La aventura del padre Vicentio
Bret Harte
Una víspera de Año Nuevo, hace unos cuarenta años, el padre Vicentio, que venía de la Misión Dolores, seguía lentamente su camino a través de las arenosas colinas. Cuando trepaba por la cresta más elevada, cerca de la Misión Creek...
El amo de Moxon
Ambrose Bierce
-¿Lo dices en serio?… ¿Realmente crees que una máquina puede pensar? No obtuve respuesta inmediata. Moxon estaba ocupado aparentemente con el fuego del hogar, revolviendo con habilidad aquí y allá con el atizador, como si toda su atención estuviera centrada en las brillantes llamas...
Especular
Rubem Fonseca
Como hacíamos todos los días, menos los domingos, estábamos lado a lado cada quien sobre su bicicleta en el gimnasio mientras hablábamos sin parar. La música estridente no nos molestaba...
El beso
Tommaso Landolfi
El notario D., soltero y todavía joven pero endemoniadamente tímido con las mujeres, apagó la luz y se dispuso a dormir; en eso estaba cuando sintió algo sobre los labios: como un soplo o, más bien, como el roce de un ala. No le prestó mucha atención, pudo haber sido el viento provocado por las frazadas al moverlas o bien una pequeña mariposa nocturna, así que de inmediato se quedó dormido...
Un drama en los aires
Julio Verne
En el mes de septiembre de 185…, llegué a Francfort. Mi paso por las principales ciudades de Alemania se había distinguido esplendorosamente por varias ascensiones aerostáticas; pero hasta aquel día ningún habitante de la confederación me había acompañado en mi barquilla, y las hermosas experiencias hechas en París por los señores Green, Eugene Godard y Poitevin no habían logrado decidir todavía a los serios alemanes a ensayar las rutas aéreas...
Cómo dirigí un diario de agricultura (una vez)
Mark Twain
No sin algún temor me encargué, temporalmente, de la dirección de aquel periódico de agricultura. Casi lo mismo que le hubiera ocurrido a un labrador a quien encomendaran de improviso el mando de un navío. Pero, en fin, yo me encontraba en una de esas situaciones en que la cuestión económica se sobrepone a todas las demás...
La madre del monstruo
Máximo Gorki
Día tórrido. Silencio. La vida está como cristalizada en un luminoso remanso. El cielo contempla a la tierra con mirada límpida y azul por la pupila resplandeciente del sol...
El último cliente de la noche
Marguerite Duras
La carretera atravesaba la Auvernia y el Cantal. Habíamos salido de Saint-Tropez por la tarde, y condujimos hasta entrada la noche. No recuerdo exactamente qué año era, fue en pleno verano. Lo conocía desde principios de año. Lo había encontrado en un baile al que había ido sola. Es otra historia. Quiso parar antes del amanecer en Aurillac...
Los siete puentes
Yukio Mishima
Eran las once y media de una noche de luna llena del mes de septiembre. Al terminar la reunión a la cual habían asistido, Koyumi y Kanako regresaron a la Casa del Laurel e inmediatamente vistieron sus kimonos de algodón. Hubieran preferido bañarse antes de cambiar su ropa, pero aquella noche no quedaba tiempo para eso...
Memoria de mayo
William Goyen
Anduvo perdido todo el día por Roma. Era un mayo frío, oscuro y lluvioso. Una mala primavera, una primavera maldita. Las flores no se abrían. Estaban demoradas, encogidas por el frío y el tacto pálido del sol. Había salido de su habitación helada...
Los juegos de la noche
Stig Dagerman
A veces, por la noche, cuando la madre llora en el cuarto y sólo pasos desconocidos resuenan en las escaleras, Ake tiene un juego que juega en vez de llorar. Finge ser invisible y poder transportarse adonde quiere, nada más que pensándolo. Aquella noche no había más que un sitio adonde pudiera anhelar dirigirse y en donde Ake está a menudo. Ignora cómo ha llegado allí, sabe solamente que está en una sala...
La prueba de amor
Mary W. Shelley
Después de conseguir el permiso de la priora para salir unas horas, Angeline, interna en el convento de Santa Anna, en la pequeña ciudad lombarda de Este, se puso en camino para hacer una visita. La joven vestía con sencillez y buen gusto; su faziola le cubría la cabeza y los hombros, y bajo ella brillaban sus grandes ojos negros, extraordinariamente hermosos...
La hierba mortal
Agatha Christie
Ahora usted, señora B -dijo don Henry Clithering. La señora Bantry, su anfitriona, lo miró con aire de reproche. -Le he dicho muchas veces que no me gusta que me llame señora B. Es una falta de respeto. -Scherezade, entonces…
El diente roto
Pedro Emilio Coll
A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña...
Con la cara hacia arriba
Stephen Crane
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó el ayudante, inquieto y agitado. —Enterrarlo —respondió Timothy Lean. Los dos oficiales bajaron la vista hacia el cuerpo de su compañero, que yacía tendido a sus pies. Tenía el rostro azulado; los ojos brillantes miraban al cielo. Por encima de las dos siluetas de pie, se oía el silbido de las balas, y en la cima de la loma, la postrada infantería Spitzbergen disparaba rítmicas descargas cerradas...
El camino de regreso
Dashiell Hammett
-¡Está loco si deja pasar esta oportunidad! Le concederán el mismo mérito y la misma recompensa por llevar las pruebas de mi muerte que por llevarme a mí. Le daré los documentos y las cosas que tengo encerrados cerca de la frontera de Yunnan para respaldar su historia, y le aseguro que jamás apareceré para estropearle el juego...
Alrededores de la ausencia
Noël Devaulx
Estaba leyendo en el quiosco chino cuando un campanilleo tan leve que habría podido creerse un engaño del viento me hizo dejar a un lado el libro y aguardar una confirmación. Y en efecto, luego se oyó un segundo llamado, aún más incierto y menos diverso de los ruidos del campo...
El séptimo hombre
Haruki Murakami
—Aquella ola estuvo a punto de engullirme una tarde de septiembre cuando tenía diez años —empezó a decir, en voz baja, el séptimo hombre. Era el último a quien le tocaba hablar aquella noche. Las agujas del reloj señalaban ya las diez. Los hombres, sentados en círculo dentro de la habitación, podían distinguir, en la negra oscuridad de la noche, el rugido del viento que se dirigía hacia el oeste. El viento agitaba las hojas de los árboles del jardín, hacía vibrar los cristales de las ventanas y, al fin, con un chillido agudo como un silbato, se desplazaba a otro lugar...
El huracán
Lord Dunsany
Me encontraba una noche solo en la gran colina contemplando una lúgubre y tétrica ciudad. Durante todo el día había perturbado el cielo sagrado con su humareda y ahora estaba bramando a distancia y me miraba colérica con sus hornos y con las ventanas iluminadas de sus fábricas...
En la noche
Ray Bradbury
La señora Navárrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada cuarto, y nadie pudo dormir. Pasó toda la noche, mordiendo su almohada blanca, retorciendo sus manos delgadas y gritando: -¡Mi Joe!...