Relatos argentinos

El hombre muerto

Leopoldo Lugones

Descubre el sobrecogedor relato de un hombre que, tras sufrir una enfermedad que lo dejaba inconsciente a menudo, despierta un día convencido de que ha muerto. Nadie logra hacerle cambiar de opinión y vive atormentado durante treinta años en una aldea, deseando la muerte que no llega y sufriendo una sed de la nada insoportable. ¿Será capaz algún día de encontrar la paz que tanto anhela? Con un desenlace inesperado y escalofriante, este cuento de Leopoldo Lugones te mantendrá en vilo hasta la última palabra.

Conejo

Abelardo Castillo

"Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas."

El amigo (1808)

Manuel Mujica Lainez

"Una ráfaga de viento sube los escalones a galope, y el muchacho se dobla. Las pinceladas del candil bajo el cual se ha detenido muestran la lividez de sus pómulos y de sus ojeras."

Crepúsculo (1644)

Manuel Mujica Lainez

"Y las indias… En su estancia de San Bartolomé había una india más delicada, más sutil que las blancas. Millares de vacunos pueblan hoy esa heredad cordobesa de San Bartolomé. ¿Para qué los quiere, si todo se reduce a hacerse aire con el abanico de su mujer y a soñar?"

Cuentos para tahúres

Rodolfo Walsh

"El montoncito de las apuestas fue creciendo: había billetes de todos tamaños y hasta algunas monedas que puso uno de los de afuera. Flores parecía vacilar. Por fin largó los dados. Pereyra no los miraba. Tenía siempre los ojos en las manos de Flores..."

A propósito de un olor

Adolfo Bioy Casares

En la noche del jueves el profesor Roberto Ravenna suspiró varias veces, pero a la una de la madrugada lanzó un quejido. Después de leer el último trabajo había encontrado, en la maraña de su mesa, una pila con otros diez...

El vendedor de estatuas

Silvina Ocampo

Para llegar hasta el comedor, había que atravesar hileras de puertas que daban sobre un corredor estrechísimo y frío, con paredes recubiertas de algunas plantas verdes que encuadraban la puerta del excusado...

El escuerzo

Leopoldo Lugones

Un día de tantos, jugando en la quinta de la casa donde habitaba la familia, me di con un pequeño sapo que, en vez de huir como sus congéneres más corpulentos, se hinchó extraordinariamente bajo mis pedradas. Tenía horror a los sapos y era mi diversión aplastar cuantos podía...

Acuérdate de Azerbaijan

Roberto Arlt

Los dos mahometanos se detuvieron para dejar paso a la procesión budista. Con un paraguas abierto sobre su cabeza delante de un palanquín dorado, marchaba un devoto...

Nocturno

Ricardo Güiraldes

La amenaza había quedado en Roberto como un presagio de desgracia. -Sí, humílleme; pero algún día, si Dios quiere, nos hemos de encontrar cara a cara. Bah, no era el primer caso… fanfarronadas de paisano...
Abuela

Abuela Julieta

Leopoldo Lugones

Cada vez más hundido en su misantropía, Emilio no conservaba ya más que una amistad: la de su tía la señora Olivia, vieja solterona como él, aunque veinte años mayor. Emilio tenía ya cincuenta años, lo cual quiere decir que la señora Olivia frisaba en los setenta...
Conversación

Conversación

Eduardo Mallea

Él no contestó, entraron en el bar. Él pidió un whisky con agua; ella pidió un whisky con agua. Él la miró; ella tenía un gorro de terciopelo negro apretándole la pequeña cabeza; sus ojos se abrían, oscuros, en una zona azul...
Pozo

El pozo

Ricardo Güiraldes

Sobre el brocal desdentado del viejo pozo, una cruz de palo roída por la carcoma miraba en el fondo su imagen simple. Toda una historia trágica...
El libro de arena - Jorge Luis Borges

El libro de arena

Jorge Luis Borges

A mis años —he nacido en 1899—, no puedo prometer ni prometerme sino esas pocas variaciones de la irreparable monotonía. Séame permitido, sin embargo, indicar alguna minucia. El libro incluye trece relatos. El número es casual o fatal —aquí las dos palabras son estrictamente sinónimas— y no mágico. Si de todos mis textos tuviera que rescatar uno solo, rescataría, creo, El Congreso, que es a la vez el más autobiográfico (el que prodiga más los recuerdos) y el más fantástico. No ocultaré tampoco mi preferencia por El libro de arena.
Isla de Fernando Poo

Accidentado paseo a Moka

Roberto Arlt

Cuando el “Caballo Verde” salió del puerto de Santa Isabel, el noble anciano, apoyado de codos en la pasarela del paquete, cargado de negros hediondos y pirámides de bananas, me dijo al mismo tiempo que miraba entristecido cómo la isla de Fernando Poo empequeñecía a la distancia:...
Hombre de Vitruvio, por Leonardo da Vinci

El descubrimiento de la circunferencia

Leopoldo Lugones

Clinio Malabar era un loco, cuya locura consistía en no adoptar una posición cualquiera, sentado, de pie o acostado, sin rodearse previamente de un círculo que trazaba con una tiza. Llevaba siempre una tiza consigo, que reemplazaba con un carbón cuando sus compañeros de manicomio se la sustraían, y con un palo si se hallaba en un sitio sin embaldosar...
Circe ofreciendo la copa a Odiseo. John William Waterhouse

Circe

Julio Cortázar

Porque ya no ha de importarle, pero esa vez le dolió la coincidencia de los chismes entrecortados, la cara servil de Madre Celeste contándole a tía Bebé la incrédula desazón en el gesto de su padre. Primero fue la de la casa de altos, su manera vacuna de girar despacio la cabeza, rumiando las palabras con delicia de bolo vegetal...
Cartas. Foto por Joanna Kosinska en Unsplash

Cartas de mamá

Julio Cortázar

Muy bien hubiera podido llamarse libertad condicional. Cada vez que la portera le entregaba un sobre, a Luis le bastaba reconocer la minúscula cara familiar de José de San Martín para comprender que otra vez más habría de franquear el puente...
Anciano. Foto por mari lezhava en Unsplash

El caso de los viejitos voladores

Adolfo Bioy Casares

Un diputado, que en estos años viajó con frecuencia al extranjero, pidió a la cámara que nombrara una comisión investigadora. El legislador había advertido, primero sin alegría, por último con alarma, que en aviones de diversas líneas cruzaba el espacio en todas direcciones, de modo casi continuo, un puñado de hombres muy viejos, poco menos que moribundos...
Fantasma. Foto por SHTTEFAN en Unsplash

Ser polvo

Santiago Dabove

"¡Inexorable severidad de las circunstancias! Los médicos que me atendían tuvieron que darme, a mis pedidos insistentes, a mis ruegos desesperados, varias inyecciones de morfina y otras sustancias para poner como un guante suave a la garra con que habitualmente me torturaba la implacable enfermedad: una atroz neuralgia del trigémino..."