La prehistoria
Azorín
—Buenos días, querido maestro. ¿Qué tal? ¿Cómo está usted? —Ya lo está usted viendo; siempre en mi taller, enfrascado en mi grande obra. —¿Habla usted de esa obra magna, admirable, que todos esperamos: La prehistoria? —En efecto; en ella estoy ocupado en estos momentos. Ya poco falta para que la dé por terminada definitivamente...
Médium
Pío Baroja
Soy un hombre intranquilo, nervioso, muy nervioso; pero no estoy loco, como dicen los médicos que me han reconocido. He analizado todo, he profundizado todo, y vivo intranquilo. ¿Por qué? No lo he sabido todavía...
La ley de Herodes
Jorge Ibargüengoitia
Sarita me sacó del fango, porque antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo entender que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del proletariado; me hizo leer a Marx, a Engels y a Carlos Fuentes, ¿y todo para qué? Para destruirme después con su indiscreción...
El cangrejo volador
Onelio Jorge Cardoso
Había una vez un cangrejito nuevo que estaba haciendo un hueco profundo en la tierra, cuando, sin más ni más, vino una paloma torcaza a darle conversación...
La bruja de abril
Ray Bradbury
En el aire, sobre los valles, bajo las estrellas, sobre un río, un estanque, un camino, volaba Cecy. Invisible como los nuevos vientos de la primavera, fragante como el aroma de los tréboles que se alzaba en los campos a la tarde, ella volaba...
Canibalismo en los vagones del tren
Mark Twain
Recientemente estuve en Saint Louis, y al regresar hacia el oeste, después de cambiar de tren en Terre Haute, Indiana, subió en una de las estaciones del trayecto un caballero de aspecto benévolo y agradable, de unos cuarenta y cinco o cincuenta años, y se sentó junto a mí...
Después de la carrera
James Joyce
Los coches venían volando hacia Dublín, deslizándose como balines por la curva del camino de Naas. En lo alto de la loma, en Inchicore, los espectadores se aglomeraban para presenciar la carrera de vuelta, y por entre este canal de pobreza y de inercia, el Continente hacía desfilar su riqueza y su industria acelerada...
Ojo por diente
Rubén Bareiro Saguier
Todo esto es mentira, una patraña para desprestigiar al juez de paz; porque si lo trataran de ladrón o de prevaricador o hasta de violador -abusando de la leyenda difundida por aquella muchachita convocada en el despacho de su señoría para una deposición…
Como la vida misma
Rosa Montero
Las nueve menos cuarto de la mañana. Semáforo en rojo, un rojo inconfundible. Las nueve menos trece, hoy no llego. ¡Embotellamiento de tráfico! Doscientos mil coches junto al tuyo. Tienes la mandíbula tan tensa que entre los dientes aún está el sabor del café del desayuno...
El celoso extremeño
Miguel de Cervantes Saavedra
No hace muchos años que de un lugar de Extremadura salió un hidalgo nacido de padres nobles, el cual como un otro pródigo, por diversas partes de España, Italia y Flandes anduvo gastando así los años como la hacienda...
Adrienne Buquet
Anatole France
Cuando estábamos terminando de cenar en el restaurante Laboullée me dijo: -Lo admito, todos esos hechos relacionados con un estado aún mal definido del organismo como doble visión, sugestión a distancia o presentimientos verídicos, la mayor parte del tiempo no son constatados de una manera suficientemente rigurosa como para satisfacer todas las exigencias de la crítica científica...
Luces antiguas
Algernon Blackwood
Desde Southwater, donde se apeó del tren, el camino iba derecho hacia poniente. Eso lo sabía; por lo demás, confiaba en la suerte, ya que era uno de esos andariegos impenitentes a los que no les gusta preguntar. Tenía ese instinto, y generalmente le funcionaba bastante bien...
Lighea
Giuseppe Tomasi di Lampedusa
A fines del otoño de 1938 me hallaba en plena crisis de misantropía. En esos tiempos trabajaba en Turín, y la tota No. 1, hurgando en mis bolsillos —mientras yo dormía— en busca de algún billete de 50 liras, descubrió también una cartita de la tota No. 2 que, a pesar de tantas incorrecciones ortográficas, no dejaba lugar a dudas acerca de la naturaleza de nuestras relaciones...
La noche de la cocina
Carlos María Gutiérrez
Poné que el mejor tango que hicimos juntos no lo escribí yo, ni él tampoco. La última madrugada me llamó a las tres, desde el sanatorio. Le habían colocado un teléfono en el cuarto, porque en esos días ya lo dejaban que se sacara todos los gustos...
La noche buena
Tomás Rivera
La noche buena se aproxima y la radio igualmente que la bocina de la camioneta que anunciaba las películas del Teatro Ideal parecían empujarla con canción, negocio y bendición. Faltaban tres días para la noche buena cuando doña María se decidió comprarles algo a sus niños...
… y no se lo tragó la tierra
Tomás Rivera
La primera vez que sintió odio y coraje fue cuando vio llorar a su mamá por su tío y su tía. A los dos les había dado la tuberculosis y a los dos los habían mandado a distintos sanatorios. Luego entre los otros hermanos y hermanas se habían repartido los niños y los habían cuidado a como había dado lugar...
El nido de ruiseñores
Théophile Gautier
En torno al castillo había un hermoso parque. En el parque había pájaros de todo tipo: ruiseñores, mirlos, curucas; todos los pájaros de la tierra se habían dado cita en el parque. En primavera era tal el tumulto que no permitía entenderse; cada hoja ocultaba un nido, cada árbol una orquesta...
Autobiografía literaria de Thingum Bob, Esq.
Edgar Allan Poe
Dado que mis años van en aumento y, según tengo entendido, tanto Shakespeare como Mr. Emmons fallecieron alguna vez, no es imposible que hasta yo tenga que morir. He pensado, pues, que bien podía retirarme del campo de las letras y dormir en mis laureles...
Acuérdate de Azerbaijan
Roberto Arlt
Los dos mahometanos se detuvieron para dejar paso a la procesión budista. Con un paraguas abierto sobre su cabeza delante de un palanquín dorado, marchaba un devoto...
Bienvenido, Bob
Juan Carlos Onetti
Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara...