La señorita de compañía
Agatha Christie
-Ahora usted, doctor Lloyd -dijo la señorita Helier-, ¿no conoce alguna historia espeluznante? Le sonrió con aquella sonrisa que cada noche embrujaba al público que acudía al teatro. Jane Helier era considerada la mujer más hermosa de Inglaterra y algunas de sus compañeras de profesión...
El árbol del orgullo
G. K. Chesterton
Si bajan a la Costa de Berbería, donde se estrecha la última cuña de los bosques entre el desierto y el gran mar sin mareas, oirán una extraña leyenda sobre un santo de los siglos oscuros. Ahí, en el límite crepuscular del continente oscuro, perduran los siglos oscuros...
En la muralla
Rudyard Kipling
La joven Lalun pertenece a la más antigua de las profesiones. Su verdadera abuela fue Lilith, aquella que, como lo sabe todo el mundo, vivió antes que Eva. Los occidentales dicen cosas muy rudas acerca de la profesión de Lalun, y dan conferencias, y escriben folletos, y distribuyen esos folletos entre los jóvenes para que la santa moral quede incólume...
Fard
Aldous Huxley
Llevaban discutiendo y peleando casi tres cuartos de hora. El rumor inarticulado de las voces llegaba flotando por el pasillo desde el otro extremo del piso. Encorvada sobre su costura, Sophie se preguntaba, sin especial curiosidad, acerca de qué sería esta pelea...
La muñeca de modista
Agatha Christie
La muñeca descansaba en la gran silla tapizada de terciopelo. No había mucha luz en la estancia, pues el cielo de Londres aparecía oscuro. En la suave y gris penumbra se mezclaban los verdes de las cortinas, tapices, tapetes y alfombras. La muñeca, cuya cara semejaba una mascarilla pintada, yacía sobre sus ropas y gorrito de terciopelo verde...
Hubert y Minnie
Aldous Huxley
Para Hubert Lapell era extremadamente importante aquel primer amor. «Importante» fue la palabra que empleó al escribir sobre él en su Diario. Era un acontecimiento de su vida, un verdadero acontecimiento por fin. Marcaba como un hito un punto crítico de su desarrollo espiritual...
Ellos
Rudyard Kipling
Un paisaje me llevaba a otro; la cima de una colina, a otra cercana, en la mitad del Condado, y ya que no podía hacer otra cosa que mover una palanca, dejé que el Condado corriera bajo mis ruedas. Las amplias llanuras salpicadas de árboles frutales, en el este, dejaron paso al tomillo, a los acebos y a las hierbas grises de los montes Downs...
El bolso de viaje
Graham Greene
El hombrecito que se acercó al mostrador de información en el aeropuerto de Niza cuando llamaron a “Henry Cooper, pasajero del vuelo a Londres número 105 de BE A” parecía una sombra proyectada por el brillante resplandor del sol. Llevaba un traje gris y zapatos negros...
Cada cual
Doris Lessing
—Me imagino que tu hermano también vendrá hoy. —Podría ser. Le daba la espalda, ufano, mientras se ajustaba la corbata y el cuello de la camisa y se acariciaba la barbilla para comprobar el afeitado. Solo entonces, después de haber recurrido a todos los pretextos...
Dos personas delicadas
Graham Greene
Estaban sentados en silencio en un banco del Pare Monceau. Era una prometedora tarde de principios de verano. Una brisa ligera empujaba algunas nubecillas blancas en el cielo. En cualquier momento soplaría el viento y el cielo quedaría totalmente limpio y azul...
El elemento humano
W. Somerset Maugham
Siempre he ido a Roma en pleno verano. En los meses de agosto y septiembre, de paso para un sitio u otro, me quedo un par de días en la ciudad y vuelvo a ver lugares y cuadros a los que van asociados gratos recuerdos de mi vida. En tal época del año hace mucho calor y los habitantes de Roma pasan el interminable día paseándose de un extremo a otro del Corso...
Alpiste para codornices
SAKI
Las perspectivas para nosotras las empresas más pequeñas no son buenas -dijo el señor Scarrick al artista y a su hermana, que alquilaban el piso encima de su tienda de comestibles en las afueras-. Las grandes empresas ofrecen todo tipo de atracciones a sus clientes, y no nos alcanza el dinero para hacer eso...
Transición
Algernon Blackwood
John Mudbury regresaba de sus compras con los brazos llenos de regalos navideños. Eran las siete pasadas y las calles estaban atestadas de gente. Era un hombre corriente, vivía en un piso corriente de las afueras, con una mujer corriente y unos hijos corrientes...
Lunes o martes
Virginia Woolf
Perezosa e indiferente, sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda...
Del otro lado del puente
Graham Greene
—Dicen que tiene un millón —dijo Lucía. Él estaba sentado en la húmeda y caldeada plazuela mexicana, un perro a sus pies y un aire de enorme y desdichada paciencia. El perro llamaba la atención de inmediato; era casi casi un perdiguero inglés, solo que algo no había ido del todo bien con la cola y el pelambre...
El manzano
Daphne du Maurier
La primera vez que se fijó en el manzano fue tres meses después de la muerte de ella. Sabía, naturalmente, que estaba allí, junto con los demás que subían por la verde ladera que se extendía frente a la casa...
El lagarto hipotético
Alan Moore
La mitad de su cara era de porcelana. Sentada en su balcón, masticando con aire ausente las anémicas flores azules que había arrancado de la jardinera que tenía en la ventana, Som-Som observaba el patio de la Casa Sin Relojes...
La transformación
Mary W. Shelley
He oído decir que cuando alguna aventura extraña, sobrenatural y de carácter necromántico le ha sucedido a algún ser humano, dicho ser, no importa el deseo que tenga de ocultarlo, en ciertos periodos se siente destrozado como por un terremoto intelectual y se ve forzado a desnudar sus profundidades interiores a otra persona...
Monte Veritá
Daphne du Maurier
"Después me dijeron que no habían encontrado nada. Ni el menor rastro de nadie, ni vivo ni muerto. Enloquecidos por la ira, y yo creo que por el miedo, habían conseguido irrumpir por fin entre aquellos muros prohibidos..."
La marca en la pared
Virginia Woolf
"Pero en cuanto a la marca, no estoy segura; no creo que haya sido provocada por un clavo después de todo. Es demasiado grande, demasiado redonda. Debería levantarme, pero si lo hago y la miro, apuesto diez a uno que no sabría decirlo, pues cuando algo está hecho, nunca nadie sabe cómo sucedió..."