Nitocris
Alejo Carpentier
El sol comenzaba a mostrar sus rayos dorados sobre el horizonte de las planicies lejanas, sumiendo a Menfis en una suave luz violácea, y transformando su aglomeración de terrazas y paredes en un amontonamiento indefinido, de donde emergían por su altura, el templo de Phatá, y los terrados de los Graneros reales...
La botella de caña vacía
Francisco Coloane
Dos jinetes, como dos puntos negros, empiezan a horadar la soledad y la blancura de la llanura nevada. Sus caminos convergen y, a medida que avanzan, sus siluetas se van destacando con esa leve inquietud que siempre produce el encuentro de otro caminante en una huella solitaria...
Galope de esqueletos
Francisco Coloane
Esa noche el viento se había dormido antes que nosotros, fuera del bosque donde pernoctábamos. Fue Facón Grande, el capataz de tropillas, quien nos llamó la atención con un vivo gesto de cabeza:..
Cinco marineros y un ataúd verde
Francisco Coloane
Un día de principios de invierno arribó a Punta Arenas un barco tan deslastrado que llevaba más de media paleta de la hélice fuera del agua; el casco plomizo, algo descascarado por la intemperie o por las faenas de pintura en alta mar, estaba surcado de grandes manchas de azarcón rojo que semejaban heridas cuya sangre aún no se lograba restañar...
La cruz azul
G. K. Chesterton
Bajo la cinta de plata de la mañana, y sobre el reflejo azul del mar, el bote llegó a la costa de Harwich y soltó, como enjambre de moscas, un montón de gente, entre la cual ni se distinguía ni deseaba hacerse notable el hombre cuyos pasos vamos a seguir...
Los tres instrumentos de la muerte
G. K. Chesterton
Dos o tres curiosos bajaron, cruzaron la ahumada cerca, y vieron, casi al pie del edificio, el cuerpo de un anciano con una bata amarilla que tenía un forro de rojo vivo. En una pierna se veía un trozo de cuerda enredado tal vez en la confusión de una lucha. Había una o dos manchas de sangre: muy poca...