Cuentos Cubanos

Tobías

Félix Pita Rodríguez

Fue en la cochina cárcel de San Pedro Sula y allá por el año veintiséis, un año feo para mis huesos. De tumbo en tumbo, y como con los ojos cerrados, yo había ido dando traspiés y recibiendo patadas en el trasero. Ustedes no pueden saber. Una patada en el trasero siempre lo pone a un mal por dentro y con ganas de hacer daño. Pero el escozor pasa y se puede cargar a la cuenta de las injusticias de la vida...

Viñetas

Guillermo Cabrera Infante

No estaba muerto, pero ya no sentía: no estaba muerto todavía. Unos hombres le arrastraban por los pies. Desde el segundo piso lo bajaron a la calle por las escaleras y su cabeza golpeaba contra cada escalón. En uno de los escalones dejó un trozo de piel cubierto de cabellos que eran rubios en la punta y muy negros hacia la raíz...

El hijo y la madre

Reinaldo Arenas

"El hijo y la madre estaban de frente. Sentados en dos sillones idénticos, junto a la ventana de cristales y persianas por donde se veían las hojas del almendro en la que los pájaros no cesaban de zambullirse. El sol brillaba sobre la madre y el hijo en forma de cenefa amarillenta."

Los amantes del ABECEDARIO

Rafael Grillo

En la noche de un Miércoles 16 de Abril, en la Habana del siglo XXI, un hombre y una mujer que se desconocen, desde sus lechos distantes…

El estudiante

Alejo Carpentier

"Trató de huir. Vio una ancha puerta, amparada por una inscripción en caracteres huecos: Trousseau. Aquella palabra tenía una tibia sugerencia de ajuar de novia. El estudiante penetró en un corredor oscuro, esperando admirar Malinas sedosas, evocadoras de las frescas carnes de doncellas, que se presentan sabiamente como los filetes caros que se envuelven con encajes de papel."

A la sombra de la mata de almendras

Reinaldo Arenas

«Hay que tumbarla», dice una. Y yo salgo a la calle. Las otras dos ríen a carcajadas, sueltan un bufido de alivio y aplauden. «Hay tumbarla », repiten, girando alrededor de la primera. Por último salen del comedor y se dirigen al patio. Pero yo estoy ya en la calle. Hace fresco...

La prueba de Su existencia

Manuel Quintero Pérez

La primera señal de que algo no estaba bien fue aquel empate a tres goles del Real Madrid frente al desahuciado Málaga, en el Santiago Bernabéu, la fría y húmeda noche del quince de marzo…

El caballero Charles

Humberto Arenal

—Usted sabe lo que yo digo. ¿Eh, doña Clarita? El difunto Charles, que en paz descanse, ese hombre sí que sabía vivir… Qué hombre tan… ¡Qué trajes aquellos! Dril cien, sí señor, dril cien del mejor… —eleva la cabeza y rememora— ¿Se acuerda de La viuda alegre cantada nada menos que por doña Esperanza Iris? ¿Se acuerda, doña Clarita? Yo me acuerdo bien. En el escenario era toda una dama, una princesa doña Esperanza. ¿Verdad, doña Clarita?...

El ron de Amontillado

Mauricio Escuela

Yo soy Ambrose Bierce y aún tengo talento para escribir. Envié un cuaderno de cuentos al concurso Casa de las Américas el año pasado. Mi traspaso a través de la frontera mexicano-estadounidense…

Aquello estaba deseando ocurrir

Leonardo Padura

Leonardo Padura, reconocido autor cubano, nos presenta en su obra "Aquello estaba deseando ocurrir" un fascinante compendio de relatos que capturan la esencia del universo habanero que ya es marca registrada en sus novelas. A lo largo de este volumen, Padura teje historias magníficas que exploran las complejidades de la vida en La Habana, fusionando elementos de la realidad cotidiana con pinceladas de magia y surrealismo. El autor nos sumerge en narrativas donde soldados regresan de Angola a La Habana, solo para ser transportados al pasado en Madrid por el azar, o donde la salida de Cuba les deja una extraña sensación de doble traición. Estas historias nos presentan personajes variados, desde jóvenes seducidos por boleros y cantantes de antiguo esplendor hasta hombres solitarios que deambulan por la noche en busca de afecto, transformándose paradójicamente en monstruos. Dentro del compendio, Padura nos guía a través de las vidas de personas que sueñan con ser escritores, donde sus propias biografías se revelan como los relatos más conmovedores. Asimismo, el autor retrata…

Un suizo de Appenzell en la Habana

Manuel Quintero Pérez

Mathias Kalkofen no compró su boleto hasta no estar completamente seguro de dominar el idioma de la isla. Le habían platicado de un lugar paradisiaco donde podía tumbarse bajo los cocoteros…

Último día después de la lluvia

Johan Moya Ramis

A veces me pregunto hacia donde me habrá llevado Dios durante el sueño, que amanezco con la pinga tan dura como una estaca, tal parece que si la toco se va a partir…

La posición correcta

Manuel Quintero Pérez

Pensó en el Acto, sintió algo parecido a un fogaje calentándole el rostro y le alegró que no hubiera testigos de su turbación. Había varias posiciones, pero solo una era la correcta para el Acto, la que les redimía de no pecar…

Invocación para desorejarse

José Lezama Lima

Para que el sombrero pudiese penetrar en mi testa, decidieron cortarme las dos orejas. Admiré sus deseos de exquisita simetría, que hizo que desde el principio su decisión fue de cortarme las dos orejas. Me sorprendió que tan lejos como era posible de un hospital, me fueran arrancadas con un bisturí que convertía al rasgar la carne en seda...

Con los ojos cerrados

Reinaldo Arenas

A eso de las seis de la mañana empieza mamá a pelearme para que me levante y ya a las siete estoy sentado en la cama y estrujándome los ojos. Entonces todo lo tengo que hacer corriendo: ponerme la ropa corriendo, llegar corriendo hasta la escuela y entrar corriendo en la fila pues ya han tocado el timbre y la maestra está parada en la puerta...

La carne

Virgilio Piñera

Sentose a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que venía a desahogarse… Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso filete. El vecino preguntó y Ansaldo se limitó a mostrar su nalga izquierda. Todo quedaba explicado...

Los fugitivos

Alejo Carpentier

Pero el olor de su propio celo, llamado por el olor de otro celo, se imponía a todos los demás. Las patas traseras de Perro se espigaron, haciéndole alargar el cuello. Su vientre se hundía, al pie del costillar, en el ritmo de un jadeo corto y ansioso...
Cristiano Ronaldo. Foto Enrique Lin

Mis noches con Cristiano Ronaldo

Zulema de la Rúa Fernández

Lo conocí en Madrid, durante el Festival de Novela Romántica. Yo había escrito un cuento sobre cómo me había besuqueado con un negrón de seis pies en un cuartucho de Centro Habana, y cómo, gracias a sus veinticinco centímetros, había terminado más oscura que él, en realidad morada, con la presión alta, taquicardia, ojos bizcos, y cómo resucité en un hospital a los pocos días, convertida en zombie, con la lengua a un costado y pidiendo más

Extraños testimonios

Daína Chaviano

"Extraños testimonios" de Daína Chaviano nos transporta a un mundo donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujan, y donde los sueños toman forma en relatos que exploran lo más oscuro y misterioso de la experiencia humana. La autora, reconocida por su destreza en el género de la literatura fantástica, nos presenta una colección de cuentos que ejemplifican a la perfección su novedosa vertiente estilística, que ella misma ha bautizado como el "gótico caribeño". La obra de Chaviano se distingue por su diversidad tanto en términos formales como de contenido. Su prosa, a la vez sutil y feroz, rinde homenaje a clásicos de la literatura anglosajona y latinoamericana, desde Edgar Allan Poe hasta Horacio Quiroga, y de Margaret Atwood a Juan José Arreola, pasando por Howard P. Lovecraft y María Luisa Bombal. Este mestizaje literario da lugar a narraciones que exploran una amplia gama de temas humanos, desde la opresión de la mujer hasta los dilemas del proceso creativo del escritor, la realidad social de un país…

Semejante a la noche

Alejo Carpentier

Yo la llamaba mi prometida, aunque nadie supiera aún de nuestros amores. Cuando vi a su padre cerca de las naves, pensé que estaría sola, y seguí aquel muelle triste, batido por el viento, salpicado de agua verde, abarandado de cadenas y argollas verdecidas por el salitre, que conducía a la última casa de ventanas verdes, siempre cerradas...