Cuentos de Canterbury – Palabras del anfitrión al grupo
Geoffrey Chaucer
El anfitrión constató que el luciente sol había recorrido la cuarta parte y algo más de media hora en su trayecto diurno. Aunque no muy versado en ciencia astronómica, sabía de sobra que era el 18 de abril, el mensajero de mayo, y que la sombra de los árboles medía exactamente igual que ellos...
Cuentos de Canterbury – El cuento del cocinero
Geoffrey Chaucer
Mientras hablaba el administrador, el cocinero de Londres estalló en carcajadas como si le hicieran cosquillas en la espalda...
Cuentos de Canterbury – El cuento del administrador
Geoffrey Chaucer
En Trumpington, no lejos de Cambridge, serpentea un arroyo cruzado por un puente. A una ribera de esta corriente se yergue un molino en donde -y os estoy contando la verdad- vivió un molinero durante muchos años. Era orgulloso y pagado de sí mismo como un pavo real; sabía tocar la gaita, cazar, pescar, remendar las redes, fabricar cazos de madera en un torno y luchar cuerpo a cuerpo...
Cuentos de Canterbury – Prólogo al cuento del administrador
Geoffrey Chaucer
El grupo aceptó complacido el divertido relato de Absalón y Listo Nicolás; y aunque hubo diversidad de opiniones, la mayoría lo acogió con risas y chanzas. Nadie se enfadó, si exceptuamos al administrador, Oswold, pues era carpintero de profesión. Con ira apenas contenida, se quejó y murmuró un rato:..
Cuentos de Canterbury – El cuento del molinero
Geoffrey Chaucer
Érase una vez un rústico adinerado, entrado ya en años, que vivía en Oxford. Tenía el oficio de carpintero y aceptaba huéspedes en su casa. Vivía con él un estudiante pobre, muy entendido en artes liberales, que sentía una irresistible pasión por el estudio de la astrología...
Cuentos de Canterbury – Diálogo entre el anfitrión y el molinero
Geoffrey Chaucer
Cuando el caballero hubo concluido su relato, todos, jóvenes y viejos, sobre todo los miembros de más categoría del grupo, coincidieron en que era una historia digna de recordarse...
Cuentos de Canterbury – El cuento del caballero
Geoffrey Chaucer
Nos cuentan viejas leyendas que había una vez un duque llamado Teseo, dueño y señor de Atenas. No existía por entonces conquistador más poderoso bajo el sol. Había conquistado muchos reinos de inigualable riqueza y, por su caudillaje y valor caballeresco, incluso el país de las Amazonas, que por aquel entonces se llamaba Escitia, y se había casado con Hipólita, su reina...
Cuentos de Canterbury – Prólogo general
Geoffrey Chaucer
Las suaves lluvias de abril han penetrado hasta lo más profundo de la sequía de marzo y empapado todos los vasos con la humedad suficiente para engendrar la flor; el delicado aliento de Céfiro ha avivado en los bosques y campos los tiernos retoños y el joven sol ha recorrido la mitad de su camino en el signo de Aries...
Dentro y fuera
Hermann Hesse
Había una vez un hombre llamado Frederick; se dedicaba a tareas intelectuales y poseía una amplia extensión de conocimientos. Sin embargo, no todos los conocimientos significaban lo mismo para él, ni apreciaba cualquier actividad intelectual...
Dos imágenes en un estanque
Giovanni Papini
¿Solo para volver a ver mi rostro en un estanque muerto, lleno de hojas muertas, en un jardín estéril, me detuve después de tanto tiempo en la pequeña capital? Cuando me aproximaba a ella no pensaba tener otro motivo que este...
El hombre de arena (Cuento)
E.T.A. Hoffmann
Sin duda estarán inquietos porque hace tanto tiempo que no les escribo. Mamá estará enfadada y Clara pensará que vivo en tal torbellino de alegría que he olvidado por completo la dulce imagen angelical tan profundamente grabada en mi corazón y en mi alma...
Cuento áureo
Manuel Díaz Rodríguez
Psiquis, mujer al cabo, era imprudente y curiosa. Mil desventuras le costó su primera curiosidad, cuando quiso ver el rostro del amante dormido y una gota de aceite escapada de la funesta lámpara ahuyentó al hijo de Venus. Desde entonces, y por mucho tiempo, la vida fue para Psiquis una serie de malandanzas...
Circe
Julio Cortázar
Porque ya no ha de importarle, pero esa vez le dolió la coincidencia de los chismes entrecortados, la cara servil de Madre Celeste contándole a tía Bebé la incrédula desazón en el gesto de su padre. Primero fue la de la casa de altos, su manera vacuna de girar despacio la cabeza, rumiando las palabras con delicia de bolo vegetal...
El poeta
W. Somerset Maugham
No siento gran interés por la gente célebre, y no puedo soportar a esas personas que tienen la pasión de codearse con las grandes figuras...
Micromegas
Voltaire
En uno de los planetas que giran alrededor de la estrella llamada Sirio, había un joven de mucho talento al que tuve el honor de conocer durante el último viaje que hizo a nuestro pequeño hormiguero...
Ícaro
Sergio Pitol
El narrador ha visto esa tarde, en una sesión del Festival Cinematográfico de Venecia, un film japonés que revela, de un modo en apariencia inequívoco, aunque la acción transcurra en Japón (y un episodio esté situado en Macao), la vida de un amigo muerto unos años atrás en condiciones extrañas en una pequeña ciudad de la costa de Montenegro...
El joven Goodman Brown
Nathaniel Hawthorne
El joven Goodman Brown salió a la calle de la aldea de Salem cuando el sol se ponía. Pero después de cruzar el umbral introdujo de nuevo la cabeza para cambiar besos de despedida con su reciente esposa. Y Fe, como tan apropiadamente se llamaba, sacó a su vez su linda cabecita, permitiendo que el viento jugara con las cintas rosadas de la cofia mientras llamaba a Goodman Brown...
El cura de Tours
Honoré de Balzac
En los comienzos del otoño del año 1826, el abate Birotteau, personaje principal de esta historia, fue sorprendido por un chaparrón al volver de la casa donde había pasado la velada. Atravesaba, pues, tan rápidamente como sus carnes podían permitírselo la plazuela desierta llamada del Claustro, que se halla a espaldas del ábside de Saint-Gatien, en Tours...
El huevo y la gallina
Giovannino Guareschi
Entre los hombres de Peppone había uno al que llamaban Bólido. Era una bestia enorme, lenta y tarda como un elefante y un poco tocado. Bólido pertenecía a la “escuadra política”, capitaneada por el Pardo y tenía la función de tanque: cuando era preciso aventar una asamblea adversaria, Bólido se ponía al frente de la escuadra y no había quien lo detuviese en su inexorable avance, y de esa manera el Pardo y los que lo seguían, podían llegar bien pronto hasta la tribuna del orador, y allí, con silbidos y mugidos, lo reducían a silencio en contados minutos...
Acerca de la muerte de Bieito
Rafael Dieste
Fue cerca del camposanto cuando sentí removerse dentro de la caja al pobre Bieito. (De los cuatro portadores del ataúd yo era uno). ¿Lo sentí o fue aprensión mía? Entonces no podría asegurarlo. ¡Fue un rebullir tan suave!… Como la tenaz carcoma que roe, roe en la noche, roe desde entonces en mi magín enfervorizado aquel suave rebullir...