Reseña

Ronaldo se va lamiendo todo

Amores desalmados (Colección La Rueda Dentada, Ediciones UNIÓN, 2011) es el reencuentro del cubano que lee y vive todavía en Cuba, con la obra de Ronaldo Menéndez.

El “chico prodigio” que nació en La Habana, 1970, y a los 20 añitos ganó el Premio David de Cuento gracias al volumen escrito a cuatro manos con Ricardo Arrieta, Alguien se va lamiendo todo (salido en 1996 por Ediciones UNIÓN). El mismo que en 1997 sorprendió al ceñirse el lauro prestigioso del Casa de las Américas, con El derecho al pataleo de los ahorcados.

Aquel que en fecha imprecisa (¿de los 90 o ya en el nuevo siglo?) partió hacia Perú, y de ahí… a Europa. A Madrid.

Las ondas incorregibles que surcan el Atlántico, a cada rato traían noticias de que no se apagaba la buena estrella de Ronaldo. (Adora el Olimpo a los germinados bajo ese nombre, tanto si portan la armazón recia de un jugador de fútbol aunque la cabeza vana, como si son de constitución enjuta pero fecunda imaginación para las letras).

Se supo del Premio Lengua de Trapo 1999 y la novela La piel de Inesa. De la salida por esa misma editorial española de las novelas Las bestias (2006) y Río Quibú (2008). De la invitación en 2007 a “Bogota 39”, cuando se presumió la conjunción de los astros nuevos de la literatura latinoamericana.

De sus andanzas por escuelas madrileñas dictando cursos sobre técnicas narrativas. Del lanzamiento de su libro de cuentos más reciente: Covers, en soledad y compañía (Páginas de Espuma, 2010).

En La Habana, 2011, fue visto Ronaldo pisando las calles nuevamente.

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El escritor español Enrique Vila-Matas ha dicho de sí mismo que es un “escritor argentino”. El norteamericano Paul Auster, aunque se diga heredero de Samuel Beckett, podría pasar por hijo de Borges y ser un “escritor argentino”. El mismo Borges, deudor de Poe, Chesterton, Stevenson y obseso de las kenningar de Islandia, tuvo razones para desligarse del escritor argentino y la tradición.

Al cubano Virgilio Piñera, que vivió largos años en Buenos Aires y cuyos cuentos no lo asemejaban a ninguno de sus compatriotas, habría que buscarle un gen literario en Kafka, praguense extranjero en Praga, y otro en el cerebral existencialismo francés.

La Edad de Oro de las literaturas nacionales ocurrió en el muy pasado siglo XIX, aquella era fértil para los nacionalismos. Hoy, nada que ver. Seguir circunscribiendo a los autores dentro de estancos nacionales es sólo un acomodo lógico, pero cada vez más fútil, de los que urden manuales de historiografía literaria.

Ningún escritor, tampoco un simple lector (a no ser compelido por un ejercicio académico), recorre la literatura como si fuese viajero en automóvil, forzado a detenerse en el margen fronterizo que decide la geografía política.

Cualquier escritor, o lector, es como el turista actual, que salta en avión trechos enormes, atraviesa por libros de confines distantes, y construye así, de manera aleatoria y caprichosa, su Biblioteca.

Cada escritor es hijo de su propia, singular e irrepetible Biblioteca. Ronaldo Menéndez, afirmo yo, es un “escritor argentino”.

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Amores desalmados contiene 113 páginas y 10 cuentos. Estos se titulan: “Factor sorpresa”, “La noche bocabajo”, “La caza de las moscas”, “Menú insular”, “De vuelta a Dogville”, “Ejército desnudo”, “Hotel Ambos Mundos”, “Arte total”, “Causalidad” y “La ciudad de abajo”.

De ellos, ya “Menú insular” era conocido por el cubano que lee y vive todavía en Cuba, tras ser incluido por Alberto Garrandés en la antología La ínsula fabulante. El cuento cubano en la Revolución (1959-2008).

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Como Pierre Menard que reescribe El Quijote sin variar ni una coma, así Ronaldo Menéndez calcó de El Aleph: “Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten: ¿Cómo transmitir a los otros el infinito Menú Insular…” Ahí se desvió al final, más lo que prosigue es idéntico: “…que mi temerosa memoria apenas abarca?”

A seguidas se traslada literalmente otro segmento borgiano: “Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Vi el populoso mar…”

Pero, en lo adelante, el famoso pasaje es totalmente reelaborado y adaptado a los propósitos de una narración simuladora del estilo de las crónicas, en donde el insólito sustento de los isleños en los duros noventas (gatos por peces o liebres, criaturas secuestradas del Zoo, cerdos criados en bañeras) es contrastado con los manjares criollos que perviven exclusivamente en la memoria:

“…y del mar vi redes y de las redes vi muchedumbres de camarones y langostinos, los vi poblando largas mesas familiares bajo rostros risueños, vi fuentes de aguacates en lascas y lascas y lascas, haciendo de la cerámica una cebra verde, vi rabo de toro encendido bajo crema de ají, vi pulpos y calamares ahogados en su tinta, vi plátanos, mameyes, caimitos, zapotes, anones, chirimoyas y mangos…”

Este experimento de reescritura de El Aleph mediante recontextualización, lo empieza Ronaldo Menéndez en el arranque mismo de su “Menú Insular”:

“La candente mañana de marzo en que anunciaron oficialmente en que iban a racionar el pan y los huevos, después de un imperioso rumor que no se rebajó un solo instante al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de las bodegas habían renovado sus anuncios sustituyéndolos por un rotundo: ‘Pan y huevos, sólo por la libreta de racionamiento…”

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Amores desalmados reúne un conjunto de cuentos que exploran las líneas temáticas principales de la obra de Ronaldo Menéndez: la soledad, el poder, la sexualidad. Textos heterogéneos, cuya unidad es sobre todo conceptual, también se erigen en homenajes a otros autores y obras precedentes. Hay aquí un Aleph, algo de Cortázar, e incluso la apropiación literaria de un largometraje. Humor y drama, luz y sombra, pero el gran protagonista de este libro es el lenguaje. Con audacia y maestría el autor consigue conjugar lo brutal y lo poético en un delicado equilibrio”: revela la nota de contraportada del libro recién publicado por Ediciones Unión.

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Para el cubano que lee y vive todavía en Cuba, y ahora se reencuentra con la obra de Ronaldo Menéndez, explico que estos Amores desalmados colmarían las expectativas de ceñudos Teóricos de la Influencia y perspicaces cazadores de intertextualidades.

Si bien es escasa la angustia psicoanalizable ante la vigorosa impronta de los padres literarios (a la contra de Harold Bloom) que deja traslucir el joven epígono. En cambio, este se traga la píldora de la densa tradición justo para alcanzar el “éxtasis de la influencia” (en sintonía con Jonathan Lehme) y gozar socarronamente con el “tira y afloja” de la parodia posmoderna.

¿Recuerdan aquel personaje atribulado, náufrago existencial que reniega de sí mismo en No soy Stiller del suizo Max Frisch? Pues en el cuento “Ejército desnudo”, Ronaldo pone a declarar al protagonista:

“Pero no solo insisto en que no soy Estiler o Stiller o alguna sustancia antipática, sino simplemente afirmo que yo soy yo, un director de teatro al que se le ocurrió que el campo y los vientos eran el mejor remedio contra la perniciosa metrópoli. ¿Lo sabe usted, mi muy señor teniente?”.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.