Cuentos de Bradbury

Los hombres de la Tierra

Ray Bradbury

Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta, no se cansaba de hacerlo. La señora Ttt abrió la puerta de par en par. -¿Y bien? -¡Habla usted inglés! -el hombre, de pie en el umbral, estaba asombrado. -Hablo lo que hablo -dijo ella. -¡Un inglés admirable!...

Los colonizadores

Ray Bradbury

Los hombres de la Tierra llegaron a Marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente...

La costa

Ray Bradbury

Marte era una costa distante y los hombres cayeron en olas sobre ella. Cada ola era distinta y cada ola más fuerte. La primera ola trajo consigo a hombres acostumbrados a los espacios, el frío y la soledad...

El reencarnado

Ray Bradbury

Con el tiempo superarás el complejo de inferioridad. Tal vez. No depende de ti. Toma la precaución de salir a la calle cuando ya haya anochecido. Sin duda el calor del sol representa un problema. Y las noches de verano no son el mejor aliado...

El peatón

Ray Bradbury

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead...

La sirena

Ray Bradbury

Era una noche helada, como ya dije. El frío entraba en el faro, la luz iba y venía, y la sirena llamaba y llamaba entre los hilos de la niebla. Uno no podía ver muy lejos, ni muy claro, pero allí estaba el mar profundo moviéndose alrededor de la tierra nocturna, aplastado y mudo, gris como barro, y aquí estábamos nosotros dos, solos en la torre...

La sabana

Ray Bradbury

"Atravesaron el vestíbulo de su lujosa casa insonorizada cuya instalación les había costado treinta mil dólares, una casa que los vestía y los alimentaba y los mecía para que se durmieran, y tocaba música y cantaba y era buena con ellos..."

La mañana verde

Ray Bradbury

"Se llamaba Benjamín Driscoll, tenía treinta y un años, y quería que Marte creciera verde y alto con árboles y follajes, produciendo aire, mucho aire, aire que aumentaría en cada temporada. Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno..."

La carretera

Ray Bradbury

"Y entonces, de pronto, como si alguien hubiese dado una señal, llegaron los coches. Cientos de coches, miles de coches; pasaron y pasaron junto a él. Los coches, largos y negros, se dirigían hacia el norte, hacia los Estados Unidos, rugiendo, tomando las curvas a demasiada velocidad. Con un incesante ruido de cornetas y bocinas."

La bruja de abril

Ray Bradbury

En el aire, sobre los valles, bajo las estrellas, sobre un río, un estanque, un camino, volaba Cecy. Invisible como los nuevos vientos de la primavera, fragante como el aroma de los tréboles que se alzaba en los campos a la tarde, ella volaba...
Veneno

Juguemos a los venenos

Ray Bradbury

—¡Te odiamos! —Gritaron los dieciséis chicos y chicas, apretándose alrededor de Michael en el aula. Michael gritó. El recreo había terminado, pero el señor Howard, el maestro, aún no había llegado.
Reloj de arena

Hola y adiós

Ray Bradbury

Pues claro que se iba, qué otra cosa podía hacer, el tiempo se había agotado y se iba, se iba muy lejos. Tenía ya hecha la maleta, había sacado brillo a los zapatos; se había cepillado el pelo y se había lavado expresamente detrás de las orejas...
A la Luna. Foto por Pramod Tiwari en Unsplash

Encuentro nocturno

Ray Bradbury

Antes de subir hacia las colinas azules, Tomás Gómez se detuvo en la solitaria estación de gasolina. -Aquí se sentirá usted bastante solo -le dijo al viejo. El viejo pasó un trapo por el parabrisas de la camioneta. -No me quejo. -¿Le gusta Marte? ...
Cielo. Foto por Diego PH en Unsplash

En la noche

Ray Bradbury

La señora Navárrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada cuarto, y nadie pudo dormir. Pasó toda la noche, mordiendo su almohada blanca, retorciendo sus manos delgadas y gritando: -¡Mi Joe!...
Lago. Foto por Jeroen Bendeler en Unsplash

El lago

Ray Bradbury

Un cielo a mi medida arrojado sobre el lago Michigan; sobre la arena amarilla, algunos críos gritones botando pelotas; una o dos gaviotas, una madre criticona y yo huyendo de una ola y encontrando este mundo nublado y húmedo...
Perro guía. Foto por Christoph Schmid en Unsplash

El emisario

Ray Bradbury

Supo que había llegado de nuevo el otoño, porque Torry entró retozando en la casa, trayendo con él un refrescante olor a otoño. En cada uno de sus perrunos rizos negros llevaba una muestra del otoño: tierra húmeda, con la humedad peculiar de aquella estación, y hojas secas, color de oro pajizo. El perro olía exactamente igual que el otoño...
Desierto. Foto por Yuliya Kosolapova en Unsplash

El desierto

Ray Bradbury

Oh, el día feliz al fin ha llegado… Era la hora del crepúsculo y Janice y Leonora preparaban infatigablemente el equipaje, entonando canciones, comiendo algún bocado, y animándose mutuamente. Pero no miraban la ventana, donde se apretaba la noche, y las estrellas eran brillantes y frías...
Lanzamiento del Vostok, por Richard Terry

El cohete

Ray Bradbury

"Los niños entraron corriendo. Los tres muchachos se disputaban un cohete de juguete; las dos niñas traían unas muñecas que representaban a los habitantes de Marte, Venus y Neptuno: maniquíes verdes con tres ojos amarillos y manos de seis dedos..."

Dragón

Ray Bradbury

"Las luces del fuego subían y bajaban por los rostros despavoridos y se volcaban en los ojos como jirones anaranjados. Cada uno de los hombres espiaba la respiración débil y fría y los parpadeos de lagarto del otro. Al fin, uno de ellos atizó el fuego con la espada."

Cuento de Navidad

Ray Bradbury

El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer “día”. Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo...