Cuento de carnaval
Rómulo Gallegos
La algarada de las primeras comparsas empezaba a turbar la nocturna quietud de la parroquia, ya se oía el tintineo de los cascabeles en los arneses de los coches, y los chicos del vecindario ululaban sin cesar a los primeros diablos...
Alma aborigen
Rómulo Gallegos
"Los ojos negros rasgados, ardientes; la boca carnosa, de labios sensuales, rojos como la pulpa de las cundeamores; el espíritu jacarandoso y apasionado. América Peña era el bocado más apetitoso de Pueblo Abajo..."
El cuarto de enfrente
Rómulo Gallegos
La noticia voló de boca en boca: hacía varios días que venía apareciendo en Caracas un tipo raro. Una tarde lo vieron en El Paraíso cruzar veloz el paseo, jineteando a la europea y con un traje exótico, un caballo enjaezada de la manera más pintoresca; otra tarde recorría las calles de la urbe en una victoria de lujo, en compañía de un hermoso galgo blanco...
El piano viejo
Rómulo Gallegos
"Menuda, feúcha, insignificante, era una de esas personas de quienes nadie se explica por qué ni para qué viven. Ella misma estaba acostumbrada a juzgarse como usurpadora de la vida, parecía hacer todo lo posible para pasar inadvertida: huía de la luz, refugiándose en la penumbra de su alcoba, austera como una celda; hablaba muy poco, como si temiera fatigar el aire con la carga de su voz desapacible, y respiraba furtivamente el poquito de aliento que cabía en su pecho hundido, seco y duro como un yermo..."
El paréntesis
Rómulo Gallegos
"Cuando Carmen Rosa se halló otra vez sola, se sorprendió de lo que había hecho. Sin duda aquel estallido de cólera se venía preparando en su ánimo desde mucho tiempo. Era la reacción inopinada y violenta de una voluntad apática que había sufrido varias presiones, sin protestar, pero cargándose de rebeldía para dejarla escapar de un golpe..."
El crepúsculo del diablo
Rómulo Gallegos
Con ambas manos apoyadas en el araguaney primorosamente escabullado, el sombrero sobre la nuca y el tabaco en la boca, el Diablo oye aquella música que despierta en las profundidades de su ánimo, no sabe que vagas nostalgias. A ratos melancólica, desgarradora, como un grito perdido en la soledad de las llanuras; a ratos erótica, excitante, aquella música era el canto de la raza oscura, llena de tristeza y de lascivia, cuya alegría es algo inquietante que tiene mucho de trágico...