El casamiento engañoso
Miguel de Cervantes Saavedra
Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso...
Las dos Elenas
Carlos Fuentes
—No sé de dónde le salen esas ideas a Elena. Ella no fue educada de ese modo. Y usted tampoco, Víctor. Pero el hecho es que el matrimonio la ha cambiado. Sí, no cabe duda. Creí que le iba a dar un ataque a mi marido...
El gigante
Leónidas Andréiev
Ha venido el gigante, el gigante grande, grande. ¡Tan grande, tan grande! ¡Y tan bobo ese gigante! Tiene manazas enormes, con dedos muy gruesos, y pies tan enormes y gruesos como árboles. Muy gordos, muy gordos. ¡Ha venido y… se ha caldo! ¿Sabes? ¡Se cayó! ¡Tropezó con un peldaño y se cayó! Es tan bruto el gigante, tan bobo… De repente, va y se cayó...
Tony y los escarabajos
Philip K. Dick
La luz amarillorrojiza del sol se filtraba por las gruesas ventanas de cuarzo del dormitorio. Tony Rossi bostezó, se movió un poco, abrió sus ojos negros y se incorporó al instante. De un solo movimiento apartó las sábanas y pasó los pies sobre el cálido suelo de metal. Desconectó el despertador y abrió el ropero...
Viven porque están muertos
Francisco Coloane
El amor es un estado patológico que dura más en los débiles y menos en los fuertes -dijo el joven mirando fijamente a la señora de más o menos cuarenta y cinco años de edad, que estaba a su frente...
Un asunto de otro tiempo
John Galsworthy
Cuando en el verano de 1921 Hubert Marsland, el paisajista, regresaba de pasar el día haciendo bosquejos junto al río, tuvo que detener su coche de dos plazas a unas diez millas de Londres para una pequeña reparación; y, mientras lo arreglaban, se alejó del taller para echar un vistazo a la casa donde solía pasar sus vacaciones cuando era niño...
El loro antillano
Ignacio Aldecoa
Doña Frasquita acababa de cumplir los sesenta y dos. Era pomposa, rubiales, dada a las novelas radiofónicas y tenía un corazón caritativo y tiernucho. Se pintaba llamativamente, asistía a los estrenos de teatro para aplaudir como una loca, y conservaba las buenas maneras en la mesa y en el juego del julepe con sus amigas...
Después del almuerzo
Julio Cortázar
Después del almuerzo yo hubiera querido quedarme en mi cuarto leyendo, pero papá y mamá vinieron casi en seguida a decirme que esa tarde tenía que llevarlo de paseo...
La signatura de la esfinge
Rafael Arévalo Martínez
Apenas concluí mis abluciones matinales, escribí a Elena la carta que llevó un propio. Me estremecía de comprensión y de deseo de comunicarme con la extraña y bella mujer, al escribirla. La carta decía:..
Carrera inconclusa
Ambrose Bierce
James Burne Worson era zapatero, habitante de Leamington, Warwickshire, Inglaterra. Era propietario de un pequeño local, en uno de esos pasajes que nacen de la carretera a Warwick. Dentro de su humilde círculo, lo estimaban hombre honesto, aunque algo dado (como tantos de su clase en los pueblos ingleses) a la bebida...
A imagen y semejanza
Mario Benedetti
Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo...
El anillo
Isak Dinesen
Una mañana de verano, hace ciento cincuenta años, un joven hacendado danés y su mujer salieron a dar un paseo por sus tierras. Hacía una semana que se habían casado. No les había sido sencillo casarse, ya que la familia de la mujer pertenecía a una clase social más elevada y rica que la del marido...
Abandonado
Guy de Maupassant
Es preciso estar loca para salir al campo a estas horas con un calor insufrible. De dos meses a esta parte, se te ocurren ideas muy extrañas. A la fuerza me haces venir a la orilla del mar, cuando en cuarenta y cinco años que llevamos de matrimonio jamás tuviste semejante fantasía...
Árboles petrificados
Amparo Dávila
Es de noche, estoy acostada y sola. Todo pesa sobre mí como un aire muerto; las cuatro paredes me caen encima como el silencio y la soledad que me aprisionan. Llueve. Escucho la lluvia cayendo lenta y los automóviles que pasan veloces. El silbato de un vigilante suena como un grito agónico. Pasa el último camión de medianoche. Medianoche, también entonces era la medianoche…
La feria de Sorochinetz
Nikolái Gógol
¡Qué embriagador y espléndido es un día de verano en Ucrania!… ¡Qué languidez y qué bochorno el de sus horas cuando el mediodía fulge entre el silencio y el sopor, y el azul e inconmensurable océano, inclinado sobre la tierra como un dosel voluptuoso, parece dormir sumergido en ensueños mientras ciñe y estrecha a la hermosa con inmaterial abrazo!...
Accidente
Naguib Mahfuz
Hablaba por el teléfono de una tienda con voz bastante alta para hacerse oír a pesar del jaleo de la ruidosa calle de Al-Geis, inclinándose hacia el fondo de la tienda para alejarse lo más posible del bullicio. Acabó con un “espérame, voy en seguida”, colgó, cogió del mostrador una cajetilla de Hollywood y pagó al dependiente los cigarrillos y la llamada...
El pequeño monstruo blanco
Catherine Crowe
En el barrio de Marylebone había en otro tiempo una casa habitada por un fantasma muy especial. El espectro solo aparecía intermitentemente y en épocas muy distanciadas. En realidad, solamente estaba ocupada la planta baja de la casa, pues los departamentos estaban realquilados como oficinas, cuyo personal se retiraba a las siete u ocho de la tarde...
Ethan Brand
Nathaniel Hawthorne
Bartram el calero, un hombre rudo, corpulento y tiznado de carbón, vigilaba el horno a la caída de la noche y su pequeño hijo jugaba a hacer casas con trozos sueltos de mármol, cuando escucharon falda abajo una risa estentórea, no jubilosa sino lenta e inclusive solemne, como si el viento sacudiera las ramas del bosque...
La bailarina
Patricia Highsmith
Bailaban maravillosamente juntos, evolucionando de un lado a otro de la pista a los eróticos ritmos del tango, a veces del vals. A la edad de veinte y veintiún años, respectivamente, Claudette y Rodolphe se hicieron amantes. Quisieron casarse, pero su empresario consideró que resultaban más excitantes para los clientes si no estaban casados. Así que permanecieron solteros...
Anacleto Morones
Juan Rulfo
¡Viejas, hijas del demonio! Las vi venir a todas juntas, en procesión. Vestidas de negro, sudando como mulas bajo el mero rayo del sol. Las vi desde lejos como si fuera una recua levantando polvo. Su cara ya ceniza de polvo. Negras todas ellas...