Memorias de Mosby
Saul Bellow
Los pájaros no dejaban de trinar. Trrr, trrr, trrr. Y todas las cosas que hacen los pájaros, según los naturalistas. Expresaban profundos abismos de agresividad que solo el Hombre —el Estúpido Hombre— confundía con inocencia. Creemos que todo es muy inocente, porque nuestra maldad nos da miedo. ¡Ay, mucho miedo!...
La novela en el tranvía
Benito Pérez Galdós
El coche partía de la extremidad del barrio de Salamanca, para atravesar todo Madrid en dirección al de Poza. Impulsado por el egoísta deseo de tomar asiento antes que las demás personas movidas de iguales intenciones, eché mano a la barra que sustenta la escalera de la imperial, puse el pie en la plataforma y subí...
No hacer nada
Azorín
Se iba acercando, para Martín Pascual, el momento de no hacer nada. Se lo tenía bien ganado; pero a Martín Pascual le interesaba más la psicología que el derecho. Tenía derecho—después de cincuenta, sesenta años de trabajar—a no trabajar...
Los fuegos fatuos
George Sand
Los flambeaux, flambettes o flamboires, también llamados fuegos fatuos, son esos meteoros azulados que todo el mundo ha encontrado por la noche o ha visto danzar sobre la superficie inmóvil de las aguas pantanosas...
De un cuento conocido
Ricardo Güiraldes
Panchito el tartamudo era en la estancia objeto de continuas bromas. Su padre, don Ambrosio Lara, viejo ya y casi inútil para el trabajo, arrastraba sus últimos años a lomos de un lobuno zarco, de huesos salidos y sobrepaso...
Agudeza gascona
Marqués de Sade
Un oficial gascón había recibido de Luis XIV una gratificación de ciento cincuenta doblones y, recibo en mano, entra sin hacerse anunciar en casa del señor Colbert, que estaba sentado a la mesa con varios caballeros...
Juan Hormiguero
Miguel Ángel Asturias
…Yo sé que se vuelven tierra los que se comen el sueño… Oírlo decir me dejó apabullado. Yo me comía el sueño. Completamente apabullado. No es necesario explicarlo. Me comía el sueño y me iba sintiendo… ¿Cómo hacer?… ¿Me volvería tierra?…
Miriam
Truman Capote
Desde hacía varios años la señora H. T. Miller vivía sola en un agradable apartamento (dos habitaciones y una cocina pequeña) de un viejo edificio de piedra recién rehabilitado, cerca del río Este...
Apunte gótico
Inés Arredondo
Cuando abrí los ojos vi que tenía los suyos fijos en mí. Mansos. Continuó igual, sin moverlos, sin que cambiaran de expresión, a pesar de que me había despertado...
Las señoritas
George Sand
Les demoiselles o señoritas del Berry nos parecen primas de las milloraines normandas que el autor de La Normandie merveilleuse describe como seres de estatura gigantesca. Se mantienen inmóviles y su forma, poco definida, no permite reconocer ni sus miembros ni su rostro...
Los hombros de la marquesa
Émile Zola
La marquesa duerme en su gran lecho, bajo el ancho dosel de satén amarillo. A las doce, al escuchar el sonido claro del reloj de pared, se decide a abrir los ojos. La habitación está tibia. Las alfombras, las colgaduras de puertas y ventanas la convierten en un nido mullido donde el frío no penetra...
Los colonizadores
Ray Bradbury
Los hombres de la Tierra llegaron a Marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente...
Alkmene
Isak Dinesen
La propiedad de mi padre se hallaba en una parte solitaria de Jutlandia, y yo era su único hijo. Al morir mi madre, no le importó mandarme a un internado; pero cuando cumplí los siete años me contrató un preceptor...
Cada cual
Doris Lessing
—Me imagino que tu hermano también vendrá hoy. —Podría ser. Le daba la espalda, ufano, mientras se ajustaba la corbata y el cuello de la camisa y se acariciaba la barbilla para comprobar el afeitado. Solo entonces, después de haber recurrido a todos los pretextos...
El arzobispo de Samos (1694)
Manuel Mujica Lainez
El arzobispo de Samos camina a grandes trancos por la celda del convento de santo Domingo que le sirve de prisión. Walter ha escapado llevándose lo único que al griego le quedaba: su grueso anillo de oro cuya esmeralda ostenta labrado el mochuelo grato a Minerva...
El eco
Naguib Mahfuz
Se apoyó en su bastón y esperó. Tras el sonido del timbre, no se oyó el menor ruido detrás de la puerta, como si la casa estuviera vacía. Dentro de un instante la puerta se abrirá y aparecerá el rostro anciano que no has vuelto a ver desde hace veinte años...
Don Goyito
Abelardo Díaz Alfaro
¡Pobre don Goyito!… ¡Cómo se me ha calado hasta los huesos ese campesino paliducho de mi barrio Yaurel! Cada palabra que brota de mis labios es para él un templo de verdades...
Dos galanes
James Joyce
La tarde de agosto había caído, gris y cálida, y un aire tibio, un recuerdo del verano, circulaba por las calles. La calle, los comercios cerrados por el descanso dominical, bullía con una multitud alegremente abigarrada...
La gemela de la reina
Sarah Orne Jewett
La costa de Maine estuvo en tiempos tan próxima a playas lejanas gracias a su laboriosa flota de barcos, que entre los hombres y mujeres mayores aún se puede hallar una sorprendente proporción de viajeros. Cada lengua de tierra que se adentra en el mar con sus casas elevada...
La más lista
Maeve Brennan
No hace mucho tiempo, pasé unos días en Washington DC, en casa de mi hermana pequeña, Deirdre, que está casada y tiene cuatro niños. Nos habíamos sentado en su amplia y agradable sala, frente a los árboles frescos y verdes de la calle Garfield y los arbustos en plena floración -blanca, rosa, azul, amarilla- de su jardín, donde los niños se entregaban con entusiasmo a un juego bullicioso...