El sofá
Maeve Brennan
El nuevo sofá iba a llegar aquel día, martes, pero los de la tienda no habían dado una hora precisa, solo habían dicho: “En algún momento del día”. La señora Bagot se había puesto tan contenta cuando le dijeron que el sofá llegaba el martes a su casa que había olvidado preguntar si sería por la mañana o por la tarde...
El diablo que nos habita
Maeve Brennan
Me acercaba sin sobresaltos al final de mis trece años cuando una pregunta incontestable que aún ahora vuelve a veces a desconcertarme vino a romper toda mi placidez. Estaba en un internado en Kilcullen, un pueblo del condado de Kildare...
El día en que nos vengamos
Maeve Brennan
Una tarde, unos hombres poco amistosos, vestidos de civiles y pertrechados con revólveres, vinieron a nuestra casa buscando a mi padre, o buscando información sobre él. Esto ocurrió en Dublín, en 1922. El tratado con Inglaterra, que convertía a Irlanda en el Estado Libre Irlandés, acababa de firmarse...
El huracán
Lord Dunsany
Me encontraba una noche solo en la gran colina contemplando una lúgubre y tétrica ciudad. Durante todo el día había perturbado el cielo sagrado con su humareda y ahora estaba bramando a distancia y me miraba colérica con sus hornos y con las ventanas iluminadas de sus fábricas...
Caronte
Lord Dunsany
Caronte se inclinó hacia delante y remó. Todas las cosas eran una con su cansancio. Para él no era una cosa de años o de siglos, sino de ilimitados flujos de tiempo, y una antigua pesadez y un dolor en los brazos que se habían convertido en parte de un esquema creado por los dioses y en un pedazo de Eternidad...
En tierra baldía
Lord Dunsany
Sobre los marjales descendía la noche espléndida con todas sus bandadas errantes de estrellas nómadas y todo su ejército de estrellas fijas que titilaban y vigilaban...
El huésped de Drácula
Bram Stoker
"Y sacó su reloj, un grande y viejo instrumento alemán de plata, tan grande como un nabo, y lo contempló, con las cejas juntas y un pequeño e impaciente encogimiento de hombros. Me di cuenta de que aquella era su forma de protestar respetuosamente contra el innecesario retraso y me volví a recostar en el asiento, haciéndole señas de que prosiguiese."
En el valle de la sombra
Bram Stoker
El ama de llaves sonríe, y pienso que es una idea extraña. Entonces súbitamente se me ocurre que he dicho algo tonto, pero los rostros están todavía ahí. (Aún cuando me recuperé podía verlos bajo ciertas luces). Uno de los rostros me es familiar, y estoy justamente por preguntar cómo conocen al Fulano, cuando me dejan solo...
El Príncipe Feliz
Oscar Wilde
Los ojos del Príncipe Feliz estaban llenos de lágrimas, y las lágrimas le corrían por las áureas mejillas. Y tan bello se veía el rostro del Príncipe a la luz de la luna, que la golondrina se llenó de compasión...
El cumpleaños de la Infanta
Oscar Wilde
Triste y melancólico, el Rey observaba a los niños desde una ventana del palacio. Detrás de él estaba, de pie, su hermano, don Pedro de Aragón, a quién odiaba, y su confesor, el Gran Inquisidor de Granada, estaba sentado a su lado...
El gigante egoísta
Oscar Wilde
Cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el Invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer...
Los muertos
James Joyce
Lily, la hija del encargado, tenía los pies literalmente muertos. No había todavía acabado de hacer pasar a un invitado al cuarto de desahogo, detrás de la oficina de la planta baja, para ayudarlo a quitarse el abrigo, cuando de nuevo sonaba la quejumbrosa campana de la puerta y tenía que echar a correr por el zaguán vacío para dejar entrar a otro...
El fantasma de Canterville
Oscar Wilde
Cuando el señor Hiram B. Otis, el ministro de Estados Unidos, compró Canterville-Chase, todo el mundo le dijo que cometía una gran necedad, porque la finca estaba embrujada...