Los amores amarillos
Tristan Corbière
Los amores amarillos es una colección de poemas del poeta francés Tristan Corbière, publicada en 1873. Se trata de una obra singular y original, que rompe con los cánones de la poesía romántica y anticipa el surrealismo y el simbolismo. Los poemas de Corbière son irónicos, sarcásticos, humorísticos y a veces grotescos. Reflejan su visión pesimista y desencantada de la vida, el amor, la sociedad y la literatura. El autor se burla de sí mismo, de sus fracasos sentimentales y de su condición de poeta maldito. Al mismo tiempo, expresa una profunda sensibilidad y una gran capacidad de observación de la naturaleza y de los seres humanos. Los amores amarillos se divide en cuatro partes: "Poemas parisienses", "Romances sin música", "Arietas olvidadas" y "Versos para ser cantados". Cada una de ellas tiene un tono y un estilo diferentes, que van desde la sátira social hasta el lirismo intimista. El título de la obra hace referencia al color amarillo, que simboliza la enfermedad, la decadencia, la melancolía y la muerte. Corbière…
Los Cantos de Maldoror
Conde de Lautréamont
En agosto de 1869 el editor belga Albert Lacroix imprime la primera edición de «Los cantos de Maldoror», una obra única e inclasificable, entre la confesión y la poesía en prosa, firmada por un tal Conde de Lautréamont. Pero Lacroix, temeroso de la censura debido a su contenido blasfemo, obsceno y provocador, decide finalmente no distribuirla a librerías. Los ejemplares, costeados por el misterioso Lautréamont seudónimo inspirado en un personaje de Eugène Sue, quedaron abandonados en los sótanos de una imprenta. Años después se supo que quien estaba detrás de tan sonoro «nombre de guerra» era Isidore Ducasse, un joven de veintitrés años, hijo de un diplomático francés y nacido en Montevideo, que había muerto de tuberculosis tan solo un año después. «Era un joven alto y moreno, imberbe, nervioso, ordenado y trabajador. Sólo escribía de noche, sentado ante su piano. Declamaba, forjaba sus frases, subrayando sus prosopopeyas con acordes» recuerda su primer editor. Tuvieron que pasar veinte años hasta que la obra despertó de su letargo y vio finalmente…
Una temporada en el infierno
Arthur Rimbaud
Salvo alguna excepción, escasos son los poetas que como Arthur Rimbaud (Francia, 1854-1891) se atreven a cruzar el límite de la cordura y abrazar el lado salvaje de la creación. Así, su imagen de poeta-niño se asocia indisolublemente con el del furioso iconoclasta, el ángel exterminador. Una temporada en el infierno es una composición de ruptura: el adolescente incomprendido y excesivo se debate entre su pasión y su vieja conciencia religiosa; poesía y vida están ferozmente entrelazadas. Rimbaud pertenece a la clase de los brujos y los exiliados; es un vagabundo, un marginal, un «negro». Es decir, se sabe irrecuperable.
Las flores del mal
Charles Baudelaire
Los poemas de Las flores del mal despliegan una arquitectura verbal resplandeciente mientras nos introducen en el lado más oscuro de la naturaleza humana, esa raíz maldita que, según Baudelaire, nos alimenta a todos. Desde su primera edición en 1857, este libro «maldito» —ahora nuevamente traducido por el poeta Pedro Provencio— ejerció una enorme influencia en la poesía posromántica y, hasta bien entrado el siglo XX, su trascendencia es equiparable a la del Cancionero de Petrarca en el Renacimiento.