Conducta en los velorios
Julio Cortázar
No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo...
Al otro lado de la pared
Ambrose Bierce
Hace muchos años, cuando iba de Hong Kong a Nueva York pasé una semana en San Francisco. Hacía mucho tiempo que no había estado en esa ciudad y durante todo aquel periodo mis negocios en Oriente habían prosperado más de lo que esperaba...
Caballito blanco
Onelio Jorge Cardoso
Era, primero un carrusel, o un niño primero y un carrusel después. Nunca se sabrá. La cosa es que el niño estaba enfermo de un mal de pie o de pierna que lo tenía impedido de caminar. Así pues, se pasaba el tiempo mirando por la ventana abierta dar vueltas al carrusel y oyendo su música alegre del otro lado de la calle...
La playa
Alain Robbe-Grillet
Tres niños caminan a lo largo de una playa. Avanzan, uno al lado del otro, llevándose de la mano. Tienen sensiblemente la misma estatura, y sin duda también la misma edad: una docena de años. El del medio, sin embargo, es un poco más pequeño que los otros dos...
Los arqueros
Arthur Machen
Pasó durante la Retirada de los 80 mil, y la autoridad de la censura es suficiente excusa para no ser más explícito. Pero pasó durante el más terrible día de aquella terrible época, el día en que la ruina y el desastre llegó tan cerca que su sombra cayó sobre Londres...
Cuentos de Canterbury – El cuento del fraile
Geoffrey Chaucer
Aquel digno recaudador, el buen fraile, estuvo todo el rato lanzando negras miradas hacia el alguacil. Por decencia se había abstenido hasta ahora de insultar, pero al final espetó a la mujer de Bath...
Historia de este gallo
Federico García Lorca
El año 1830 llegó a Granada, procedente de Inglaterra, donde había permanecido una larga temporada perfeccionando sus estudios, el granadino don Alhambro...
Érase una vez un mayo…
Stig Dagerman
Pronto iba a ser la una y todos los que estaban esperando empezaban a sudar y a enrojecer. Los que estaban delante eran empujados hacia la calzada por los que estaban detrás y había unas aperturas insoportables, incluso para los que tenían los codos bien afilados...
Chacales y árabes
Franz Kafka
Acampábamos en el oasis. Los viajeros dormían. Un árabe, alto y blanco, pasó adelante; ya había alimentado a los camellos y se dirigía a acostarse...
Un drama en México
Julio Verne
El 18 de octubre de 1824, el Asia, bajel español de alto bordo, y la Constancia, brick de ocho cañones, partían de Guaján, una de las islas Marianas. Durante los seis meses transcurridos desde su salida de España, sus tripulaciones, mal alimentadas, mal pagadas, agotadas de fatiga, agitaban sordamente propósitos de rebelión...
Una mano sobre las aguas
William Faulkner
Los dos hombres siguieron el sendero que corría entre el río y la espesa cortina de cipreses, cañaverales, gomeros y zarzas. Uno de ellos llevaba una bolsa de arpillera que había sido aparentemente lavada y planchada. El otro era un joven de menos de veinte años, a juzgar por su rostro. El río estaba bajo, con el nivel propio de mediados de julio...
El ladrón de cadáveres
Robert Louis Stevenson
Todas las noches del año nos sentábamos los cuatro en el pequeño reservado de la posada George en Debenham: el empresario de pompas fúnebres, el dueño, Fettes y yo. A veces había más gente; pero tanto si hacía viento como si no, tanto si llovía como si nevaba o caía una helada, los cuatro, llegado el momento, nos instalábamos en nuestros respectivos sillones...
El chofer nuevo
Enrique Jardiel Poncela
Siempre que el chófer nuevo puso en movimiento el motor de mi coche ejecutó sorprendentes ejercicios llenos de riesgos y sembró el terror en todos los sitios: destrozó los vidrios de infinitos comercios, derribó postes telefónicos y luminosos, hizo cisco trescientos coches del servicio público, pulverizó los esqueletos de miles de individuos...
El jardinero
Rudyard Kipling
En el pueblo todos sabían que Helen Turrell cumplía sus obligaciones con todo el mundo, y con nadie de forma más perfecta que con el pobre hijo de su único hermano...
La prodigiosa tarde de Baltazar
Gabriel García Márquez
La jaula estaba terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de la costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo. Tanta gente vino a verla, que se formó un tumulto frente a la casa, y Baltazar tuvo que descolgarla y cerrar la carpintería...
Sally
Isaac Asimov
Sally bajaba por la carretera que conducía al lago, de modo que le hice una seña con la mano y la llamé por su nombre. Siempre me ha gustado ver a Sally. Me gustan todos, entiendan, pero Sally es la más hermosa del lote. Indiscutiblemente...
Cuentos de Canterbury – El cuento de la comadre de Bath
Geoffrey Chaucer
En los viejos tiempos del rey Arturo, cuya fama todavía pervive entre los naturales de Gran Bretaña, todo el reino andaba lleno de grupos de hadas. La reina de los Elfos y su alegre cortejo danzaba frecuentemente por los prados verdes...
Cuentos de Canterbury – La disputa entre el fraile y el alguacil
Geoffrey Chaucer
En cuanto hubo oído esto, el fraile rompió a reír. —Vamos, señora. Por mi salvación, que éste fue un largo preámbulo para el relato —dijo él...
Cuentos de Canterbury – Prólogo de la comadre de Bath
Geoffrey Chaucer
Si no existiera libro alguno que tratase del tema, mi experiencia personal me daría perfecto derecho a hablar de las penas del matrimonio; pues, señoras y caballeros, desde mis doce años —¡loado sea Dios sempiterno! me he casado ya cinco veces por la Iglesia (si se me hubiera permitido casarme con tanta frecuencia)...
Cuentos de Canterbury – El cuento del magistrado
Geoffrey Chaucer
¡Qué desgraciado es ser pobre o ser humillado por la sed, hambre o frío, y avergonzarse de pedir limosna! Y si no se pide, la misma carencia, a pesar del cuidado en ocultarla, descubre las escondidas heridas: indigencia, robo, mendicidad y pedir prestado.