Cuentos Cubanos

Cordero. Foto por Nick Cozier en Unsplash

El cordero aúlla

Javier Rabeiro Fragela

Lo único seguro es que nunca había matado a nadie, pero las pulsaciones, las imágenes, el cosquilleo y la ansiedad lo perseguían. Era una sensación burbujeante, que le obligaba a cerrar los ojos y abrirlos de nuevo en el momento que su padre salió al patio para matar a una gallina.

Operación Intelectual

Denys San Jorge Rodríguez

Negrón, es nuestro hombre. Se acerca a la casa y recuerda a Yusnavy cuando la dejó hace pocos minutos atrás. En la esquina, recostada al muro fumándose un cigarro y cómo desaparecía este suavemente de sus dedos divinos, esperando con el vestido tan cursi y brilloso de esos que vienen de Ecuador, de venta al por mayor, apretado y algo corto.

Mi amigo el inventor

Roger Durañona Vargas

El primer invento de Gualterio fue la ballesta que nunca fallaba. Lo inventó una vez que cazábamos gorriones con tirapiedras...

Graffitis en la ciudad

Luis Alfredo Vaillant Rebollar

Esta ciudad puede estar llena de asesinos. Cualquiera puede ser la víctima esperando en un rincón oscuro. Ella dijo tenemos que matarlo, y dijo tenemos, como si uno dependiera del otro, como si yo estuviera dentro de su cabeza, como si mi cuerpo, mi olor y mi pene formaran parte de su psiquis, haciéndome cómplice.

Un hurkle en la basura

Claudio del Castillo

Fred lo pinchó con un palo, sin embargo, no se movió. Tenía los cafmores mustios; los kums, rígidos como sus seis patas; y la tonalidad de su piel, normalmente de un bello azul intenso, era la que tendría un cielo encapotado.

Un habanero en París (relato sinfónico)

Jorge Fernández Crespo

Atraviesa esta ciudad un emblemático río, poblado de puentes semejantes a las cicatrices sobre el rostro de un guerrero africano. Las plazas de idas y venidas neuróticas, las edificaciones distintivas, los parques de verde calma en primavera, de alegría naranja en el verano, de nostalgia sepia en otoño, de gris soledad en el invierno...

Por unos watts de más

Erick J. Mota

—¡Hey, usted! ¡Su carnet de identidad, por favor! —la voz del policía, modulada por los altavoces del casco, inundó la calle— ¡Y el suyo también, ciudadano!

Esperando la carreta

Francisco García González

El inconveniente era que las mujeres se habían extinguido hacía muchísimo tiempo. Apenas quedaban unos quince ejemplares en todo el planeta

Evidencias

Santos Armando Borrell Curbelo

—Vieja… Acaba de traerme el café —le grito a Josefa después de calzarme las chinelas, estiro los músculos y abro la ventana. Penetran los primeros rayos de sol. —¿Me habré quedado dormido? —pienso mientras miro hacia el reloj que está sobre la cómoda. ¡Coñó…! Las siete de la mañana...

Esos negros me la van a pagar

Luis Adrián Betancourt

Las manos de Cachita eran como un torbellino espumoso dentro del fregadero mientras limpiaba la losa de aquel almuerzo que, después de una sobremesa importunada, transitaba lento por el camino de la digestión.

El disparo de Cronos

Carlos Duarte

"Descendí del auto en una desolada calleja suburbana y caminé varias cuadras bajo la pertinaz llovizna ácida. Era el tercer taxi consecutivo que tomaba por si esos buitres del Consejo me habían puesto alguna cola. Pero no, estaban demasiado confiados como para molestarse en algo así. Creían tener todo bajo control pero les iba a preparar una pequeña sorpresa de despedida..."

Nada más quiero frío, señora

Randy Cabriales

—¿Por qué quiere irse para afuera? —le preguntó con mucha suavidad. —Por el clima. —¿Cómo? —Sí, por eso. A mí siempre me ha gustado el frío, la nieve, todo ese asunto. Aquí hace tanto calor. Y más en estos tiempos.

El virus de la vida

Eric Flores Taylor

¿Sería posible la existencia de un virus que en lugar de quitar y devastar, otorgara y renovara la vida?

Básica

Orlando Andrade

El psiquiatra preguntó: ¿Por qué tanta crueldad? —me le quedé mirando. Sus ojos querían esperar unos segundos, pero su boca habló enseguida: ¿Quién es la mujer de la foto? —mi madre.

Beretta

María del Carmen Muzio

No me agradan los velorios pero era ineludible que fuera. Quería verlo por última vez. Parecía dormido, como la mayoría de los cadáveres, ya limpios y bien vestidos, dentro de una de esas cajas horribles donde semejamos un sueño reparador gracias a la eficiencia de los empleados necrológicos.

Diez

Arístides Vega Chapú

A sabiendas de estar emprendiendo un próspero negocio, con excelentes dividendos, comenzaron a fundir las piezas de los desmantelados centrales azucareros. Se habían comprometido a confeccionar los sables que el Japonés y su esposa Ichi, les pagarían en divisa.

El niño de cristal

David Martínez Balsa

Un relato sobrecogedor: “Néstor piensa en su niñez, aquella época de ingenuidad, cuando recorría junto a su hermano el barrio y lo asustaba la reacción de la gente ante su presencia”...

Incesto

Reinaldo V. Gálvez Rodríguez

"En la novela yo era una prostituta que se acostaba con un turista. Y si es un turista en Cuba, decir que era extranjero se me antoja un lugar común. El tipo rondaba los sesenta años y pesaba unas doscientas libras, pero como me había ofrecido mucho dinero por pasar la noche, según el narrador, subí a la habitación del hotel luego que el extranjero sobornara al custodio..."

Hay un monstruo en mi casa

Yamilet García Zamora

La perseguían, no los peludos con garras y caras deformes que salen el Día de Muertos, sino los que tienen uniformes de las fuerzas militares, con armas…

Cuento de una señora sin nombre

Edgar London

"Me observó largamente y comprobé que ella era uno de esos extraños seres que destilan calma de pies a cabeza, por la gracia de sus movimientos, el tono de la voz, y sus ojos, los ojos de un muerto..."