Elizabide el Vagabundo
Pío Baroja
Muchas veces, mientras trabajaba en aquel abandonado jardín, Elizabide el Vagabundo se decía al ver pasar a Maintoni, que volvía de la iglesia...
El lago de la luna
Eudora Welty
Desde el principio su martirizada presencia les afectó seriamente. Acabó siendo inquietantemente familiar para ellos escuchar el soplido de desprecio con que tocaba la D trompeta. A veces apenas si podían reconocer lo que él creía estar tocando...
La calle Bellovesi
Massimo Bontempelli
Una vez, mientras estaba en la plataforma de un tranvía de Milán, un individuo con barba gris, sombrero verde y aspecto de calabrés, fijó sobre mí sus blancos ojos de poseído y me dijo...
Carrera en la mañana
William Faulkner
Yo iba en la barca cuando lo vi. Anochecía. Acababa de dar de comer a los caballos y de bajar hasta la orilla y de desatracar la barca para cruzar el río y volver al campamento, cuando lo vi, como a la mitad de un cuarto de milla río arriba...
Suicidio en Alejandría
Federico García Lorca
Cuando pusieron la cabeza cortada sobre la mesa del despacho, se rompieron todos los cristales de la ciudad. “Será necesario calmar a esas rosas”, dijo la anciana. Pasaba un automóvil y era un 13...
Causa de almirante
João Guimarães Rosa
Lejos, una atrás de otra, pasaron las más de media docena de canoas, tripuladas y en gritería, al impulso de los remos, bogando al todo. El sol a golpe, el río brillando como azadón nuevo, destacaban las cabezas en el resplandor...
El pequeño señor Friedeman
Thomas Mann
La nodriza tenía la culpa. ¿De qué había servido que, a la primera sospecha, la señora del cónsul Friedemann la instara muy seriamente a reprimir ese vicio? ¿De qué había servido que le diera cada día un vaso de vino tinto además de la nutritiva cerveza?...
Una moneda al río
Nicomedes Guzmán
Hacia donde se mire —todos lo sabemos— siempre hay algo que atraviesa tormentosamente el aire. El aire es como la vida misma: existe en la razón conmovida de sus más profundos átomos. En algún instante cualquiera del otoño, hay una hoja seca que cae...
La leyenda de Sleepy Hollow
Washington Irving
En lo más profundo de una de las inmensas ensenadas de playas que el Hudson acaricia en sus orillas orientales, se produce un enorme ensanchamiento al que los viejos marinos holandeses llamaron en tiempos Tappan Zee...
Centinela
Fredric Brown
Estaba húmedo, lleno de barro; tenía hambre y frío, y se hallaba a cincuenta mil años luz de su casa. Un sol daba una rara luz y la gravedad, que era el doble de aquella a la que él estaba acostumbrado, hacía difícil cada movimiento...
El elixir del padre Gaucher
Alphonse Daudet
Beba usted esto, beba usted ésto, mi querido vecino; verá usted lo que es bueno. Y, gota a gota, con la minuciosidad de un lapidario que contase perlas, el cura de Graveson escanció en mi copa obra de dos dedos de un licor verde, dorado, tibio, reluciente, exquisito…
Antes de que cante el gallo
Álvaro Mutis
Comenzaron a verse las primeras casas de la ciudad. Seguían alegando, ahora con largas pausas que renovaban las reservas de rencor en cada uno de los presentes. Al perder el maestro la paciencia y ordenar que cesara la disputa, todos guardaron un temeroso silencio en el interior del vehículo...
Lo que lleva el rey Gaspar
Azorín
“Los tres reyes han salido de sus palacios. Los tres son viejecitos. El rey Melchor es alto, con una barba blanca, con sus ojos azules, con sus anteojos de oro. El rey Baltasar es bajo, un tantico encorvado, con un bigote largo y una perilla más larga todavía...
La navidad es triste para los pobres
John Cheever
La Navidad es una época triste. La frase acudió a la mente de Charlie un instante después de que el despertador hubo sonado, y le trajo otra vez la depresión amorfa que lo había perseguido toda la tarde anterior...
Negrita
Onelio Jorge Cardoso
Hacía tres años ya que Bruno había llegado por primera vez a la finca de don Cristóbal. Lo recordaba como si fuera ayer mismo; el dueño estaba sentado en el portal, porque era la hora del mediodía en que el sol del verano cae aplanando los campos y abrumando de calor los caminos...
Difuntos y volátiles
Salvador Garmendia
No hay que tenerles miedo a los muertos -decía mi tía Hildegardis, y me golpeaba el coco con su uña larga, toda verde, que parecía bañada de esperma. (Como era encuadernadora olía a tarro de cola y a simiricuiri y tenía las manos de cuero viejo, engrudadas; de lejos, con su giba, parecía un hombrecito agachado.)...
Con otros ojos
Luigi Pirandello
Desde la amplia ventana, abierta hacia el jardín colgante de la casa, se veía, como posada sobre el azul vivo de la fresca mañana, una rama de almendro florecido, y se oía, mezclado con el ronco y modesto gorgoteo de la fuente en medio del jardín...
Del otro lado del puente
Graham Greene
—Dicen que tiene un millón —dijo Lucía. Él estaba sentado en la húmeda y caldeada plazuela mexicana, un perro a sus pies y un aire de enorme y desdichada paciencia. El perro llamaba la atención de inmediato; era casi casi un perdiguero inglés, solo que algo no había ido del todo bien con la cola y el pelambre...
Croisilles
Alfred de Musset
En los comienzos del reinado de Luis XV, un joven llamado Croisilles, hijo de un orfebre, volvía de París al Havre, su pueblo natal. Encargado por su padre de realizar cierto asunto en la corte, y habiéndolo desempeñado satisfactoriamente...
Alas rotas
Henry James
Consciente como era de lo que había entre ellos, aunque, tal vez, menos consciente que nunca de por qué, a aquellas alturas, tendría que haber algo, difícilmente habría supuesto que pudieran estar juntos tanto tiempo en una casa sin cruzar una palabra o una mirada...