Cuba

Mortales a la deriva

Orlando Andrade

El hombre del siglo XIII contó sobre su época. Era soldado. No había cómo escapar de serlo por entonces

Con las manos limpias

Rebeca Murga

Aquiles Rosales no espera para ver cómo su madre se desangra; tampoco oye sus gritos, encendidos por el dolor

En menudos pedazos

Jorge Ángel Pérez

Cuando Ramón queda conforme con el cierre de un negocio aprieta bien los ojos, respira fuerte y levanta su brazo derecho, sonríe mirando los dedos tan abiertos, los que forman, como dice, cuatro uves de Victoria. Ramón sonríe y se persigna...

Castigo y crimen

Yonnier Torres

El inspector Iliá Petróvich encendió la luz y Raskólnikov se cubrió los ojos con las manos…

Elementos comunes

Yonnier Torres

El agua mancha la ciudad. La gente cruza la calle con bolsas de nylon atadas a la cabeza…

Tenía la carta en la mano

Víctor Hugo Pérez Gallo

Tenía la carta en la mano, para protegerla de la humedad. Había estado lloviendo todo el día. Mañana sería 7 de diciembre de 1896, día en que el Mayor General Antonio Maceo y Grajales y su ayudante de campo e hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez, el capitán Panchito Gómez Toro, debían morir ambos en una escaramuza sin importancia, traicionados por uno de los muchos agentes a sueldo que los norteamericanos tenían entre sus tropas...

Hierve la sangre

Rafael Grillo

“Qué hermosa”, piensa, con los ojos henchidos por los destellos de plata, sus dedos acariciando la curva de luna mahometana. Delgada en el nacimiento junto a los gavilanes en forma de S y ensanchándose en el recodo hacia la punta...

Los naipes marcados del destino

Yoss

El 25 de octubre de 1415, a inicios de la segunda etapa de la Guerra de los Cien Años, tuvo lugar la batalla de Agincourt...

Semana Negra de Isliada

Disles que no me maten

Lorenzo Lunar Cardedo

Es probable que usted no haya leído mi primera novela policiaca. La tirada fue apenas de dos mil ejemplares y eso, en un país donde todo el mundo sabe leer y escribir, es apenas una gota de agua en el mar; sobre todo si se tiene en cuenta que me gasté todo el dinero de mis derechos de autor en comprar la edición casi completa...

El martillo y la hoz

Emerio Medina

Comunistón, le dijo Fello. Por lo del martillo y la hoz colgados en la pared de la sala, cruzados como en la bandera, en simetría perfecta sobre el fondo azul opaco. Y a él no le importó que le dijeran comunista. Que se rieran, si querían, pero no iba a renunciar al placer de contemplarlos, no le importaba que le dijeran ruso, o comemierda, que para Fello era lo mismo, y para los otros también, los amigos de siempre...

Salvar al poeta Novás

Rafael Grillo

Hay ciertos actos humanos que poseen para nosotros eso que Jorge Luis Borges llamaría “encantos de lo patético”