Cuentos Cubanos

Lectura para quedarse en La Habana

Leopoldo Luis

La autora de los trece relatos que integran el volumen Cuentos para huir de La Habana no es Zulema de la Rúa Fernández, una enfermera —en realidad una Licenciada en Enfermería— que apenas rebasa los 30 años, a quien no me he topado nunca en una peña literaria (de esas que tienen lugar cada semana en cualquier rincón de la ciudad) y a quien mucho menos he visto aparecer en una revista (reseñada por algún periodista importante) o en la terraza de tertulias del vespertino Hola, Habana, al que tantos artistas glamurosos acuden para promocionar su obra.

Colección del siglo

Javier Rabeiro Fragela

Me sumo a la opinión de que la antología El martillo y la hoz y otros cuentos, (Isliada Editores, 2011), constituye una muestra efectiva de lo mejor de la narrativa cubana actual. De una manera de narrar donde la calidad y la seducción se toman de la mano.

Pure fiction island

Leopoldo Luis

Un amigo pintor me obsequia un disco con imágenes digitalizadas de algunas de sus piezas. Las miro en mi ordenador e intento establecer conceptos para cada una de ellas pero no es posible. No tengo talento para la visualidad (tal vez para ninguna otra cosa) y ese pensamiento en verdad me intranquiliza.

Karla Suárez

De Bogotá 39 a La Habana de 2012

Leopoldo Luis

Karla Suárez tiene una relación tan profunda con Julio Cortázar que en cuanto llega a una ciudad nueva (ha visitado varias) busca sus libros en las librerías y los colecciona y en la pared de su cuarto conserva la nota que el argentino escribió para otra persona cuyo nombre no interesa porque Karla cercenó de un tijeretazo media página y desde entonces la dedicatoria es toda suya.

Tres narradoras en Ediciones UNIÓN

Ernesto Pérez Chang

En el panorama actual de la narrativa cubana, son las perspectivas plurales de las voces femeninas las que han venido a ofrecer nuevos caminos para expresar, comprender y descubrir realidades e imaginarios vedados a las prácticas de los narradores mucho más apegados a la tradición.

La lista del cubo

Ahmel Echevarría

Agradecí haber escuchado la bendita alarma del despertador. La había programado para que tuviera una melodía grata y al menos fuera dulce mi despertar...

Mortales a la deriva

Orlando Andrade

El hombre del siglo XIII contó sobre su época. Era soldado. No había cómo escapar de serlo por entonces

Con las manos limpias

Rebeca Murga

Aquiles Rosales no espera para ver cómo su madre se desangra; tampoco oye sus gritos, encendidos por el dolor

En menudos pedazos

Jorge Ángel Pérez

Cuando Ramón queda conforme con el cierre de un negocio aprieta bien los ojos, respira fuerte y levanta su brazo derecho, sonríe mirando los dedos tan abiertos, los que forman, como dice, cuatro uves de Victoria. Ramón sonríe y se persigna...

Castigo y crimen

Yonnier Torres

El inspector Iliá Petróvich encendió la luz y Raskólnikov se cubrió los ojos con las manos…

Elementos comunes

Yonnier Torres

El agua mancha la ciudad. La gente cruza la calle con bolsas de nylon atadas a la cabeza…

Tenía la carta en la mano

Víctor Hugo Pérez Gallo

Tenía la carta en la mano, para protegerla de la humedad. Había estado lloviendo todo el día. Mañana sería 7 de diciembre de 1896, día en que el Mayor General Antonio Maceo y Grajales y su ayudante de campo e hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el capitán Panchito Gómez Toro, debían morir ambos en una escaramuza sin importancia, traicionados por uno de los muchos agentes a sueldo que los norteamericanos tenían entre sus tropas...

Hierve la sangre

Rafael Grillo

“Qué hermosa”, piensa, con los ojos henchidos por los destellos de plata, sus dedos acariciando la curva de luna mahometana. Delgada en el nacimiento junto a los gavilanes en forma de S y ensanchándose en el recodo hacia la punta...

Los naipes marcados del destino

Yoss

El 25 de octubre de 1415, a inicios de la segunda etapa de la Guerra de los Cien Años, tuvo lugar la batalla de Agincourt...

Semana Negra de Isliada

Disles que no me maten

Lorenzo Lunar Cardedo

Es probable que usted no haya leído mi primera novela policiaca. La tirada fue apenas de dos mil ejemplares y eso, en un país donde todo el mundo sabe leer y escribir, es apenas una gota de agua en el mar; sobre todo si se tiene en cuenta que me gasté todo el dinero de mis derechos de autor en comprar la edición casi completa...

El martillo y la hoz

Emerio Medina

Comunistón, le dijo Fello. Por lo del martillo y la hoz colgados en la pared de la sala, cruzados como en la bandera, en simetría perfecta sobre el fondo azul opaco. Y a él no le importó que le dijeran comunista. Que se rieran, si querían, pero no iba a renunciar al placer de contemplarlos, no le importaba que le dijeran ruso, o comemierda, que para Fello era lo mismo, y para los otros también, los amigos de siempre...