La tortuga gigante
Horacio Quiroga
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día...
La niña de los tres maridos
Fernán Caballero
Había un padre que tenía una hija muy hermosa, pero muy voluntariosa y terca. Se presentaron tres novios a cual más apuestos, que le pidieron su hija; él contestó que los tres tenían su beneplácito, y que preguntaría a su hija a cuál de ellos prefería...
La hormiguita
Fernán Caballero
Había vez y vez una hormiguita tan primorosa, tan concertada, tan hacendosa, que era un encanto. Un día que estaba barriendo la puerta de su casa, se halló un ochavito...
El buey de barro
José Echegaray
"Andaba por donde quería: por las que llamaremos calles de la aldea, jugando con otros chicos; por el campo, robando patatas, o berzas, o frutas, o lo que la estación daba de sí. Por el monte, trepando a los árboles para coger nidos, o durmiendo a su sombra. En cambio, por la noche nunca tenía donde dormir a cubierto..."
El lobo bobo y la zorra astuta
Fernán Caballero
"Accedió el lobo, y la zorra, en lugar de ir al bautismo, se metió en casa del lobo, se comió una buena parte de la miel, cogió nueces, avellanas, higos, peras, almendras y cuanto pudo rapiñar, y se fue al campo a comérselos alegremente con unos pastores, que en cambio le dieron leche y queso."
El Carlanco
Fernán Caballero
"Y cate usted ahí que llaman a la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice: ¡Abrid, que soy el Carlanco! Que montes y peñas arranco."
El mechero
Hans Christian Andersen
"—Coger dinero —dijo la bruja—. Mira, al llegar al fondo del árbol, te encontrarás en un pasillo muy grande y muy iluminado, pues en él lucen centenares de lámparas. Verás tres puertas, fáciles de abrir, porque cada una tiene la llave puesta."
El abeto
Hans Christian Andersen
"¡Ay!, ¿por qué no he de ser yo tan alto como los demás? —suspiraba el arbolillo—. Podría desplegar las ramas todo en derredor y mirar el ancho mundo desde la copa. Los pájaros harían sus nidos entre mis ramas, y cuando soplara el viento, podría mecerlas e inclinarlas con la distinción y elegancia de los otros."
El cascanueces y el rey de los ratones
E.T.A. Hoffmann
"Me dirijo a ti, amable lector u oyente, ya te llames Fritz, Theodor, Ernst, o como quieras llamarte, y te ruego que recuerdes con la mayor viveza posible tu última mesa de Navidad cubierta de bellos y multicolores regalos, así también podrás imaginarte cómo se quedaron estáticos y mudos los niños y cómo..."
El muñeco de nieve
Hans Christian Andersen
«No lo entiendo -dijo para sí el hombre de nieve-, pero tengo el presentimiento de que insinúa algo desagradable. Algo me dice que aquel que me miraba tan fijamente y se marchó, al que él llama Sol, no es un amigo de quien pueda fiarme».
La niña de los fósforos
Hans Christian Andersen
"Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante."
El hombre de jengibre
Anónimo
"Érase una vez, una mujer viejecita que vivía en una casita vieja en la cima de una colina, rodeada de huertas doradas, bosques y arroyos. A la vieja le encantaba hornear, y un día de Navidad decidió hacer un hombre de jengibre."
El cangrejo volador
Onelio Jorge Cardoso
Había una vez un cangrejito nuevo que estaba haciendo un hueco profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma torcaza a darle conversación...
Benibaire
Fernán Caballero
Había una vez tres cabritas muy pobrecitas, y la mayor dijo: -¿Qué haremos? La segunda contestó: -No lo sé. Y la tercera dijo:...
El joven rey
Oscar Wilde
Aquella noche, la víspera del día fijado para su coronación, el joven rey se hallaba solo, sentado en su espléndida cámara. Sus cortesanos se habían despedido todos, inclinando la cabeza hasta el suelo, según los usos ceremoniosos de la época, y se habían retirado al Gran Salón del Palacio para recibir las últimas lecciones del profesor de etiqueta, pues aún había entre ellos algunos que tenían modales rústicos, lo cual, apenas necesito decirlo, es gravísima falta en cortesanos...
Bella Flor
Fernán Caballero
Había una vez un padre que tenía dos hijos; el mayor le tocó la suerte de soldado, y fue a América, donde estuvo muchos años. Cuando volvió, su padre había muerto, y su hermano disfrutaba del caudal y se había puesto muy rico. Fuese a casa de este, y le encontró bajando la escalera...
El amigo fiel
Oscar Wilde
Una mañana, la vieja Rata de Agua sacó la cabeza fuera de su madriguera. Tenía los ojos claros, parecidos a dos gotas brillantes, unos bigotes grises muy tiesos y una cola larga, que parecía una larga cinta elástica negra...
Genoveva de Brabante
Christoph von Schmid
Genoveva, esposa del Conde Sigfrido, es acusada injustamente de adulterio. Tras ser condenada a muerte, salva milagrosamnete la vida y se ve forzada a retirarse a vivir en una cueva con su hijo recién nacido.
La Edad de Oro
José Martí
La Edad de Oro fue una revista mensual para los niños, del cubano José Martí. Mantiene su frescura, belleza y vigencia más de un siglo después, hablando a los niños en un lenguaje universal que no conoce tiempos ni distancias. La primera revista vio la luz en julio de 1889, durante la estancia de Martí en Nueva York para preparar la guerra que le daría la independencia a Cuba del colonialismo español, y en la que Martí perdería la vida. Realizando un esfuerzo sobrenatural entre tantas responsabilidades, Martí logró publicar 4 números de la revista.
Cuentos de hadas victorianos
AA.VV.
En "Cuentos de Hadas Victorianos", el lector se encuentra ante una exquisita joya de la literatura victoriana. Esta antología reúne algunas de las más admirables historias sobre hadas, duendes, gnomos y otras criaturas feéricas. Las hadas, nacidas de la fantasía, son también restos de antiguas divinidades y, sobre todo, reflejos del alma que dan nombre a las inquietudes de la infancia, esa misteriosa edad cuyos recuerdos aún agitan el espejo y mueven las cortinas del dormitorio. La colección incluye obras de destacados autores de la era victoriana, como John Ruskin, Lucy Lane Clifford, Mary de Morgan, Maggie Browne, Mark Lemon, George MacDonald y Christina Rossetti. Estos autores, a través de sus narraciones, lograron devolver a la literatura inglesa la sabiduría telúrica y animista que la cultura victoriana dominante a menudo despreciaba. Cada cuento está acompañado por ilustraciones de los mejores artistas de la época, lo que enriquece aún más la experiencia de lectura. Jonathan Cott, en su introducción, ofrece un estudio detallado de los cuentos desde una perspectiva histórica, explorando…