Relatos

Pájaros. Foto por Mehdi Sepehri en Unsplash

Cangrejos, golondrinas

José Lezama Lima

Eugenio Sofonisco, herrero, dedicaba la maña­na del domingo a las cobranzas del hierro traba­jado. Salía de la incesancia áurea de su fragua y entraba con distraída oblicuidad en la casa de los mayores del pueblo. No se podía saber si era grie­go o hijo de griegos...
Amanecer. Foto por Carsten Stalljohann en Unsplash

Mañana

William Faulkner

No siempre tío Gavin desempeñó su cargo desde que lo designaron fiscal del distrito. En una oportunidad, hacía ya más de veinte años, interrumpió sus funciones durante un lapso muy breve, tan breve que solo los viejos lo recordaban y, aun así, muchos de ellos lo habían olvidado. Porque en esa época le tocó actuar solamente en un caso, como abogado...
Niño andino. Foto por Catherine A G M en Unsplash

El niño de junto al cielo

Enrique Congrains

Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al lugar exacto, precisamente al único lugar… Pero ¿no sería, más bien, que “aquello” había venido hacia él? Bajó la vista y volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus pies, junto a su vida...
Mrs. Richard Brinsley Sheridan. Por: Thomas Gainsborough

El caso de la señorita Amelia

Rubén Darío

Que el doctor Z es ilustre, elocuente, conquistador; que su voz es profunda y vibrante al mismo tiempo, y su gesto avasallador y misterioso, sobre todo después de la publicación de su obra sobre La plástica de ensueño, quizás podríais negármelo o aceptármelo con restricción; pero que su calva es única, insigne, hermosa, solemne, lírica si gustáis...
Los pañales - Yukio Mishima

Los pañales

Yukio Mishima

El marido de Toshiko estaba siempre ocupado. Incluso esa noche había tenido que salir precipitadamente para acudir a una cita y ella había vuelto sola en un taxi. Pero, ¿qué otra cosa podía esperar una mujer casada con un atractivo actor?...
Gnomo viendo tren ferroviario. Por Carl Spitzweg

El gnomo

Gustavo Adolfo Bécquer

Las muchachas del lugar volvían de la fuente con sus cántaros en la cabeza, volvían cantando y riendo con un ruido y una algazara que sólo pudieran compararse a la alegre algarabía de una banda de golondrinas cuando revolotean espesas como el granizo alrededor de la veleta de un campanario...
Robot. Foto por Siyan Ren en Unsplash

Círculo vicioso

Isaac Asimov

Uno de los tópicos favoritos de Gregory Powell era que nada se adelantaba poniéndose uno nervioso. Así, cuando Mike Donovan bajó dando brincos la escalera, con el cabello enmarañado por el sudor, él se limitó a fruncir el ceño...
Blancanieve y Rojarosa. Por Alexander Zick

Blancanieve y Rojarosa

Jacob Grimm, Wilhelm Grimm

Una pobre mujer vivía en una cabaña en medio del campo; en un huerto situado delante de la puerta, había dos rosales, uno de los cuales daba rosas blancas y el otro rosas encarnadas. La viuda tenía dos hijas que se parecían a los dos rosales, la una se llamaba Blancanieve y la otra Rojarosa...
Rostro humano. Foto por Tess en Unsplash

Nosotros, No

José B. Adolph

Aquella tarde, cuando tintinearon las campanillas de los teletipos y fue repartida la noticia como un milagro, los hombres de todas las latitudes se confundieron en un solo grito de triunfo. Tal como había sido predicho doscientos años antes, finalmente el hombre había conquistado la inmortalidad en 2168...
Bosque. Foto por Lukasz Szmigiel en Unsplash

El bosque raíz laberinto

Italo Calvino

En un bosque tan frondoso que aún de día estaba oscuro, el rey Clodoveo cabalgaba a la cabeza de su ejército, de retorno de la guerra. El rey estaba preocupado: sabía que a un cierto punto el bosque debía terminar y entonces él habría llegado a la vista de la capital de su reino, Arbolburgo...
El cuarto hombre - Agatha Christie

El cuarto hombre

Agatha Christie

El canónigo Parfitt jadeaba. El correr para alcanzar el tren no era cosa que conviniera a un hombre de sus años. Su figura ya no era lo que fue y con la pérdida de su esbelta silueta había ido adquiriendo una tendencia a quedarse sin aliento, que el propio canónigo solía explicar con dignidad diciendo “¡Es el corazón!”...
La joven mártir. Por Paul Delaroche

¿Dónde está mi cabeza?

