Relatos

Cabaña

La cabaña del jardín

Willa Cather

Cuando los amigos de Caroline Noble descubrieron que Raymond d’Esquerre iba a pasar un mes en su casa en The Sound, antes de zarpar para cumplir con sus contratos de la temporada de ópera en Londres, lo consideraron como otro ejemplo sorprendente de la perversidad de las cosas...
Luz

Versos iluminados

Isaac Asimov

La última persona en quien se podía pensar como asesina era la señora Alvis Lardner. Viuda del gran mártir astronauta, era filántropa, coleccionista de arte, anfitriona extraordinaria y, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo, una genio. Pero, sobre todo, era el ser humano más dulce y bueno que pudiera imaginarse...
Flores azules

El ramo azul

Octavio Paz

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo...
Montañas

El tapado

Augusto Guzmán

Cuando el correo de Cochabamba se anunció a toque de pututu por las calles del pueblo, don Benjamín Díaz Vela había acabado de comer un plato de saisi y de beber su acostumbrada chicha. La familia pasaba en el campo temporada veraniega...
Verde

El corazón verde

Felisberto Hernández

Hoy he pasado, en esta pieza, horas felices. No importa que haya dejado la mesa llena de pinchazos. Lo único que siento es tener que cambiar el diario que la cubre; hace tiempo que está puesto y le he tomado simpatía...
La creación de Adán. Por Miguel Ángel

El puma de sombra

Ciro Alegría

Fue que nuestro padre Adán estaba en el Paraíso, llevando, como es sabido, la regalada vida. Toda fruta había: ya sea mangos, chirimoyas, naranjas, paltas o guayabas y cuanta fruta se ve por el mundo...
Manos en la pared

Una ilusión en rojo y blanco

Stephen Crane

Durante las largas noches del bloqueo de Cuba, los hombres que iban a bordo de aquel pequeño y basculante bote mensajero intimaban tanto como si hubiesen sido enterrados en el mismo ataúd...
Amistad

Uno de mis más viejos amigos

F. S. Fitzgerald

Marion se había sentido feliz toda la tarde. Vagaba de una habitación a otra del pequeño apartamento, entrando en el cuarto de los niños para ayudar a la niñera a darles de comer con cucharas chorreantes o leyendo a ratos en su nuevo sofá, el objeto más extravagante que habían comprado en cinco años de matrimonio...
Mujer en negro

Cuantos chochos queramos

Charles Bukowski

Harry y Duke. La botella en medio, un hotel barato del centro de Los Ángeles. Noche de sábado en una de las ciudades más crueles del mundo. La cara de Harry era completamente redonda y estúpida...
Osos

Campamento indio

Ernest Hemingway

Habían preparado otro bote en la orilla del lago y dos indios esperaban a su lado. Nick y su padre se colocaron en la popa y los indios pusieron la embarcación en marcha. Uno de ellos remaba. Tío Jorge se sentó en la popa del bote del campamento. El indio joven lo alejó un poco de la orilla y después montó para remar...
Matadero, por Charles Henri Pellegrini

El matadero

Esteban Echeverría

A pesar de que la mía es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus ascendientes como acostumbraban hacerlo los antiguos historiadores españoles de América que deben ser nuestros prototipos. Temo muchas razones para no seguir ese ejemplo, las que callo por no ser difuso...

Rosa y el cascarudo

Mário de Andrade

Belazarte me contó: No creo en bichos malignos, pero del cascarudo, no sé. Mire lo que sucedió con Rosa… Dieciocho años. Yo no sabía que los tenía. Nadie había reparado en eso. Ni doña Carlotita ni doña Ana, ya viejecitas y solteronas, ambas con cuarenta y muchos...
Escultura

El funeral del escultor

Willa Cather

Un grupo de ciudadanos permanecía en el andén de la estación de una pequeña población de Kansas, a la espera de la llegada del tren nocturno, que ya iba con veinte minutos de retraso. La nieve había caído espesa sobre todas las cosas...
Chica

Amargura para tres sonámbulos

Gabriel García Márquez

Ahora la teníamos allí, abandonada en un rincón de la casa. Alguien nos dijo, antes de que trajéramos sus cosas —su ropa olorosa a madera reciente, sus zapatos sin peso para el barro— que no podía acostumbrarse a aquella vida lenta, sin sabores dulces, sin otro atractivo que esa dura soledad de cal y canto, siempre apretada a sus espaldas...
El grito, por Edvard Munch

El diario de un loco

Lu Xun

Dos hermanos, cuyos nombres me callaré, fueron mis amigos íntimos en el liceo, pero después de una larga separación, perdí sus huellas. No hace mucho supe que uno de ellos estaba gravemente enfermo y, como iba de viaje hacia mi aldea natal, decidí hacer un rodeo para ir a verlo. Solo encontré en casa al primogénito, quien me dijo que era su hermano menor el que había estado mal...
Soldados en las trincheras

La evasión

Emilio Díaz Valcárcel

Con los codos en tierra alzaba de vez en cuando la barbilla para contemplar el rayo de luz que cruzaba en lo alto. Más allá. en la chamuscada cresta del monte, el rayo del lejano reflector formaba un charco luminoso...
El chico azul, por Thomas Gainsborough

El joven rey

Oscar Wilde

Aquella noche, la víspera del día fijado para su coronación, el joven rey se hallaba solo, sentado en su espléndida cámara. Sus cortesanos se habían despedido todos, inclinando la cabeza hasta el suelo, según los usos ceremoniosos de la época, y se habían retirado al Gran Salón del Palacio para recibir las últimas lecciones del profesor de etiqueta, pues aún había entre ellos algunos que tenían modales rústicos, lo cual, apenas necesito decirlo, es gravísima falta en cortesanos...
Cascada

Donde empieza el agua

Onelio Jorge Cardoso

El hombre iba descalzo sobre su canoa. Una vuelta de soga le anudaba la cintura y abajo, terminaba el pantalón como cortado a cuchillo. De la soga de arriba ascendía el torso desnudo y corpulento, inclinándose a uno y otro lado según de la parte que buscara apoyo en el fondo con la palanca que apretaba en sus manos terrosas...
The Course of the Empire

El aya

José Maria Eça de Queirós

Érase una vez un rey, joven y valiente, señor de un reino abundante en ciudades y cosechas, que partía a batallar por tierras distantes, dejando solitaria y triste a su reina y a un hijo chiquitín, que todavía vivía en su cuna, envuelto en sus fajas.
Bestiario - Julio Cortázar - Ficción

Bestiario

Julio Cortázar

Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los besos antes de subir a acostarse, llamó la campanilla en la pieza del teléfono e Isabel se quedó remoloneando hasta que Inés vino de atender y dijo algo al oído de su madre...