Cuentos de Salinger

En el bote

J. D. Salinger

Era un poco más de las cuatro de la tarde de un veranito de San Juan. Unas quince o veinte veces, desde el mediodía, Sandra, la criada, se había apartado de la ventana de la cocina que daba al lago, con la boca apretada en un gesto de disgusto...

El periodo azul de Daumier-Smith

J. D. Salinger

"Creo que fue lo de «compañero» lo que me molestó más. Sin tomarme siquiera el trabajo de inclinarme, o sea, de mantener por lo menos la conversación en el plano privado, de bon gout, en que él la había iniciado, le informé, en francés, que era un grosero, un estúpido, un imbécil prepotente, y que nunca sabría cuánto lo detestaba. Acto seguido, bastante satisfecho, me corrí hacia el interior del autobús."

El hombre que ríe

J. D. Salinger

En 1928, a los nueve años, yo formaba parte, con todo el espíritu de cuerpo posible, de una organización conocida como el Club de los Comanches. Todos los días de clase, a las tres de la tarde, nuestro Jefe nos recogía, a los veinticinco comanches, a la salida de la escuela número 165, en la calle 109, cerca de Amsterdam Avenue...

El Tío Wiggily en Connecticut

J. D. Salinger

Veinte minutos después estaban terminando su primer copetín en la sala y conversaban de esa manera peculiar, y probablemente única, de quienes han compartido alguna vez un cuarto en la universidad. El vínculo entre ellas era aún más estrecho: ninguna de las dos se había recibido...

Un día perfecto para el pez plátano

J. D. Salinger

-Sí, querida. Ese detalle no tiene importancia -dijo la chica, cruzando las piernas-. Dijo que casualmente los poemas habían sido escritos por el único gran poeta de este siglo. Me dijo que debería haber comprado una traducción o algo así. O aprendido el idioma… nada menos…