Las dulces horas
Reseña al estilo John Updike
Aún sin estar convencido de la fecundidad de los ejercicios de ortodoxia, me amarro por esta vez a una fórmula. John Updike, el conocido novelista de la saga de Harry “Conejo” Ángstrom, y virtuoso crítico literario en publicaciones norteamericanas, propone unas Reglas para reseñistas, que seguiré paso a paso:
I. «Intenta entender qué es lo que el autor deseaba hacer y no lo culpes por no lograr lo que nunca intentó»: Basta leer “Capacidad de asombro” para uno saber lo que pretendía Amilkar Feria en Las dulces horas. Y con tan pleno reconocimiento de sus límites el autor, que de nada vale culparlo si más lejos no pudo (no podía) llegar: El mundo no cabe en mi talego ni en pedazos./ Es una idea muy grande para ser pensada/ de una sola vez.
II. «Da citas literales suficientes, al menos un fragmento largo, de modo que el lector pueda formarse su propia impresión»: Con gusto, reproduzco por completo, de entre varios poemas que me tientan, este “Capricho Italiano” (dedicado a la doncella, a Leonardo, al armiño):
Sostenlo con firmeza. Que no escape:
Repetía el maestro en cada sesión.
Cuando comenzó, durante el frío
invierno en las estribaciones alpinas,
el armiño era blanco glacial.
En el transcurso, la doncella
que le acompaña ha perdido su condición.
En consonancia, el flexible
animalejo que posa entre sus brazos
Es ahora castaño.
La tenaz voluntad del genio
ha perpetuado la intención inicial
de aquel blanco enero, mientras se repite,
todavía hoy:
Sostenlo con firmeza. Que no escape.
III. «Más que ofrecer nebulosas precisiones, confirma la descripción del libro con citas, aunque sea una sola frase»: Cada libro, como cada hombre o evento de este universo, toma la forma de una frase que lo contiene. De acuerdo con ello, elijo esta de “Pluviomancia”: Cada gota contiene la esfera del sortilegio. Solo que en lugar de “cada gota”, escribo “cada verso”. Encima, para la voz Sortilegio asumo cada una de las acepciones que me regala el Diccionario: Así, cada verso es Encantamiento, es Adivinación, es Maleficio…
IV. «No te alargues en la descripción de la trama y no cuentes el final»: A la par del poemario Las dulces horas, leía las novelas Las horas y Días cruciales, del Premio Pulitzer Michael Cunningham. La primera inspirada en Virginia Wolf, la segunda en Walt Whitman. Ambas obsesionadas con el tiempo, pero en ese justo y humano, que so pretexto de medida útil, aprisionamos bajo relojes de pulsera, minuto a minuto, como marcapasos que discurre hacia la frontera inexorable de la muerte; el gota a gota dentro de la copa de la vida que al rebosarse nos echa fuera de la eternidad. Amilkar, por el contrario, es un auscultador de ruidos en el Tiempo, en los Ciclos Universales de la Naturaleza y la Historia. Por tal su cuaderno irrumpe en el Solsticio de Verano y cierra bajo los auspicios del Equinoccio de Primavera. Por ello, narra: Entre el Barroco Prehistórico y el de Bernini/ Mesoamérica y la axila del Adriático,/el Gran Calendario Azteca y Las Estaciones de Vivaldi/ el tiempo traza una parábola descomunal y sangrienta/ que acaba por ensartar las tripas de Moctezuma/en el acero inclemente de Cortés (“Desafueros del Tiempo”). Por eso, en estos poemas, los hermanos Limbourg nunca terminarán de inventariar el tiempo, ni un romance va a soportar la tremenda tensión de la materia oscura. Tampoco sabremos quién llegó primero, o si Teseo y el Minotauro compartieron Laberinto desde el inicio. Pero ya me estoy alargando demasiado, por un segundo dejé que la serpiente se soltara la cola… Suerte que no tiene un final que por descuido yo contaría. El libro me obliga a revisar su “Cuestión de principios”, la primera página: En el principio/ (harto tedioso)/ fue recoger el desorden/ del final anterior.
V. «Si el libro te resulta deficiente, cita un ejemplo de otro sitio que explique qué es lo bueno»: En medio de los elogios que haría el poeta Roberto Manzano a Las dulces horas, Premio Pinos Nuevos 2007, durante su lanzamiento en La Cabaña, dijo: “Disfrutar la poesía es angustiarse un poco”. Axioma que haría las delicias de Maurice Blanchot, el que una vez escribió: “Aprende a pensar con dolor”; y que suscribiría Jacques Lacan, porque acuñó el concepto de Goce para esa síntesis en la vivencia humana del placer y la agonía. Expresión que yo, el reseñista en plan Updike; el autor Amilkar Feria y sus lectores, encontrarán muy adecuada para poemas que rezuman humor, ingenio y sarcasmo, como aderezo a las penurias y faltas de la existencia. Un libro para sibaritas con alma de estoicos. O viceversa.
VI. «No hay que aceptar reseñar un libro con el que se está predispuesto en contra o al que la amistad obliga estar a favor»: Aquí me aparto, lo siento, la amistad sí obliga. Y para colmo, tomo de excusa palabras del propio Amilkar: Para no alterar los ecosistemas de mi conciencia, fracturar el devenir cromático de mis futuras revelaciones y socavar la incipiente germinación de nuevas ideas, he preferido reservar mis lagunas de conocimiento (“Nueva Fe”).
Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.
Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.