El regreso
Emilio Díaz Valcárcel
Se detuvo frente al balconcito sin saber qué hacer. Miró por un instante el viejo sillón de mimbre, la escalera de tablas carcomidas, las puertas cerradas y pegadas a la faz de la casa como dos ojos enormes. Se quedó inmóvil, la mirada perpleja, en el mismo momento en que una patrulla de recuerdos lo asaltaba...
Cambiadores
Baldomero Lillo
-Dígame usted, ¿qué cosa es un cambiador? -Un cambiador, un guardagujas como más propiamente se le llama, es un personaje importantísimo en toda línea ferroviaria...
Cuento del joven marinero
Isak Dinesen
El bricbarca Charlotte había zarpado de Marsella y navegaba rumbo a Atenas, con tiempo gris y mar gruesa, después de tres días de fuerte temporal. Un pequeño marinero llamado Simón, en la cubierta mojada y balanceante, se sujetaba a un obenque y miraba hacia las nubes viajeras y la verga del mastelerillo del palo mayor...
El país de los ciegos
H. G. Wells
A más de trescientas millas del Chimborazo y a cien de las nieves del Cotopaxi, en el territorio más inhóspito de los Andes ecuatoriales, se encuentra un misterioso valle de montaña, el País de los Ciegos, aislado del resto de los hombres...
Los constructores de puentes
Rudyard Kipling
Lo mínimo que esperaba Findlayson, del Departamento de Obras Públicas, era una C. I. E.; él soñaba con una C. S. I. En realidad, sus amigos le decían que se merecía más. Durante tres años había aguantado calor y frío, decepciones, incomodidades, peligros y enfermedades, con una responsabilidad casi excesiva para un solo par de hombros...
Los amigos de los amigos
Henry James
Encuentro, como profetizaste, mucho de interesante, pero poco de utilidad para la cuestión delicada —la posibilidad de publicación—. Los diarios de esta mujer son menos sistemáticos de lo que yo esperaba; no tenía más que la bendita costumbre de anotar y narrar...
El diablo de la botella
Robert Louis Stevenson
Había un hombre en la isla de Hawaii al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún vive y que su nombre debe permanecer secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos en una cueva...
Los agujeros de la máscara
Jean Lorrain
—Quiere usted verlo —me había dicho mi amigo De Jacquels—, sea, consiga un dominó y un antifaz, un dominó elegante, de satén negro, cálcese unos escarpines, y, por esta vez, medias de seda negra también, y espéreme en su casa el martes hacia las diez y media; iré a buscarle...
Amour dure
Vernon Lee
Urbania, 20 de agosto de 1885. Había ansiado, durante años y años, estar en Italia, encontrarme cara a cara con el pasado; ¿y eso era Italia? Podría haber llorado, sí, llorado, por la desilusión que sentí cuando por primera vez deambulé por Roma, con una invitación en mi bolsillo para cenar en la embajada alemana...
Auténtico amor
Isaac Asimov
Mi nombre es Joe. Así es como me llama mi colega, Milton Davidson. Él es un programador, y yo soy un programa de computadora. Formo parte del complejo Multivac, y estoy conectado con otros componentes esparcidos por todo el mundo...
La noche
Guy de Maupassant
Amo la noche con pasión. La amo, como uno ama a su país o a su amante, con un amor instintivo, profundo, invencible. La amo con todos mis sentidos, con mis ojos que la ven, con mi olfato que la respira, con mis oídos, que escuchan su silencio, con toda mi carne que las tinieblas acarician...
¡Como para confundirse!
Philippe A. Villiers de L’Îsle-Adam
Una mañana gris de noviembre bajaba por los muelles con paso rápido. Una fría llovizna mojaba la atmósfera. Transeúntes negros, sombríos bajo paraguas deformes, se entrecruzaban. El Sena amarillento arrastraba sus barcos mercantes que semejaban abejorros desmesurados...
Historia de lunas
Alejo Carpentier
A las 12 y 28, puntualmente, el tren de largos vagones amarillos se detenía en la estación del pueblo. Al momento, los dos viejos Ford empezaban a hacer sonar su bocina ásperamente. El ventilador de Café de los Reyes Magos se ponía en marcha. Y los mendigos, los vendedores de frituras o de plegarias invadían el andén…
Chertogon
Nikolái Leskov
Se trata de algo que sólo puede presenciarse en Moscú, y eso, teniendo mucha suerte y buenas aldabas...
Un sueño
Iván Turguénev
Yo vivía entonces con mi madre en una pequeña ciudad del litoral. Había cumplido diecisiete años y mi madre no llegaba a los treinta y cinco: se había casado muy joven. Cuando falleció mi padre yo tenía solamente seis, pero le recordaba muy bien...
La sombra
Hans Christian Andersen
En los países cálidos, ¡allí sí que calienta el sol! La gente llega a parecer de caoba; tanto, que en los países tórridos se convierten en negros. Y precisamente a los países cálidos fue adonde marchó un sabio de los países fríos, creyendo que en ellos podía vagabundear, como hacía en su tierra, aunque pronto se acostumbró a lo contrario...
El fantasma y el ensalmador
Joseph Sheridan Le Fanu
Al revisar los papeles de mi respetado y apreciado amigo Francis Purcell, que hasta el día de su muerte y por espacio de casi cincuenta años desempeñó las arduas tareas propias de un párroco en el sur de Irlanda, encontré el documento que presento a continuación...
La Vénus d’Ille
Prosper Mérimée
Bajaba la última ladera del Canigó y, aunque el sol ya se hubiera puesto, distinguía en la llanura las casas de la pequeña ciudad de Ille, hacia la que me dirigía...
La muerta enamorada
Théophile Gautier
Me preguntáis hermano si he amado; sí. Es una historia singular y terrible, y, a pesar de mis sesenta y seis años, apenas me atrevo a remover las cenizas de este recuerdo...
La mano encantada
Gérard de Nerval
Nada es tan hermoso como las casas del siglo XVII que la Place Royale ofrece en tan majestuoso conjunto. Cuando sus fachadas de ladrillos intercalados y enmarcados por molduras y cantos de piedras, y cuando sus altas ventanas se encienden con los espléndidos rayos del sol del atardecer, uno siente, al contemplarlas, la misma veneración que ante un tribunal de magistrados vestidos con ropas rojas forradas de armiño y...