Qué tipo con suerte ese Ladislao Adalberto Díaz Llanes. Tomen nota de que apenas con 28 años, y ya tiene 8 libros de narrativa publicados bajo sus nombres y apellidos completos (aunque a continuación abrevie con sus iniciales y aluda a él como “Ladilla”).
Urge exponer que Ladilla, propiamente, no es el “autor” de toda esa obra. Suyo suyo es “El clarinete y otros cuentos”, un cuaderno de 58 paginitas que ganó el Premio David en 2004, o 2005… o 2006. El resto son “antologías” preparadas por él.
Pongo las comillas porque, aquí y ahora, se empeñan en llamar “antologías” a unos especimenes librescos que no son selecciones de relatos destacados, extraordinarios, inolvidables; o sea, de cuentos antológicos de verdad; sino compilaciones temáticas en realidad, un grupo de cuentos apandillados por tratar todos de la misma cosa.
Si la memoria no me falla, Ladilla ha recopilado cuentos de ciencia ficción con mambises, cuentos policíacos sin policías, cuentos sobre la vida de los escritores de provincia, cuentos de Abakuás, cuentos sobre vampiros en los campos de Cuba, cuentos acerca de boxeadores retirados, cuentos sobre sexo infantil (o cuentos infantiles sobre sexo, eso no lo tengo muy claro). Y ya van 7 en este repaso…
Creo que la octava contenía cuentos sobre sexo anal… Aunque no, esa quién la armó fue Azúcar Marina Sotelo. La última “antología” de Ladilla reunía cuentos de amor en los tiempos del Periodo Especial.
Ladilla es un tipo con suerte. Tanta que se topó conmigo en el Parque Víctor Hugo (el popularmente conocido como Parque H) y resulta que yo tenía la solución para que pudiera emprender su nuevo proyecto de “antología”.
—Hola Grillo. —tomó Ladilla la iniciativa en el saludo, llamándome por mi apellido como hace casi todo el mundo y creyendo que es un apodo.
—Hola Ladilla —por supuesto que no le llamé así sino por sus nombres y apellidos completos.
—¿Cómo va todo?
—Ahí —respondí escuetamente y recordé a Pasarín, el poeta vasco, que se maravillaba de esa expresión con la cual los cubanos somos capaces de explicarlo todo sin decir nada.
—¿Escribiendo, no?
—Bueno…
—Oye, tal vez tú puedas ayudarme…
—¿Sí?
—Estoy buscando cuentos de balseros…
—¡¿De balseros?! Tarea difícil, ese tema ya pasó de moda… Si quieres hacer otra antología, te sugiero que busques cuentos de…
—Nooo… ¡Tienen que ser cuentos de balseros!
—¿Y quién va a publicarte eso a estas alturas?
—Una editorial turca.
—¿Turca dijiste…?
—Sí.
—¿De Turquía?
—Por supuesto.
—¿Y por qué los turcos están interesados en los balseros?
—¿Cómo que tú no lo sabes…? ¿No ves la Televisión?
—No… Sí… ¿Qué cosa?
—La Mesa Redonda de los miércoles. “El mundo a mitad de semana”…
—A ver, explícame…
Porque yo no tenía ni idea. Solo uso la pantalla del televisor para ver los DVDs de series como The Wire, Breaking Bad, The Walking Dead…
—La cosa es que el legendario viaje de la Odisea, a través del Mar Egeo, se emprende ahora en la dirección contraria…
Puse cara de seguir confundido.
—Chico, ¡la crisis en Grecia! ¡Los modernos Ulises huyen hacia Troya!
—Ah, ya entiendo… Hay conflictos con inmigrantes ilegales llegando en balsa a Turquía.
—Algo más o menos así… Y al parecer la editorial turca ha pensado en el caso de Cuba…
—Sí, sí, claro…
—¿Se te ocurre alguna manera de ayudarme?
—Pues creo que sí… ¿Tú tienes acceso a Internet?
—Bueno, una vez a la semana voy al cibercafé de la Unión de Escritores y reviso mi Gmail…
—¿Tienes dónde anotar? Porque me han hablado de un sitio web nombrado Revolicuento.com…
—Yo conozco Revolico.com, donde se compra y vende de todo… ¿Pero ese que tú dijiste…?
—Escribe ahí… www.revolicuento.com
—¿Y eso qué es?
—Pues parecido a Revolico, porque también es para colocar ofertas, pero de cuentos exclusivamente…
Le tocó a Ladilla poner cara de desconcierto.
—No puedo contarte mucho más, porque todavía no he visitado ese sitio. Pero me han asegurado que es una página web muy útil para gente como tú, que les gusta hacer antologías.
—Coño, Grillo, ayúdame con eso, mi hermano, que tú sí tienes acceso a Internet…
—Okey, voy a investigar y te llamo por teléfono.
—Muchas gracias de antemano… Y si no es mucha molestia, averíguame además si me sirve para encontrar cuentos de flacas…
—Está bien.
Ya nos separábamos cuando se me ocurrió probar si yo también podía tener un poco de suerte…
—¡Espérate!… Mira, tengo por ahí un par de cuentos con un personaje al que le dicen “El Flaco”. ¿Te convendrían?
—¡No, qué va! Sólo si le cambiaras el sexo a tu protagonista… Discúlpame, pero las editoriales solamente quieren historias con mujeres… ¿Sabías que a Azúcar Marina Sotelo le van a publicar una antología de cuentos sobre gordas? Por eso a mí se me ocurrió probar con una antología de flacas.
