Cuentos de Onelio Jorge Cardoso

Negrita

Onelio Jorge Cardoso

Hacía tres años ya que Bruno había llegado por primera vez a la finca de don Cristóbal. Lo recordaba como si fuera ayer mismo; el dueño estaba sentado en el portal, porque era la hora del mediodía en que el sol del verano cae aplanando los campos y abrumando de calor los caminos...

Moñigüeso

Onelio Jorge Cardoso

"Moñigüeso vivía en casa de la vieja Elvira, quien, por el bien quedar con Dios y el buen atendimiento de la arboleda, le dio refugio en su “Quinta”. Habitaba en el patio, sobre el corral de los cerdos. De allí lo tumbaba veinte veces al día la llamada de la vieja Elvira. Venía entonces, inexpresivo y torpe, hasta la cerca de metal que resguardaba el pequeño patio del resto de la propiedad, y balbuceaba:"

Los carboneros

Onelio Jorge Cardoso

"Estábamos a principios de julio. Para los tres meses siguientes sabíamos que llegaba la plaga. Eso no es cosa de juego. Está el tábano, pequeño como mosca, que pica solo en las orejas. Sube de la manigua a la altura del cuello, más aún, buscando las orejas, y pica hasta hincharlas y enrojecerlas."

Francisca y la muerte

Onelio Jorge Cardoso

—Santos y buenos días —dijo la muerte, y ninguno de los presentes la pudo reconocer. ¡Claro!, venía la parca con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla en el bolsillo...

El cangrejo volador

Onelio Jorge Cardoso

Había una vez un cangrejito nuevo que estaba haciendo un hueco profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma torcaza a darle conversación...
Cascada

Donde empieza el agua

Onelio Jorge Cardoso

El hombre iba descalzo sobre su canoa. Una vuelta de soga le anudaba la cintura y abajo, terminaba el pantalón como cortado a cuchillo. De la soga de arriba ascendía el torso desnudo y corpulento, inclinándose a uno y otro lado según de la parte que buscara apoyo en el fondo con la palanca que apretaba en sus manos terrosas...
Caballo. Foto por Helena Lopes en Unsplash

Caballo

Onelio Jorge Cardoso

Desde potrico ya le dijo siempre: ¡caballo!, y así fue echando cuerpo con la palabra como un susto y una orden. De modo que cuando el alazán pudo llevar encima el hombre, se estremecía al oír su palabra: —¡Caballo! —y el animal vibraba del casco a la oreja; ¡brrr! hacía y el suelo trepidaba bajo sus patas...
Caballo blanco. Foto por Jeison Higuita en Unsplash

Caballito blanco

Onelio Jorge Cardoso

Era, primero un carrusel, o un niño primero y un carrusel después. Nunca se sabrá. La cosa es que el niño estaba enfermo de un mal de pie o de pierna que lo tenía impedido de caminar. Así pues, se pasaba el tiempo mirando por la ventana abierta dar vueltas al carrusel y oyendo su música alegre del otro lado de la calle...
Caballo. Foto por Helena Lopes en Unsplash

El caballo de coral

Onelio Jorge Cardoso

Éramos cuatro a bordo y vivíamos de pescar langostas. El Eumelia tenía un solo palo y cuando de noche un hombre llevaba entre las manos o las piernas el mango del timón, tres dormíamos hacinados en el oscuro castillo de proa y sintiendo cómo con los vaivenes del casco nos llegaba el agua sucia de la cala a lamernos los tobillos...
Composición de Cuba, por Jules Pascin

El cuentero

Onelio Jorge Cardoso

"Una vez hubo un hombre por Mantua o por Sibanicú, que le nombraban Juan Candela y que era de pico fino para contar cosas..."

Taita, diga usted cómo

Onelio Jorge Cardoso

"El pequeño la vió brillar un instante sobre el espeso campo verde. Ahora el padre venía voceando la yegua hasta el camino y el muchacho se hizo a un lado del portillo dejándole el paso libre a la bestia. Le vio sobre el lomo muy cerca de la cruz, dos heridas que le arrugaron la piel. Cuando el sol empezó a meterse detrás de la manigua Nando y el viejo encarrilaron el trillo."