En agosto nos vemos
Gabriel García Márquez
"En agosto nos vemos" es una obra póstuma y fascinante de Gabriel García Márquez, que llega como una inesperada joya para sus lectores. En esta novela, García Márquez retoma su estilo inconfundible, lleno de prosa envolvente y metáforas deslumbrantes, para explorar la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer que cada agosto viaja a una isla para visitar la tumba de su madre. A través de este ritual, la protagonista se permite a sí misma transformarse durante una noche, dando rienda suelta a sus deseos y a una vida secreta que solo se revela en estos breves encuentros anuales. Esta dualidad entre la cotidianidad y la búsqueda del placer es uno de los hilos conductores que le dan forma a la narración, evocando el poder de la libertad y el deseo femenino. La historia, situada en escenarios llenos de atmósferas caribeñas y detalles sensoriales, profundiza en la experiencia de una mujer madura y empoderada que, en su soledad, encuentra en estos viajes una oportunidad para redescubrirse. García Márquez nos introduce…
El ala izquierda del águila
Pedro Gómez Valderrama
El siguiente texto tiene valor simplemente por un notable adjetivo. Tal vez es un texto excesivamente emocional; hay quienes dudan de su verdad histórica, aunque siempre ha tenido importancia la verdad histórica de los ayudas de cámara...
Un día de estos
Gabriel García Márquez
El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor...
Como me han dicho que vas a vivir en la Florida
Álvaro Cepeda Samudio
Como me han dicho que vas a vivir en la Florida quiero que sepas que he descubierto dónde nacen los huracanes. Esta no es una teoría descabellada como la enunciada por el Senador Fuenmayor sobre el hundimiento de la Atlántida...
Corpus iuris civilis
Pedro Gómez Valderrama
La mano se detuvo con la pluma en suspenso sobre las dos únicas palabras trazadas: “Las palomas…”. El escritor miró a través de la ventana. Su mano reposó sobre la cuartilla blanca. La calle quieta y apacible reflejaba el sol enfermo del invierno, y los árboles desplumados y duros se recortaban sobre el fango...
A García Márquez Juana le oyó…
Álvaro Cepeda Samudio
A García Márquez le oyó Juana la historia del hombrecito de la lata de avena Quaker. García Márquez vive ahora en Barcelona y seguramente ha olvidado la historia. Lo cierto es que no la ha escrito nunca. Cuando Juana leyó Cien años de soledad pensó encontrarla allí...
Un señor muy viejo con unas alas enormes
Gabriel García Márquez
"Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos..."
Cien años de aire
Pedro Gómez Valderrama
"Recuerdo haber soñado una vez con una playa, en donde yacía el cadáver de un hombre joven, sonriente, en torno al cual danzaban unas jóvenes, casi adolescentes. La clave del sueño estaba en la sonrisa, que atestiguaba que el hombre no estaba muerto..."
Breve tratado de la melancolía
Stefhany Rojas Wagner
Selección de poemas del libro homónimo publicado por Valparaíso Ediciones, 2021…
Cuando a Fray Bartolomé de Las Casas y Pujol se le ocurrió…
Álvaro Cepeda Samudio
"El lado poético corrió enteramente y sin interferencias de nadie, menos que nadie de Juana que a duras penas si entendía el más elemental español, a cargo de Fray Bartolomé. Podría pensarse, y se equivoca muy seguramente quien lo imagine, que éste hizo como Juana: escribió de una sola sentada las ciento sesenta y ocho estrofas para los ciento sesenta y ocho animales..."
Diálogo del espejo
Gabriel García Márquez
"Con la bata puesta, ya frente al lavabo, un rostro somnoliento, desgreñado y sin afeitar, le echó una mirada aburrida desde el espejo. Un ligero sobresalto le subió, como un hilillo frío, al descubrir en aquella imagen a su propio hermano muerto cuando acababa de levantarse. El mismo rostro cansado, la misma mirada que no terminaba aún de despertar..."
El dios errante
Pedro Gómez Valderrama
"Aquí estaba encerrado en su cajón como cajón muerto, destinado a futuros ataúdes de pino, remontando las aguas penosas del Río Grande de la Magdalena bajo el cielo injurioso, con el ruido del agua ignorante de su parentesco musical."
La otra costilla de la muerte
Gabriel García Márquez
"En efecto, le disgustaba aquel sueño, pero no podía explicarse por qué le alteraba la circulación si las veces anteriores, cuando las pesadillas eran horripilantes, había logrado mantener la serenidad. Sintió las manos frías."
Tubal-Caín forja una estrella
Gabriel García Márquez
"Porque el miedo se había detenido como una orilla de metal en sus vértebras, podía saber ahora que iba a sucumbir. Un calofrío que nació en sus uñas comenzó a subir livianamente, como un vaho de éter por sus pantorrillas, por sus muslos —¡sus muslos!—, dejando en su rumbo vertical una temblorosa región que más tarde sus pies, sus piernas, no eran ya, los iba convirtiendo en cemento."
Eva está dentro de su gato
Gabriel García Márquez
"Maldijo a sus antepasados. Ellos tenían la culpa de su vigilia. Ellos, que habían transmitido esa belleza invariable, exacta, como si después de muertas las madres sacudieran y renovaran las cabezas para injertarlas en los troncos de las hijas."
La tercera resignación
Gabriel García Márquez
Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él...
Ladrón de sábado
Gabriel García Márquez
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años...
Amargura para tres sonámbulos
Gabriel García Márquez
Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro— que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas...
La siesta del martes
Gabriel García Márquez
El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar. Una humareda sofocante entró por la ventanilla del vagón.
La santa
Gabriel García Márquez
Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su castellano difícil y su buen talante de romano antiguo...