Aurore y Aimée
Jeanne Marie Leprince de Beaumont
Había una vez una dama que tenía dos hijas. La mayor, que se llamaba Aurore, era bella como el día, y tenía un carácter bastante bueno. La segunda, que se llamaba Aimée, era tan bella como su hermana, pero era maligna, y sólo tenía talento para hacer el mal...
Degollación de los inocentes
Federico García Lorca
Tris tras. Zig zag, rig rag, milg malg. La piel era tan tierna que salía íntegra. Niños y nueces recién cuajados...
Don Giovanni
William Faulkner
Se había casado muy joven con una chica de cara bastante vulgar a quien trataba a la sazón de seducir, y ahora, a los treinta y dos años, era viudo. El matrimonio le había arrastrado el trabajo como la sequía arrastra a los peces por los arroyos hacia las aguas caudalosas, y las cosas habían sido arduas a lo largo del tiempo en que pasó de ocupación en ocupación y de puesto en puesto hasta caer inevitable y finalmente en la sección de ropa femenina de unos grandes almacenes...
El Espejo
Haruki Murakami
Todas las historias que has estado contado esta noche parecen pertenecer a dos categorías. Están las del tipo en las que tienes el mundo de los vivos de un lado, el mundo de los muertos en el otro, y una fuerza que permite el cruce de un lado al otro...
La señal
Inés Arredondo
El sol denso, inmóvil, imponía su presencia; la realidad estaba paralizada bajo su crueldad sin tregua. Flotaba el anuncio de una muerte suspensa, ardiente, sin podredumbre pero también sin ternura. Eran las tres de la tarde...
La huella del pulgar de san Pedro
Agatha Christie
Ahora, tía Jane, te toca a ti -dijo Raymond West. -Sí, tía Jane, esperamos algo verdaderamente sabroso -exclamó en tono festivo Joyce Lempriére. -Vamos, vamos, no se burlen de mí, queridos -replicó la señorita Marple plácidamente-. Creen que por haber vivido toda mi vida en este apartado rincón del mundo probablemente no he tenido ninguna experiencia interesante...
Diplomacia
Lafcadio Hearn
Según las órdenes, la ejecución debía llevarse a cabo en el jardín del yashiki. De modo que condujeron al hombre al jardín y lo hicieron arrodillar en un amplio espacio de arena atravesado por una hilera de tobiishi, o pasaderas, como las que aún suelen verse en los jardines japoneses. Tenía los brazos sujetos a la espalda...
La bella alma de don Damián
Juan Bosch
Don Damián entró en la inconsciencia rápidamente, a compás con la fiebre que iba subiendo por encima de treinta y nueve grados. Su alma se sentía muy incómoda, casi a punto de calcinarse, razón por la cual comenzó a irse recogiendo en el corazón...
El verano feliz de la señora Forbes
Gabriel García Márquez
Por la tarde, de regreso a casa, encontramos una enorme serpiente de mar clavada por el cuello en el marco de la puerta, y era negra y fosforescente y parecía un maleficio de gitanos, con los ojos todavía vivos y los dientes de serrucho en las mandíbulas despernancadas...
Una manzana regalada
Tennessee Williams
Durante una hora después de que dejara la cadena de colinas había caminado con el ardiente sol dándole en la nuca. La áspera correa de lona le irritaba los hombros y tenía la región lumbar sensible debido al golpeteo rítmico de la mochila...
Diente por diente
Rubén Bareiro Saguier
Sí señor, ese es Dalmacio Tatú, mi vecino de la chacra a media legua de aquí. Y usted va a saber lo que pasó. Yo, señor, no soy político ni pendenciero; no me gusta la sangre de cristiano. Claro que tengo mi color, como todo el mundo. Desde que nací tengo el color que mi padre y mis abuelos me ataron como un ñudo mordido al cuello, a los huesos, a la sangre...
El abate Aubin
Prosper Mérimée
Prometí escribirte, mi querida Sofía, y cumplo mi palabra: después de todo es lo mejor que puedo hacer durante estas largas veladas. En mi última carta te dije de qué modo caí en la cuenta de que tenía treinta años y estaba arruinada. Para la primera de estas desgracias, no hay remedio. En cuanto a la segunda, nos resignamos bastante mal, pero, en fin, nos resignamos...
Allá en Michigan
Ernest Hemingway
Jim Gilmore llegó a Hortons Bay procedente de Canadá y compró la herrería al viejo Horton. Era bajo y moreno, con grandes bigotes y manos grandes. Era bueno poniendo herraduras y no tenía mucho aspecto de herrero ni con el delantal de cuero puesto. Vivía encima de la herrería y comía en casa de D. J. Smith...
El barbazul delicado
José Edwards
Un accidente sin importancia (la transitoria descompostura del autobús en que viajábamos) nos agrupó en un cuarto estrecho situado en medio del campo...
El pájaro malo
Manuel A. Alonso
Si el lector ha hecho alguna vez el camino de Caguas a la capital de Puerto Rico, recordará el hermoso valle que media entre la cuesta de Quebrada-Arenas, y el cerro llamado de la Mesa; valle ameno y muy fértil regado por el río Cañas y la Quebrada-Arenas, y sembrado de infinidad de árboles, algunos de los cuales, situados a la orilla del camino, sirven de día para guarecerse el viajero de los ardores del sol, y mienten de noche fantásticas apariciones que asustan a más de un supersticioso...
El extraño caso de Avoosl Wuthoqquan
Clark Ashton Smith
-¡Dame, dame, oh magnánimo y liberal señor de los pobres! -exclamó el mendigo. Avoosl Wuthoqquan, el prestamista más rico y avaro de todo Commorión, y, en consecuencia, de todo Hyperbórea, fue sacado bruscamente de sus sueños por la voz aguda y quejumbrosa...
Preciada puerta
William Goyen
-Hay alguien tirado en el campo -vino a decirnos mi hermanito. Eran las ocho en punto de la mañana y hacía tanto calor que la hierba despedía humo y los saltamontes cantaban. Durante días, había corrido la voz de que llegaba un huracán. Desde ayer sentíamos sus indicios: una quietud en el aire seguida por la abrupta ondulación del viento; el cielo parecía más alto y se veía lavado...
El diablo que nos habita
Maeve Brennan
Me acercaba sin sobresaltos al final de mis trece años cuando una pregunta incontestable que aún ahora vuelve a veces a desconcertarme vino a romper toda mi placidez. Estaba en un internado en Kilcullen, un pueblo del condado de Kildare...
La gloria de Mamporal
Andrés Eloy Blanco
“Venga usted”; venga a que le toque un poco de mi vida tensa de Mamporal. A mí no me diga usted que la vida de los pueblos es tediosa y la de la ciudad, trepidante. “No me entra eso”. Ayer no más he escrito esas palabras en mi carta para Adriana, la amiga temeraria. Y agregué: “Mamporal, si usted quiere, es la capital del mundo; para mí, en estos días, Mamporal es el centro del sistema planetario”...
Un baile de máscaras
Alejandro Dumas
Había dado la orden de que se dijese que no estaba en casa para nadie: uno de mis amigos forzó la consigna...