Benito Pérez Galdós

Antes de despertar, ofrecióse a mi espíritu el horrible caso en forma de angustiosa sospecha, como una tristeza hondísima, farsa cruel de mis endiablados nervios que suelen desmandarse con trágico humorismo...
Japanese Sumi-e Painting. Por: Ron Frazier

Líneas aéreas Gorōhachi

Yasutaka Tsutsui

Poco después de salir de la capital, empezó a soplar un tifón. Todos los trenes y barcos llevaban retraso, lo que nos obligó a realizar paradas imprevistas. En la mañana de nuestro tercer y último día de viaje, por fin avistamos nuestro destino: la isla de la Teta...
Fuego. Foto por Adam Wilson en Unsplash

Bautismo de fuego

Mijaíl Bulgákov

Rápidamente pasaron los días en el hospital de N. y yo comencé poco a poco a acostumbrarme a mi nueva vida. En las aldeas continuaban agramando el lino, los caminos seguían estando intransitables y a la consulta no venían más de cinco personas cada día...
Ilustración: The Courier-Journal (29 octubre de 1893)

El caso de lady Sannox

Arthur Conan Doyle

Las relaciones entre Douglas Stone y la conocidísima lady Sannox eran cosa sabida tanto en los círculos elegantes a los que ella pertenecía en calidad de miembro brillante, como en los organismos científicos que lo contaban a él entre sus más ilustres cofrades...
Gato. Foto por Harry Cunningham en Unsplash

El gato que caminaba solo

Rudyard Kipling

Sucedieron estos hechos que voy a contarte, oh, querido mío, cuando los animales domésticos eran salvajes. El Perro era salvaje, como lo eran también el Caballo, la Vaca, la Oveja y el Cerdo, tan salvajes como pueda imaginarse, y vagaban por la húmeda y salvaje espesura en compañía de sus salvajes parientes; pero el más salvaje de todos los animales salvajes era el Gato. El Gato caminaba solo y no le importaba estar aquí o allá...
One day in Wasteland. Foto por Katarzyna Gonsior en Unsplash

En tierra baldía

Lord Dunsany

Sobre los marjales descendía la noche espléndida con todas sus bandadas errantes de estrellas nómadas y todo su ejército de estrellas fijas que titilaban y vigilaban...
Viuda. Foto por Malcolm Green en Unsplash

La viuda del manto prieto

Emilio S. Belaval

Por la noche, la viuda del manto prieto arropaba el cañaveral del barrio con sus tocas harapientas. ¡Condená! Tenía los ojos llenos de ceniza, la boca llagada y unas manos huesudas que no se acababan de morir...
Humo. Foto por Mads Schmidt Rasmussen en Unsplash

Humo

William Faulkner

Anselm Holland llegó a Jefferson hace muchos años. De dónde, nadie lo sabía. Pero era joven entonces, y un hombre de variados recursos, o por lo menos, de presencia, porque antes de que hubieran transcurrido tres años estaba casado con la única hija de un hombre que poseía dos mil acres de las mejores tierras del distrito...
Foto por Tianshu Liu en Unsplash

Estoy desnudo

Yasutaka Tsutsui

—¡Fuego! ¡Fuegooo! Cuando se oyó este grito, yo estaba haciendo el amor con Yasuko Ōno por tercera vez. Para entonces, un humo negro ya se estaba filtrando por debajo de la puerta de la habitación, como si fuera una lengua achatada. Aparté el brazo de Yasuko, que al parecer no había oído nada por el clímax de unos momentos antes, y, a pesar de que ella no quería soltarme, me levanté...