Caperucita Roja
Teresa Wilms Montt
¡Caperucita Roja! ¡Pobre muñeca rubia, cuya historia tanto hemos escuchado sin penetrar nunca la tragedia de su alma de flor!...
El Chiflón del Diablo
Baldomero Lillo
En una sala baja y estrecha, el capataz de turno sentado en su mesa de trabajo y teniendo delante de sí un gran registro abierto, vigilaba la bajada de los obreros en aquella fría mañana de invierno...
Una moneda al río
Nicomedes Guzmán
Hacia donde se mire —todos lo sabemos— siempre hay algo que atraviesa tormentosamente el aire. El aire es como la vida misma: existe en la razón conmovida de sus más profundos átomos. En algún instante cualquiera del otoño, hay una hoja seca que cae...
Dos cartas
José Donoso
Estas son las últimas cartas que se escribieron dos hombres, Jaime Martínez, un chileno, y John Dutfield, un inglés...
Bandidos en los caminos
Manuel Rojas
Pancho el Largo y su antiguo camarada de aventuras, el Huaso Blanco Encalada, tenían que realizar aquella noche una pequeña y delicada diligencia. Separados, por azares del oficio, durante varios años, habíanse reunido en Santiago poco tiempo antes...
La última niebla
María Luisa Bombal
No me sabía tan blanca y tan hermosa. El agua alarga mis formas, que toman proporciones irreales. Nunca me atreví antes a mirar mis senos; ahora los miro. Pequeños y redondos, parecen diminutas corolas suspendidas sobre el agua...
El pan bajo la bota
Nicomedes Guzmán
"Me cogió de un brazo para llevarme al comedorcillo, alumbrado ya por la escasa luz de la lámpara a parafina. Me escabullí y salí a la calle. De pie, al borde de la cuneta, traté de localizar en la oscuridad a alguno de mis compañeros..."
El alma de la máquina
Baldomero Lillo
"De pronto un silbido ensordecedor llena el espacio. Los tumbadores sueltan las carretillas y se yerguen briosos. La tarea del día ha terminado. De las distintas secciones anexas a la mina salen los obreros en confuso tropel. En su prisa por abandonar los talleres se chocan y se estrujan, más no se levanta una voz de queja o de protesta: los rostros están radiantes..."
El Tercer Reich
Roberto Bolaño
"El Tercer Reich" es una novela escrita por Roberto Bolaño en 1989, perteneciente a su primera etapa como escritor. La trama sigue la vida de Udo Berger, un joven apasionado por los juegos de guerra y campeón en su país en este campo. Udo vive en un período de plenitud: posee independencia económica, una novia a quien ama llamada Ingeborg y amistades interesantes, como Conrad, su compañero de juegos. La narrativa se desarrolla cuando Udo y Ingeborg deciden pasar unos días en la Costa Brava, específicamente en el hotel Del Mar, el cual tiene un significado importante en la infancia de Udo. A pesar de estar en un lugar de playa, Udo se siente más atraído por sus juegos de guerra y estrategia que por las actividades al aire libre. Instala una mesa en su habitación donde despliega hexágonos y fichas para continuar sus batallas virtuales en el juego del Tercer Reich. La trama se complica cuando Udo y Ingeborg conocen a otra pareja alemana, Charly y Hanna. Después de…
El masoquista
José Edwards
"Parecía una persona de mucho mundo, un tanto aburrido o desinteresado de cuanto ocurría a su alrededor. Comprendiendo mi turbación, trató gentilmente de ayudarme, iniciando él mismo la conversación..."
La colonia Lindavista
Roberto Bolaño
"Poco a poco, por conversaciones oídas a la hora de la cena o mientras yo estudiaba, me fui haciendo una idea de la situación real de nuestros vecinos. Llevaban cinco años casados y aún no habían tenido hijos. Las visitas al ginecólogo no escaseaban. Según los médicos Lupita era perfectamente capaz de tener hijos..."
Dinamarquero
José Donoso
"De pronto una mancha obscura en el horizonte. Divisarla a lo lejos como si estuviera cayéndose al borde del planeta, y luego agrandarse, nos volvía a colocar dentro del tiempo y de las distancias mensurables. Luego, al verla acusarse como el pequeño cubo de fierro acanalado del Puesto, abrupto en medio de la pampa calva..."
Sí me tocaras el corazón
Isabel Allende
"Cuarenta y siete años más tarde, cuando Hortensia fue rescatada del foso donde había permanecido sepultada y los periodistas viajaron de todas partes del país para fotografiarla, ni ella misma sabía ya su nombre ni cómo llegó hasta allí..."
A la vera del brasero
Teresa Wilms Montt
"Yo, la más soñadora y fantástica de todas, provocaba la risa de mis hermanas con mis salidas románticas, en medio de una vulgar reyerta sobre la propiedad de una fruta o de cualquier baratija de nuestros juguetes. Esto me valió apodo de loca” que me prodigaban en coro..."
El oro de Tomás Vargas
Isabel Allende
Descubre la historia de Tomás Vargas, un hombre que guarda sus ahorros en oro enterrándolos en lugar de confiar en los bancos. Acompaña a Tomás en su vida diaria y descubre cómo sus decisiones afectan su destino.
Ana María
José Donoso
"Todos los días acudía a almorzar bajo el sauce y a dormitar un poco junto a esa isla de verdor, lo único vegetado del barrio. Y a las dos de la tarde volvía a la construcción donde trabajaba, dos cuadras más allá por la calle en que casi todos los sitios permanecían sin casas aún y secos."
Boca de sapo
Isabel Allende
"Ella era la única mujer joven en toda la extensión de esa tierra, aparte de la dama inglesa, quien sólo cruzaba el cerco de las rosas para matar liebres a escopetazos y en esas ocasiones apenas se alcanzaba a vislumbrar el velo de su sombrero en medio de una polvareda de infierno y un clamor de perros perdigueros."
Clarisa
Isabel Allende
"Aun en los tiempos en que la vejez le impedía moverse con el entusiasmo misionero de antaño, Clarisa preservó su constancia para socorrer al prójimo, a veces incluso contra la voluntad de los beneficiarios, como era el caso de los chulos de la calle República, quienes debían soportar, sumidos en la mayor mortificación, las arengas públicas de esa buena señora en su afán inalterable de redimirlos."
Niña perversa
Isabel Allende
"Las primeras semanas Elena sintió odio por ese hombre que ocupaba todo el espacio de la casa y toda la atención de su madre. Le repugnaba su pelo engrasado con brillantina, sus uñas barnizadas, su manía de escarbarse los dientes con un palito, su pedantería y su descaro para hacerse servir."
Una venganza
Isabel Allende
"—Es la hora, hija —dijo gatillando el arma mientras a sus pies crecía un charco de sangre. —No me mate, padre —replicó ella con voz firme—. Déjeme viva, para vengarlo y para vengarme."