Reseña

Saltando al vacío y cayendo a la tierra, con el subteniente Hilario

Cuando me dijo que tenía unas seis novelas inéditas, toda una saga alrededor de un policía llamado Hilario, no le creí de entrada. Y no es que Jorge Luis Rodríguez Aguilar tuviera cara de deshonesto, además de que le precedía su fama de pedagogo, diseñador y fotógrafo, sino que ese nivel de persistencia en la novela policial es un evento escaso en la narrativa cubana de los últimos treinta años. Sobran los dedos de una mano, si acaso mencionar tres nombres: el archiconocido Leonardo Padura con su personaje Mario Conde, el santaclareño Lorenzo Lunar y su protagonista Leo Martín; y el hoy residente en Alemania, Amir Valle, con el teniente Alain Bec. 

Lo de inéditas sí que no era motivo de asombro, pues esos tres mencionados se tuvieron que abrir camino con editoriales de España, para contrarrestar el desinterés por el género negro dentro del universo editorial de la Cuba del presente. Una apatía que exhibe los recelos hacia el áspero sendero del actual policial y el deseo anacrónico de permanecer aferrado, cual lo demuestra la supervivencia del Concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución y las publicaciones de la Editorial Capitán San Luis regida por el Ministerio del Interior, a los rescoldos de aquel brioso “policial revolucionario” de los años 70 y 80, que proyectaba una sociedad en consenso, con policías y cederistas buenas gentes y enfrentados a los escasos delincuentes y contrarrevolucionarios malos, rezagos del tiempo burgués anterior y de la entrometida agresividad del imperialismo.

Pronto adquirí certezas, pues recibí de Jorge Luis fragmentos de sus novelas para publicar en mi web literaria Isliada. También fui parte de los jurados del Fantoches 2019 y el Luis Rogelio Nogueras 2020 y constaté la calidad de un par de esas novelas, las cuales, por muy poco y discutiendo hasta el final contra un puñado de buenas obras, no lograron alzarse con esos premios. Ya en 2022, cuando estaba seleccionando los relatos con los que conformé la antología Regreso a la isla en negro. Nuevas historias de crimen y enigma1, tuve claro que no podía pasar por alto a este autor habanero, tan prolífico en lo policial, e incluí “Cuatro palabras”, cuento que también involucra al “detective” Hilario.

Todos estos datos apuntan a la consolidación de Rodríguez Aguilar dentro del panorama actual de la literatura cubana de género negro2y a la necesidad de contribuir a la difusión de sus novelas dentro y fuera de la isla. Luego, mi preámbulo pretende, esencialmente, hacer salutación de esta oportunidad de que al lector italiano llegue Salto al vacío, una de las novelas de esta más serie que saga3, dedicada a las aventuras detectivescas del subteniente Hilario, con las que, de paso, se obtiene un retrato de costumbres, un fresco detallado sobre la Cuba de hoy.

Esto último es algo que singulariza la obra de Rodríguez Aguilar con respecto a otros autores cubanos del género negro. En lugar de la indagación analítica sobre las razones del presente de la isla, el tono grave del juicio crítico y la pretensión de moverse entre las coordenadas del “realismo”, típicas de la serie de Mario Conde escrita por Padura, en este Salto al vacío y las otras novelas de Hilario se adoptan maneras del policial más cercanas a las del colombiano Santiago Gamboa, en Perder es cuestión de método (1997); o el italiano Pino Imperatore, en El asesino en su salsa (2021) y sus otras novelas del inspector Scapece, ambientadas en Nápoles4

Más “neo-costumbrista” que “realista”5, la saga de Hilario adopta un tono zumbón, cuasi humorístico a veces, aunque en otras más sarcástico o mordaz, donde sin disminuir la tragedia implícita en una trama criminal, impregna la ligereza, el halo de sátira, que suele encontrarse en la “estampa” costumbrista. Aquí, el “cuadro de costumbres” disecciona la idiosincrasia y vida del cubano, en sus distintas facetas, mostrando sus estructuras sociales, los elementos administrativos, hábitos culinarios, creencias religiosas, dogmas morales y formas educativas, ideas sobre la sexualidad, la familia y los vínculos de pareja, de amistad y vecinales. 

Este reflejo de la psicología social del cubano y su vida cotidiana en la actualidad no obvia algunos de sus lados oscuros. Se examina la persistencia de nociones arcaicas, patriarcales, sobre el papel del hombre, y el padre, en la estructura familiar; la sobrevivencia del machismo, la misoginia y la homofobia, la existencia de esquemas racistas e ideales supremacistas; la presencia de errados estándares de éxito y de patrones conductuales desviados en la adolescencia, que desembocan en el consumo de sustancias nocivas y la creación de pandillas o bandas entregadas a la actuación antisocial y delincuencial. 

También, aunque el dibujo trazado pueda ser representativo de La Habana toda, o de la Cuba toda, las peripecias de estas novelas se concentran en la barriada de Marianao, un antiguo asentamiento de indios, que luego fuera sede para las fincas y quintas donde se establecieron, en el siglo XIX, ricos terratenientes del azúcar, el tabaco y la ganadería; pero abandonado por estos ya entrado el siglo XX, para establecerse en los aledaños Vedado y Miramar, y dejar que este perímetro particular se fuera inundando de masa obrera y población de los estratos sociales más humildes.

