espaldas a la calle, como si se negaran groseramente a informar a los transeúntes de la hora que era...