La agonía de Rasu-Ñiti
José María Arguedas
Se puso el pantalón de terciopelo, apoyándose en la escalera y en los hombros de su mujer. Se calzó las zapatillas. Se puso el tapabala y la montera. El tapabala estaba adornado con hilos de oro. Sobre las inmensas faldas de la montera, entre cintas labradas, brillaban espejos en forma de estrella. Hacia atrás, sobre la espalda del bailarín, caía desde el sombrero una rama de cintas de varios colores...
La muerte de los Arango
José María Arguedas
Los indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos; y muchas veces los brazos del cadáver sobresalían por los bordes. Nosotros los contemplábamos hasta que el cortejo se perdía en la esquina. Las mujeres iban llorando a gritos; cantaban en falsete el ayataki, el canto de los muertos...
El barranco
José María Arguedas
Las mulas se animaron en el camino, sacudiendo sus cabezas; resoplando las narices, entraron a carrera en la quebrada, las madrineras atropellaron por delante. Atorándose con el polvo, los becerritos se arrimaron al cerro, algunos pudieron volverse y corrieron entre la piara...
El sueño del Pongo
José María Arguedas
El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. "Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza", había dicho la mestiza cocinera, viéndolo...
La primera nevada
Julio Ramón Ribeyro
Brindarle su cama a un vagabundo es un signo de claudicación. A partir de ese día Torroba reinó plenamente en mi cuarto. Daba la impresión de ser él el ocupante y yo el durmiente clandestino. Muchas veces, al regresar de la calle, lo encontré metido en mi cama, leyendo y subrayando mis libros, comiendo mi pan y llenando las sábanas de migajas. Se tomó incluso libertades sorprendentes, como usar mi ropa interior y pintarle antojos a mis delicadas reproducciones de Botticelli...
El último dinosaurio vivo
Erick Rony Vásquez Guevara
Breve antología de minificciones del autor peruano que dirige la revista Plesiosaurio…
El banquete
Julio Ramón Ribeyro
Con dos meses de anticipación, don Fernando Pasamano había preparado los pormenores de este magno suceso. En primer término, su residencia hubo de sufrir una transformación general. Como se trataba de un caserón antiguo, fue necesario echar abajo algunos muros, agrandar las ventanas, cambiar la madera de los pisos y pintar de nuevo todas las paredes...
Cuentos malévolos
Clemente Palma
Con Cuentos malévolos, Clemente Palma instaura el cuento moderno como género propiamente definido en Perú; y no solo se convierte en el fundador de este género, sino que instaura la modalidad fantástica en su tradición literaria. El crítico y también narrador Ricardo Sumalavia explica que los ‘Cuentos malévolos’ son mucho más que simples imitaciones de los relatos de Poe. Escritos con «léxico sonoro e imágenes sugerentes», estos cuentos giran en torno a la muerte («un medio de liberación, una huida del tedio y del desencanto») y sus protagonistas siempre procuran «la restitución del ideal estético de la belleza», aunque eso los conduzca hacia lo fantástico, grotesco, o a las peores manifestaciones del mal. “Los ojos de Lina” y “La granja blanca”, los más conocidos cuentos del libro, son historias de pasiones amorosas que, llevadas al límite, alcanzan extremos de crueldad y horror.
Novelas y cuentos completos
César Vallejo
La obra narrativa de César Vallejo no transita por un solo camino creativo. Las potentes huellas literarias del contexto nacional y mundial se ven debilitadas ante el discurrir simultáneo de varios cauces expresivos y comunicativos propios, que le permiten sumergirse en los problemas de su tiempo, tanto por medio de la ficción realista como por el lado del relato fantástico, con logros todavía incomprendidos o poco estudiados en nuestro medio. Este libro de Vallejo, además de motivar la investigación por los múltiples aspectos sin desentrañar, permite afinar el gusto por el manejo de la palabra escrita, elevar la sensibilidad social y disfrutar del vuelo de la fantasía narrativa.