Ese viejo policial cubano de los 70 fue proclive, igualmente, a cierto tipo de costumbrismo, aunque de ribetes edulcorados y más idílicos. Intuyo que en sus años mozos, Rodríguez Aguilar debió leer a Luis Adrián Betancourt (El extraño caso de una mujer desnuda), Armando Cristóbal Pérez (La ronda de los rubíes) y Juan Ángel Cardi (Una jugada extraordinaria), entre otros, y algo de eso ha quedado, empujándole desde la nostalgia hacia el homenaje; pero también a la parodia deliberada. De lo primero, persiste la visión benévola del subteniente Hilario y sus abnegados colegas del oficio, a diferencia de otros escritores coterráneos, como Vladimir Rodríguez y su serie Habana Réquiem, que tiñe de tenebrismo y sordidez el accionar de los agentes de la policía. Sobre lo segundo, hay numerosas pinceladas, pero basta citar la sorna con la que recubre a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una organización vecinal oficialmente instituida por el gobierno revolucionario desde 1960: “Aquí los cedeérres no funcionarán, pero no hacen falta. Los vecinos son el órgano de vigilancia más efectivo que hay”.

El subteniente Hilario es algo díscolo con los superiores y empecinado en sus ideas, lo cual ha frenado su ascenso en la cadena de mando; pero desempeña su oficio con una consagración lindante con la obsesión. Soltero y apetecible, con instintos de picaflor, son las mujeres su mayor talón de Aquiles. Definido así en rasgos generales a lo largo de las novelas, este personaje enfrenta en Salto al vacío el desafío particular de averiguar si la muerte de Bruno Pestana fue un suicidio, como indican las evidencias, y las razones profundas que empujaron hacia ese paso mortal a un adolescente aficionado a los deportes extremos y en presumible situación de conflicto con su exigente y arrogante padre Horacio. Si se le suma el asesinato de un profesor universitario, que pudiera guardar relación con el hecho anterior, ya queda expuesto el problema que tiene delante el tenaz Hilario… y no se dirá más en este preámbulo, para que el lector pueda disfrutar de toda la pesquisa.

Jorge Luis Rodríguez Aguilar desenvuelve su madeja investigativa con una prestancia que le hace lucir como todo un experto en los protocolos policiales o, al menos, como un escritor bien entrenado en ello con el consumo de series y novelas negras. Los interrogatorios y diálogos con testigos, implicados y sospechosos se van sucediendo con esa manera personal en la que él comprime los diálogos ―prescindiendo de los guiones de acotación―, para obtener un ritmo narrativo más veloz. Con precisos destellos de conocimiento sobre psicología criminal, y psicología humana en general, va encaminando al lector hacia un final lógico, esclarecedor y, en cierto modo, también didáctico, acerca de los peores y los mejores modos de preparar a un individuo para crecer y ser útil a la sociedad.

Por las páginas de Rodríguez Aguilar desfilan los misterios del alma humana y las situaciones aparentemente incomprensibles, los enigmas, que se nos presentan alrededor, en la realidad de nuestros días. También, en contraste con el pesimismo de mucha novela de género negro actual, la verdad prevalece y la justicia, hasta cierto punto, triunfa. Su Salto al vacío culmina todavía con dolor, pero nos devuelve algo de certeza, algo de consuelo. ¿Tendríamos que pedirle más?

Junio de 2024

1. Publicado por la Colección Cuba de Ediciones Hurón Azul en Madrid, España. Este volumen es una secuela de otra recopilación de relatos de género negro titulada Isla en negro. Historias de crimen y enigma, que sacó en 2014 la Casa Editora Abril, de La Habana; y reeditó el sello Nitro Press, de México, en 2021.

2. Más allá de las distinciones de los críticos ―casi nunca muy precisas― respecto a lo que, estrictamente, es “novela policial” y qué es “novela negra”; y dado que estamos hablando de una tradición literaria común y, encima, hoy el mercado manda y en los anaqueles estas vertientes se rejuntan y confunden; en estas palabras introductorias se usarán indistintamente los epítetos “policial” y “negro” y no se dedicará espacio a aclarar sobre esta disquisición. 

3. Porque ya anda por nueve y no sabemos si será infinita; por el carácter autoconclusivo de cada entrega: un caso resuelto por vez; y por no abordar períodos de tiempo histórico muy dilatados, cual suele ocurrir en las sagas. 

4. Con respecto al costumbrismo en el policial de estos autores mentados, leer el ensayo “Del detective al fisgón: el policial costumbrista en Colombia”, de H. Hoyos (Revista Lingüística y Literatura, No. 55, 2009, pp 52–71); y la reseña “Policial costumbrista en Nápoles” de Guillermo Belcore (Diario La Prensa, Argentina, 23-05-2021).

5. Dicho en el sentido de las diferencias entre estos dos géneros literarios y no para enfatizar alguna superioridad de la segunda en cuanto al apego a la realidad descrita.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.