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Sensaciones extrañas

de la serie Libros. Amilkar Feria Flores

Cuestionados. No en balde cada vez que se refieren a un escritor, existen categorías que lo alejan de una realidad que está allí, tan tangible que puede desaparecer en un instante; en el mismo momento cuando esa realidad se convierte en idea, y luego en el libro que todos, o casi todos leemos. Me encantan los libros y sobre todo los de historia. Me hacen pensar en quiénes somos. Sé que escribir es un acto de soledad; no se hace colectivo hasta que otra persona lo lea, y por supuesto, dé sus impresiones. Tengo muchos amigos escritores, y realmente los escritores son de una especie rara. A diferencia de otros artistas, ellos son capaces de aislarse de una manera impresionante. Tal vez, tanto tiempo en soledad en el proceso de creación, puede que hayan sido infectados con el virus de la apatía.

Amo a los escritores, sin ellos la historia humana no sería cognoscible. Creo que Dios les dio una tarea en la vida, y es entre tantas cosas, la de memorar la actividad humana. No es posible conocer sin que antes seamos conocidos, y hemos conocido mediante la literatura. Pongo en alto la labor de un escritor. Sí, la labor de crear. No soy partidaria de que existen libros malos, creo que existen libros que dejan huellas. Esos que son capaces de estremecer el alma o la actitud cuando las letras son más que letras y cobran vida.

Y es entonces, cuando de conocer también el proceso editorial, encuentro respuestas a esa apatía. No justifico nada, no culpo a nadie siquiera, solo señalo algunas cuestiones. Sé que el Instituto Cubano del Libro en nuestro país, en primer lugar, ha sido una idea para enaltecer el trabajo de quien escriba. Sé además que desprendido de esta institución, existen las editoriales encargadas de que esa creación del escritor sea pulida y perfeccionada. Y en último lugar, no menos importante, se encuentran los departamentos de Promoción Literaria.

En teoría todo encaja. En la práctica es donde se hacen malabares para que un libro llegue a manos del público. Hace poco terminé de leer un libro, por cierto, muy bueno. Pero terminé con una sensación muy extraña. El contenido excelente, pero la forma era de muy mala calidad. Además, es un libro que fue escrito en el 2014, y fue precisamente en la Feria del Libro 2017 que se puso en venta. Tres años en el anonimato. Tres años donde el público cargó la culpa de las Editoriales. Creo que es momento de hacernos algunas preguntas de carácter elemental. ¿Por qué tanta demora para que un libro esté al alcance del lector? Sin que nadie se incomode, los procesos burocráticos nos están lacerando. Las instituciones que deberían responder a que la sociedad cubana crezca, según el pensamiento martiano: Leer es crecer, es cada vez más decadente. Y si en idea los Centros provinciales del libro y las editoriales territoriales están diseñados para que desde las provincias sean visibilizados los escritores, no entiendo el motivo de las demoras que luego perjudican en primera instancia a todos los ávidos de leer un libro nuevo, luego al escritor. Volviendo un poco a la idea de contenido-forma, muchos (y me refiero a todo el personal que está en contacto directo con el libro en el proceso editorial) han tomado como alternativa una idea que a mi juicio, no es funcional. Tanto el contenido que se presenta como la forma son importantes, y no se debe superponer el uno al otro. Si un producto en su contenido es bueno, y además es capaz, de cómo dije en el inicio dejar huellas; también debería estar acompañado de una forma que esté en correspondencia a lo que se está presentando. Tal vez me juzguen de absolutista, yo prefiero nombrarme detallista; pero es inconcebible que un libro tenga que cargar con malas ediciones, con diseños nefastos, con ilustraciones pocos creativas, y con correcciones equívocas. Tampoco creo prudente la jerarquización absurda que se hace entre un escritor y otro, muchas veces los llamamos vacas sagradas, nombre que no entiendo. La realidad es otra, una cosa es saber cuándo un libro es bueno para ser publicado y otra es cuando algunos bajo su propia idea de Gusto, hacen diferencias entre lo que para él es bueno. Y algunas categorías para diferenciar cuestiones referentes al arte, las aprendimos en estética, puede que esté sobre lo grotesco, lo bueno, lo feo, y antagónicas en sí muchas de ellas; pero no deja de ser algo Bello. Y lo bello está en la creación, en el producto. Por tanto, no podemos dejar pasar que una buena obra literaria sea juzgada por solo el criterio impuesto por uno que dirige, y que canaliza todo lo que cree por su gusto personal.

Otra cuestión que quiero señalar, está precisamente en los Centros de Promoción. ¿Existe hoy en nuestro país una buena promoción del libro? Ahora no quiero que me juzguen de negativa, prefiero nombrarme objetiva. El mundo hoy corre, y es manejado tan solo con un clic. Las nuevas tecnologías nos han traído algunas ventajas y desventajas. En un inicio al investigar un poco los problemas referentes a la lectura en los jóvenes, creí que la cuestión del no-habito de leer se encontraba en que la era de la digitalización remplazaba los libros duros, si se pudieran nombrar así. Caminar un poco me demostró que hay algo más que hemos dejado pasar por alto, y es la archiconocida Promoción. Casi siempre se relaciona la promoción con otras artes, y cuando se trata de la literatura se asume de conjunto con el tema de la asistencia a espacios. Pero hay un detalle que se encuentra en el funcionamiento de los Centros de Promoción. Hemos dejado de enamorar a la gente con los libros. Una avalancha de publicidad viene con el escritor, y esto es bueno, pero no es suficiente. Porque podemos pecar de idolatrización al escritor, y la idea no es esa. Un libro siempre enamora. Y promoción, también significa dar a la luz algo; pero qué luz hoy estamos dando con libros escasos de forma, porque solo nos interesa el contenido. Qué luz aportamos cuando nuestras estrategias de promoción son lineales, y perdemos de perspectiva otras maneras de publicitar. Traer a la vida a un bebé demora aproximadamente nueve meses, contando en ello todo el proceso de formación. Un libro como el que yo leí, demoró tres años. Tal vez pongan como pretexto la falta de recursos. Lo cierto es que a causa de la ineficiente promoción nos quedamos sin el beneplácito de poder leer el libro, que algún escritor ya escribió. Todo esto sin contar el tedioso y anquilosado mecanismo de distribución.

Me interesa que leas, y que leas de manera reflexiva esto que nos inmoviliza. La lectura final es que estamos dando vueltas en un mismo círculo: donde los Centros del Libro (quienes dirigen), las editoriales (quienes ponen manos a la obra) y los Centros de Promoción (quienes dan a la luz) no anotan en sus agendas la palabra rectificar y perfeccionar.

Sé que el Instituto Cubano del Libro invierte en el mejoramiento, sé que los Centros Provinciales del Libro intentan corresponder a este objetivo vital, sé también que en cuanto a promoción se sigue intentando. Lo cierto es que es hora de renovar nuestras estrategias. Solo por una cuestión importantísima: leer es crecer. Entonces, debemos abonar sobre el suelo árido, pues aun siguen llegando libros que dejan sensaciones extrañas.

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