El hurto
Francisco Pi y Margall
—¿Qué ocurre? —Acaban de robarme una boquilla de ámbar que tenía sobre la mesa. —¿Conoces al ladrón? —Debió de ser uno que me refirió hace poco la mar de desventuras y terminó por pedirme una limosna. —¿Se la diste?...
Tarde y crepúsculo
Julián Ayesta
Y marchamos juntos, llenos de amor, hacia los grandes países de la Tarde. El sol –¡el Sol!– roncaba sobre los manzanos y los prados estaban llenos de manchas de luz. Y había también bosques de eucaliptus negros y azulados...
Juana y Juanita
Azorín
"¿Cómo es Juanita? ¿Dónde vive? ¿Qué hace? ¿En qué vieja y noble ciudad andaluza tiene su casa? Yo creo que la he visto en todas partes, a lo largo de mis viajes. Juanita es hija de Juana; a esta Juana nos ha contado el querido maestro Valera que sus convecinos, por sobrenombre, la llaman La Larga..."
El amor y la muerte
Vicente Blasco Ibáñez
"“Te amo más que a mi vida”, dice el jovenzuelo, despreciando su existencia, apenas fórmula los primeros juramentos de amor. “¡Morir! ¡morir por ti!”, murmura el hombre junto a una oreja sonrosada, cuando, agotadas las frases de adoración, se esfuerza por concentrar en una definitiva y suprema frase todo su apasionamiento. “¡No volver a la vida! ¡Quedar así por siempre!”..."
La vaca adúltera
Wenceslao Fernández Flórez
"Más de una vez en mis viajes por Holanda, después de ver cómo avanzaban los dos brazos del dique que había de cerrar el Zuiderzée, condenado a desecación, o cómo crecían las ingentes paredes de una nueva esclusa, o cómo rodaban los quesos desde las orillas del canal de Alkamar, para amontonarse en las barcas panzudas y chatas, mi espíritu sentía la apetencia de otros temas..."
El loco de los relojes
José Echegaray
"En sus últimos días de libertad le dio por los relojes, y los paraba todos. Cuando veía un reloj andando (naturalmente, en la forma que andan los relojes), se ponía furioso. Quiso matar a su criado porque había dado cuerda al reloj del gabinete, llamando al fámulo a voz en grito asesino, traidor, endemoniado. Intervino el juez; intervinieron los médicos..."
Seguir de pobres
Ignacio Aldecoa
"Cinco hombres solos. Cinco que forman un puño de trabajo. Dos del noroeste: Zito Moraña y Amadeo, el buen Amadeo, al que le salen las barbas en el dorso de las manos, que se afeita con una hoz. Dos de la Castilla verde: San Juan y Conejo..."
El regreso
Carmen Laforet
"Julián no tenía derecho a tan caliente y cómoda Nochebuena, porque hacía bastantes años que en su casa esas fiestas carecían de significado. La pobre Herminia habría llevado, eso sí, unos turrones indefinibles, hechos de pasta de batata pintada de colores..."
El primer milagro
Azorín
"El pastor se ha retrasado un poco esta noche. El pastor regresa de los prados próximos al pueblo, todas las noches, poco antes de sentarse a la mesa el anciano. El pastor apacienta una punta de cabras y un hatillo de carneros..."
Abuelo y nieto
Miguel de Unamuno
"No conseguía acertar Pedro el porqué su padre se hubiera fijado en Tomasa de preferencia a todas las demás mozas del lugar, para elegirla por nuera. Porque era ella ceñuda y arisca, callandrona y reconcentrada, como si guardase un secreto..."
Compasión
Vicente Blasco Ibáñez
"Todos en el Círculo hablaban de la ruina de Sagreda con discreta compasión. ¡El pobre conde! ¡No caerle una herencia nueva! ¡No encontrar una millonaria americana que se prendase de su persona y sus títulos!… Había que hacer algo para salvarle..."
Conciencias cansadas
Pío Baroja
"Seguía andando al azar, cuando me llamó la atención el escaparate de una funeraria. Desde chico siento una gran aversión por esas tiendas, y, sin embargo, excitan mi curiosidad. Es un tráfico curioso el que se hace con los atavíos de la muerte, ¿verdad?..."
El buey de barro
José Echegaray
"Andaba por donde quería: por las que llamaremos calles de la aldea, jugando con otros chicos; por el campo, robando patatas, o berzas, o frutas, o lo que la estación daba de sí. Por el monte, trepando a los árboles para coger nidos, o durmiendo a su sombra. En cambio, por la noche nunca tenía donde dormir a cubierto..."
La fría mano del misterio
Wenceslao Fernández Flórez
"Y Osvina me lo había dicho todo. Habían evocado una vez el espíritu de su primer novio, aquel que murió una noche de tempestad, en las aguas alborotadas de la ría, cuando se obstinó en cruzar él solo de margen a margen para ver a la amada. Los marineros no quisieron partir y marchó él en la dorna, jurando por Dios que habría de llegar junto a Osvina. Murió.."
La despedida
Ignacio Aldecoa
"Cuando fue disminuyendo la velocidad del tren, la joven sentada junto a la ventanilla, en el sentido de la marcha, se levantó y alisó su falda y ajustó su faja con un rápido movimiento de las manos, balanceándose, y después se atusó el pelo de recién despertada, alborotado, mate y espartoso."
El asistente
Pedro Antonio de Alarcón
"Todos cuentan algo: hasta el más taciturno y desconfiado descubre el fondo de su alma. Los criados o mozos (según que sea en casa o en fonda) han abandonado el comedor. Ya no se habla de música, de política, de literatura, de religiones…"
La fraga de Cecebre
Wenceslao Fernández Flórez
"Todas las plantas del bosque comentaron al nuevo vecino y convinieron en que debía de tratarse de un ejemplar muy importante. Una zarza que se apresuró a enroscarse en él declaró que en su interior se escuchaban vibraciones, algo así como un timbre que sonase a gran distancia, como un temblor metálico del que no era capaz de dar una descripción más precisa porque no había oído nada semejante en los demás troncos a los que se había arrimado. Y esto aumentó el respeto en los otros árboles y el orgullo de tenerlo entre ellos."
Boroña
Leopoldo Alas (Clarín)
"«¡Comer boroña otra vez! ¡Comer boroña en Prendes, junto al llar, en la cocina de casa!» ¡Qué dicha representaba aquellos bocados ideales que se prometía! Significaba el poder comer boroña la salud recuperada, las fuerzas devueltas al miserable cuerpo, el estómago restaurado, el hígado en su sitio, la alegría de vivir, de respirar las brisas de su colina amada y de su bosque de la Voz."
Gualta
Javier Marías
"Se llamaba Xavier de Gualta, era catalán como su nombre indica, y trabajaba en la sede barcelonesa de la empresa en que trabajaba yo. La responsabilidad de su cargo (alta) era semejante a la del mío en la capital, y nos conocimos en Madrid con ocasión de una cena que iba a ser de negocios y también de fraternización, motivo por el cual acudimos acompañados de nuestras respectivas esposas."
La muerta
Carmen Laforet
"Había sentido a su muerta. La había sentido, allí, en el calado corredor de la casa, en el rayo de sol que por el ventanuco se colaba hasta los ladrillos rojos que pavimentaban el pasillo."