Niños en sus cumpleaños
Truman Capote
Ayer por la tarde, el autobús de las seis atropello a Miss Bobbit. No sé muy bien qué decir al respecto; a fin de cuentas, ella solo tenía diez años y sin embargo los de este pueblo no la olvidaremos. Y es que nunca hizo algo común y corriente, al menos no desde la primera vez que la vimos, y eso fue hace un año...
Miriam
Truman Capote
Desde hacía varios años la señora H. T. Miller vivía sola en un agradable apartamento (dos habitaciones y una cocina pequeña) de un viejo edificio de piedra recién rehabilitado, cerca del río Este...
Mi versión del asunto
Truman Capote
Sé lo que se dice de mí y es cosa suya si se ponen de mi parte o de la de ellos. Es mi palabra contra la de Eunice y la de Olivia-Ann. Cualquiera que tenga ojos para ver se da cuenta enseguida de quién es el que está en sus cabales...
En la antesala del paraíso
Truman Capote
"Dios, qué alivio saber que la lengua de la mujer estaba por fin callada. Pero este pensamiento, apaciguador como era, y aunque respaldado por visiones de su nuevo y silencioso apartamento de soltero, no reanimó la súbitamente sofocada sensación de inmortalidad, de alegría por estar vivo que el día había encendido más temprano..."
El halcón decapitado
Truman Capote
"Se llevó un Old Gold a los labios, buscó una cerilla y suspiró al no encontrarla. La muchacha salió del umbral. Le tendió un encendedor pequeño y barato. Mientras la llama palpitaba, sus ojos, pálidos, apagados, de un verde gatuno, se clavaron en él con alarmante intensidad"
Las paredes están frías
Truman Capote
-…así que Grant les ha dicho que vinieran a una fiesta fantástica y, bueno, ha sido así de fácil. La verdad, creo que ha sido una genialidad recogerlos, solo Dios sabe que podrían resucitarnos de la tumba...
La jarra de plata
Truman Capote
Saliendo del colegio me iba a trabajar a la farmacia Valhalla. El dueño era mi tío, el señor Ed Marshall. Lo llamaba «Señor Marshall» porque todo el mundo, incluida su esposa, lo llamaba así. Con todo, era un hombre simpático...
La ganga
Truman Capote
Varias cosas de su marido irritaban a la señora Chase. Por ejemplo, su voz: siempre sonaba como si estuviera apostando en un juego de póquer. Escuchar su pronunciación lenta e indiferente la exasperaba, sobre todo ahora que, hablando con él por teléfono, ella estaba tan exaltada...