Relatos

Cada cual

Doris Lessing

—Me imagino que tu hermano también vendrá hoy. —Podría ser. Le daba la espalda, ufano, mientras se ajustaba la corbata y el cuello de la camisa y se acariciaba la barbilla para comprobar el afeitado. Solo entonces, después de haber recurrido a todos los pretextos...

El arzobispo de Samos (1694)

Manuel Mujica Lainez

El arzobispo de Samos camina a grandes trancos por la celda del convento de santo Domingo que le sirve de prisión. Walter ha escapado llevándose lo único que al griego le quedaba: su grueso anillo de oro cuya esmeralda ostenta labrado el mochuelo grato a Minerva...

El eco

Naguib Mahfuz

Se apoyó en su bastón y esperó. Tras el sonido del timbre, no se oyó el menor ruido detrás de la puerta, como si la casa estuviera vacía. Dentro de un instante la puerta se abrirá y aparecerá el rostro anciano que no has vuelto a ver desde hace veinte años...

Don Goyito

Abelardo Díaz Alfaro

¡Pobre don Goyito!… ¡Cómo se me ha calado hasta los huesos ese campesino paliducho de mi barrio Yaurel! Cada palabra que brota de mis labios es para él un templo de verdades...

Dos galanes

James Joyce

La tarde de agosto había caído, gris y cálida, y un aire tibio, un recuerdo del verano, circulaba por las calles. La calle, los comercios cerrados por el descanso dominical, bullía con una multitud alegremente abigarrada...

La gemela de la reina

Sarah Orne Jewett

La costa de Maine estuvo en tiempos tan próxima a playas lejanas gracias a su laboriosa flota de barcos, que entre los hombres y mujeres mayores aún se puede hallar una sorprendente proporción de viajeros. Cada lengua de tierra que se adentra en el mar con sus casas elevada...

La más lista

Maeve Brennan

No hace mucho tiempo, pasé unos días en Washington DC, en casa de mi hermana pequeña, Deirdre, que está casada y tiene cuatro niños. Nos habíamos sentado en su amplia y agradable sala, frente a los árboles frescos y verdes de la calle Garfield y los arbustos en plena floración -blanca, rosa, azul, amarilla- de su jardín, donde los niños se entregaban con entusiasmo a un juego bullicioso...

Dos personas delicadas

Graham Greene

Estaban sentados en silencio en un banco del Pare Monceau. Era una prometedora tarde de principios de verano. Una brisa ligera empujaba algunas nubecillas blancas en el cielo. En cualquier momento soplaría el viento y el cielo quedaría totalmente limpio y azul...

Esperando

Osamu Dazai

Todos los días voy a la pequeña estación de tren a buscar a alguien. Quién es ese alguien, no lo sé. Siempre paso por ahí después de hacer las compras en el mercado. Me siento en una fría banca, pongo la cesta de las compras sobre mis rodillas, y miro abstraídamente hacia los molinetes...
Aviones de la Segunda Guerra Mundial

También los niños son población civil

Heinrich Böll

-No puede ser -gruñó el centinela. -¿Por qué? -pregunté. -Porque está prohibido. -¿Por qué está prohibido? -Porque está prohibido, tú, está prohibido que los pacientes salgan. -Pero yo -dije con orgullo- soy un herido...

Del que no se casa

Roberto Arlt

Yo me hubiera casado. Antes sí, pero ahora no. ¿Quién es el audaz que se casa con las cosas como están hoy? Yo hace ocho años que estoy de novio. No me parece mal, porque uno antes de casarse “debe conocerse” o conocer al otro, mejor dicho...

Delicadeza de langosta

Charles Bukowski

—¡Qué cojones! —dijo él—. Estoy harto de pintar. Vámonos por ahí. Estoy harto del olor de la pintura, estoy harto de ser grande. Estoy harto de esperar la muerte. Vámonos por ahí...

El espejo

Alphonse Daudet

Al Norte, a orillas del Nieman, ha llegado una pequeña criolla de quince años, blanca y rosa como una flor de almendro. Viene del país de los colibríes, la trae el viento del amor…

El mentiroso

Elena Garro

El camión Flecha Roja iba muy aprisa cruzando campos verdes. Cuando se detuvo junto a unos árboles le dije a mi mamá: «Voy a hacer de las aguas», y ella dijo: «Ve»...

Ajenjo

Rafael Barrett

Tres dedos de ajenjo puro —tres mil millones de espacios de ensueño. El espíritu se desgarra sin dolor, se alarga suavemente en puntas rápidas hacia lo imposible. El espíritu es una invasora estrella de llama de alcohol fatuo. Libertad, facilidad sublime. El mundo es un espectro armonioso, que ríe con gestos de connivencia...

La madre de Ernesto

Abelardo Castillo

Si Ernesto se enteró de que ella había vuelto (cómo había vuelto), nunca lo supe, pero el caso es que poco después se fue a vivir a El Tala, y, en todo aquel verano, solo volvimos a verlo una o dos veces. Costaba trabajo mirarlo de frente...
Poker night. Foto por Michał Parzuchowski en Unsplash

Los cinco ratones blancos

Stephen Crane

Freddie preparaba una bebida. El largo agitador en su mano daba vueltas con lentitud, y el hielo, como reloj barato, percutía en el vaso. Un tahúr, un gran potentado, un maquinista y el agente de un enorme sindicato de Estados Unidos jugaban a las cartas al otro lado de la ventana...

El cómplice secreto

Joseph Conrad

A mano derecha se veían unas estacas de pesca parecidas a un extraño sistema de vallas de bambú; estaban a medio sumergir y resultaban un tanto incomprensibles en aquella división que marcaban sobre un mar de peces tropicales...

El beso de Salomy Jane

Bret Harte

Solo un tiro había sido disparado. No dio en el blanco —el cabecilla de los Vigilantes— y dejó a Red Pete, que lo había disparado, cubierto por sus rifles y a su merced. Pues su mano estaba acalambrada por mucho cabalgar y su ojo distraído por el repentino ataque, y así había llegado el fin inevitable...

El elemento humano

W. Somerset Maugham

Siempre he ido a Roma en pleno verano. En los meses de agosto y septiembre, de paso para un sitio u otro, me quedo un par de días en la ciudad y vuelvo a ver lugares y cuadros a los que van asociados gratos recuerdos de mi vida. En tal época del año hace mucho calor y los habitantes de Roma pasan el interminable día paseándose de un extremo a otro del Corso...