—Te entiendo, los machos no están de moda… ¡El feminismo de estos tiempos!
—Nada de eso. ¡Es por las estadísticas!
—¿Las estadísticas?
—Sí… Se hizo un estudio a nivel global y arrojó que las mujeres son quienes más leen en la actualidad.
—¿Ah, sí?
—Así mismito. Mientras, los hombres de hoy consumen más televisión, hasta ya ven telenovelas.
—Oh, increíble…
Ahora fue Ladilla quien me retuvo.
—¡Espérate! Un último favor… Fíjate en si ese Revolicuento tiene cuentos de mujeres bisexuales.
Si de bisexuales se trata, ¿qué más da que sean mujeres u hombres?, pensé, un tanto confundido, pero me quedé callado y le guiñé un ojo a Ladilla como para ratificar mi compromiso de auxiliarle.
Dos días después, hice la llamada telefónica para dar cuenta de mi pesquisa virtual.
—Revolicuento.com es el sitio ideal para lo que tú necesitas —informé.
—¡¿Verdad?! ¡No me digas que encontraste cuentos de balseros!
—Bueno, exactamente de balseros, no vi ninguno en oferta. Te digo que ese tema lo quemaron ya en los años 90… ¡Pero hay textos ahí de cientos de temáticas!
—¿Encontraste cuentos de flacas?
—¡Sí, como no! Y de mujeres enanas y mujeres basquetbolistas, de mujeres profesionales y de amas de casa, de mujeres engañadas y de las engañadoras, de fantasía heroica con supermujeres y de mujeres que comandan naves espaciales, de mujeres violadas y mujeres avasalladoras. ¡Hay cuentos con todo tipo de mujeres! ¡De eso es lo que más hay!
—¿Me buscaste los de mujeres bisexuales?
—¡Sí hombre, sí! Y me encontré también con cuentos de mujeres anorgásmicas y de mujeres que les encanta el sexo grupal, de mujeres embarazadas y de mujeres que no desean tener hijos…
—Y cómo es la cosa… ¿Tú entras ahí, te bajas el cuento y ya? ¿O lo tienes que comprar como en Revolico?
—No, chico, no… Déjame explicarte… Tú abres la web y lo que ves es un grupo de categorías que representan las distintas temáticas. Luego pinchas en el tema que tú quieres y te aparece una lista con títulos de cuentos. Entonces, tú empiezas a linkear y de cada cuento se muestra una sinopsis argumental y la ficha biográfica del autor, con el teléfono o el email para comunicarte con él. ¿Entendiste?
—Sí, pero me queda una duda… ¿Tengo que ofrecerle antes un dinero al autor para que me proporcione su cuento?
—¡Claro que no! Los cuentos fueron colocados por los autores ahí, precisamente, para facilitar que se los incluyan en antologías. Tú sólo tienes que establecer contacto con el escritor, decirle que pondrás su cuento en una antología, él te lo manda… Y lo que sigue es el mismo proceso de siempre: cuando la editorial haya publicado el libro, esta se encarga de pagarle a cada escritor unos pesitos por derecho de autor.
—Qué bien. La verdad que Internet es lo máximo…
—¡Y no te he dicho todo! Hallé una opción que puede resolverte el problema de los balseros…
—¿Sí?
—Facilito… Cuando llegas a la portada de Revolicuento.com, no solamente encuentras la opción de “Ofrezco”, además está una de “Busco”. Tú entras ahí y te creas un anuncio, indicando la clase de cuentos que tú quieres y dejando tus señas… Seguro estoy que si pones que andas buscando cuentos de balseros, enseguida van a aparecer autores que se motiven a escribir del tema y ofrecerte su texto…
—Coño, qué bueno está ese Revolicuento. La verdad que Internet…
—No te olvides de aclarar que la antología saldrá por una editorial turca. Como pagan en euros eso es tremendo estímulo…
—Bueno, tú sabes, nunca es mucho el dinero que se destina para estas cosas… Los autores recibirán alguito, pero la mayor parte le toca al antologador, que merece ser recompensado por el esfuerzo… Además, ten en cuenta que si uso la vía de la web, tendré que pasarme horas sentado delante de Internet, con lo lenta que es la conexión de la Unión de Escritores…
Por un momento me pasó por la mente brindarle a Ladilla la posibilidad de usar mi conexión casera. Valoré si él se dignaría a compartir los dividendos después de tantos servicios prestados por mí. Pero como yo no soy un tipo con tanta suerte, me callé la propuesta.
Tampoco le referí a Ladilla sobre otra oportunidad más que ofrece Revolicuento.com. ¡Esa que la descubra él por su cuenta!
Me refiero a la opción de “Intercambio”.
Indagando en ese espacio, me topé con alguien que andaba a la caza de minicuentos policiales y, casualmente, yo tenía algunos relatos de ese corte en mi ordenador —reunidos por puro placer, nunca con la intención de preparar una “antología”—. A cambio, el otro ofrecía un par de cuentos largos y de un condimento tal que, de pronto, me sentí tentado a contactar con él y realizar un data exchange.
Porque yo no soy un tipo con mucha suerte, pero me la juego a que captaré la atención de alguna editorial extranjera cuando tenga lista mi primera “antología”. Una con historias de mujeres asesinas en serie en La Habana.