Cuentos realistas

Cuento de carnaval

Rómulo Gallegos

La algarada de las primeras comparsas empezaba a turbar la nocturna quietud de la parroquia, ya se oía el tintineo de los cascabeles en los arneses de los coches, y los chicos del vecindario ululaban sin cesar a los primeros diablos...

Un cuento de reyes

Ignacio Aldecoa

El ojo del negro es el objetivo de una máquina fotográfica. El hambre del negro es un escorpioncito negro con los pedipalpos mutilados. El negro Omicrón Rodríguez silba por la calle, hace el visaje de retratar a una pareja, siente un pinchazo doloroso en el estómago...

Un par de medias de seda

Kate Chopin

La pequeña señora Sommers se encontró inesperadamente un día con que era la feliz poseedora de quince dólares. Para ella esa era una gran suma de dinero y la manera en que abultaba su viejo y gastado porte-monnaie la hacía sentirse importante como no se había sentido en años...

El lujo

Vicente Blasco Ibáñez

La tenía sobre mis rodillas dijo el amigo Martínez, y comenzaba a fatigarme la tibia pesadez de su cuerpo de buena moza...

Don Pietro

Cesare Pavese

En vez de eso encontré la casa iluminada y la mesa puesta en la sala, y mamá y don Pietro hablando de mí. Hacía quince años que no venía por casa y de momento no lo reconocí, pero él enseguida me habló de una tal Ninina, de quien parece que yo estaba enamorado en sus tiempos...

Cuento blanco

Manuel Díaz Rodríguez

La abuela estaba muy pálida y triste. Una fiebre sorda minaba su vida y hacía brillar extrañamente sus ojos bajo los cabellos albos. Reclinada en el cómodo sillón de respaldo muelle, veía hacia el patio lleno de luz, por donde se desparramaba en risas, charlas y juegos locos la fresca alegría de los nietos. Algunos […]

Seguir de pobres

Ignacio Aldecoa

"Cinco hombres solos. Cinco que forman un puño de trabajo. Dos del noroeste: Zito Moraña y Amadeo, el buen Amadeo, al que le salen las barbas en el dorso de las manos, que se afeita con una hoz. Dos de la Castilla verde: San Juan y Conejo..."

Lilas

Kate Chopin

"Unas cabezas de cofias blancas aparecieron de repente en las ventanas; ella les hizo un saludo con el quitasol y el ramo de lilas. Sor Marceline y Sor Marie Anne aparecieron, revueltas y expectantes en la entrada..."

El regreso

Carmen Laforet

"Julián no tenía derecho a tan caliente y cómoda Nochebuena, porque hacía bastantes años que en su casa esas fiestas carecían de significado. La pobre Herminia habría llevado, eso sí, unos turrones indefinibles, hechos de pasta de batata pintada de colores..."

Reloj sin dueño

José López Portillo y Rojas

"Tan pronto como Zendejas se vio en la alcoba, cerró la puerta y la ventana para evitar que la luz y el ruido le molestasen; despojose del jaquet y del chaleco, puso el reloj sobre la mesa de noche para consultarle de tiempo en tiempo y no dormir demasiado..."

La despedida

Ignacio Aldecoa

"Cuando fue disminuyendo la velocidad del tren, la joven sentada junto a la ventanilla, en el sentido de la marcha, se levantó y alisó su falda y ajustó su faja con un rápido movimiento de las manos, balanceándose, y después se atusó el pelo de recién despertada, alborotado, mate y espartoso."

La tormenta

Kate Chopin

"La lluvia golpeaba sobre el bajo tejado de pizarra con tal fuerza y repiqueteo que amenazaba con abrir una brecha e inundarlos allí mismo. Estaban en el comedor -la sala de estar- el sitio de todo uso. Colindante se hallaba su dormitorio, con el lecho de Bibi junto al suyo. La puerta estaba abierta y la habitación con su monumental cama blanca, sus contraventanas cerradas, tenía una apariencia oscura y misteriosa."

La muerta

Carmen Laforet

"Había sentido a su muerta. La había sentido, allí, en el calado corredor de la casa, en el rayo de sol que por el ventanuco se colaba hasta los ladrillos rojos que pavimentaban el pasillo."

Al colegio

Carmen Laforet

Vamos cogidas de la mano en la mañana. Hace fresco, el aire está sucio de niebla. Las calles están húmedas. Es muy temprano. Yo me he quitado el guante para sentir la mano de la niña en mi mano, y me es infinitamente tierno este contacto, tan agradable, tan amical, que la estrecho un poquito emocionada...

Canción de amor no correspondido

John Cheever

Después de haber tratado a Joan Harris en Nueva York durante algunos años, Jack Lorey empezó a pensar en ella como en la Viuda. Joan siempre vestía de negro, y, por un peculiar desorden en su apartamento, Jack tenía siempre la impresión de que los empleados de la funeraria acababan de marcharse...
Campo soleado. Foto por Philipp Reiner en Unsplash

Tandy

Sherwood Anderson

¿Qué harías si un desconocido te pusiera un nombre y te dijera que debes ser una persona especial? Eso le ocurre a Tandy, una niña que vive con su padre agnóstico en un pueblo aislado. El nombre y las palabras del forastero la acompañarán toda su vida, mientras intenta encontrar su lugar y su propósito en un mundo que parece no tener sentido. Tandy es uno de los cuentos más conmovedores de Sherwood Anderson, el maestro del relato breve americano. Un cuento que explora los temas de la soledad, la fe y el destino con una prosa sencilla y profunda.
El Valle de México desde el cerro de Tenayo

El hombre

Juan Rulfo

"Los pies del hombre se hundieron en la arena dejando una huella sin forma, como si fuera la pezuña de algún animal. Treparon sobre las piedras, engarruñándose al sentir la inclinación de la subida; luego caminaron hacia arriba, buscando el horizonte..."
Tarde de verano en un lago, por Jean-Léon Gérôme

Laguna

Manuel Rojas

De aquella época de mi vida, ningún recuerdo se destaca tan nítidamente en mi memoria y con tantos relieves como el de aquel hombre que encontré en mis correrías por el mundo, mientras hacía mi aprendizaje de hombre...
Obispo Altobello Averoldo, por Francesco Raibolini

El viejo señor obispo

Augusto Roa Bastos

"El viento de ese frío anochecer de julio ululaba en el agujero del techo de la sala donde faltaban varias tejas. La señorita Teresa no pudo percibir otro sonido. Pensó que su hermano dormía profundamente. Pero el otro pensamiento que sentía en el corazón como una puntada volvió a hacerle bajar los párpados. «Somos un grano de polvo en el dorso de tu mano, Dios mío…»"
León. Foto por Matthew Kerslake en Unsplash

La breve vida feliz de Francis Macomber

Ernest Hemingway

"Al caer la tarde Wilson y Macomber salieron en el vehículo con el conductor nativo y dos porteadores de armas. La señora Macomber se quedó en el campamento. Hacía demasiado calor para salir, dijo, ya los acompañaría por la mañana temprano..."