Relatos

Canción de amor no correspondido

John Cheever

Después de haber tratado a Joan Harris en Nueva York durante algunos años, Jack Lorey empezó a pensar en ella como en la Viuda. Joan siempre vestía de negro, y, por un peculiar desorden en su apartamento, Jack tenía siempre la impresión de que los empleados de la funeraria acababan de marcharse...

Así se hacía en Odesa

Isaak Bábel

Empecé: —Rebe Arie-Leib —dije al viejo—, hablemos de Benia Krik. Hablemos de su comienzo fulminante y de su terrible final. Tres sombras interfieren el camino a mi imaginación. Fróim Grach. ¿Acaso el acero de sus actos no es comparable a la fuerza del Rey? Kolka Pakovski...

Cuento azul

Marguerite Yourcenar

Los mercaderes procedentes de Europa estaban sentados en el puente, de cara a la mar azul, en la sombra color índigo de las velas remendadas de retazos grises. El sol cambiaba constantemente de lugar entre los cordajes y, con el balanceo del barco, parecía estar saltando como una pelota que rebotara por encima de una red de mallas muy abiertas...

Cargamento de ébano

Prosper Mérimée

Verdaderamente, el capitán Ledoux era un buen marino. Había empezado como simple marinero de cubierta y luego fue ayudante de timonel. La batalla de Trafalgar le dejó la mano izquierda deshecha por una gran astilla de madera; fue mutilado y, después, licenciado con excelentes hojas de servicio...

El alma

Julio Garmendia

¿Qué viene a buscar el Diablo en mi aposento? ¿Y por qué se toma la molestia de tentarme? Me permito creer que es cuando menos una redundancia y una inconcebible falta de economía en la distribución de tentaciones entre los hombres, el hecho de que se me acerque Satán con el objetivo de rendirme a su poder...

El año de los espaguetis

Haruki Murakami

1971 fue el año de los espaguetis. En 1971 yo hacía espaguetis para vivir y vivía para hacer espaguetis. El vapor que se alzaba de la olla de aluminio era mi orgullo, la salsa de tomate que se cocía a fuego lento en la cazuela haciendo ¡chup!, ¡chup!, mi esperanza...

La sierva del padre

Carlos Fuentes

Este pueblo es irrespirable. Uno diría que a la altura de más de tres mil metros el aire sería el más puro. No es así y uno lo entiende. El volcán es un sacerdote de cabeza blanca y túnica negra. Vomita lo mismo que come: soledad cenicienta. La proximidad del cielo lo oprime a uno aquí en la tierra...

El disparo memorable

Aleksandr Pushkin

Estábamos acantonados en el pequeño pueblo de X. Todo el mundo sabe cómo es la vida de un oficial de tropa de guarnición. A la mañana, estudio y picadero; la comida en casa del comandante del regimiento o en una fonda judía; a la noche, ponche y naipes...

El ahogado

Baldomero Lillo

Sebastián dejó el montón de redes sobre el cual estaba sentado y se acercó al barquichuelo. Una vez junto a él extrajo un remo y lo colocó bajo la proa para facilitar el deslizamiento. En seguida se encaminó a la popa, apoyó en ella su espalda y empujó vigorosamente...

Después de abusar de la mujer de un hidalgo

Margarita de Navarra

De cómo el rey de Nápoles, después de abusar de la mujer de un hidalgo, lleva luego él mismo los cuernos...

Crónica de sucesos

Rubem Fonseca

El inspector Miro trajo a la mujer a mi presencia. Fue el marido, dijo Miro despreocupadamente. En aquella comisaría de barrio eran comunes los pleitos de marido y mujer...

Conseja

Emilio S. Belaval

El cuplé de la pulguita empezó a labrar la desgracia del buen hospedero. Cada noche la moza se subía más la falda en busca de la mimosa pulguita y crecía el ardor del corralón de la Caleta. En nombre de la moral cristiana, el coadjutor solicitó el desalojo de la cupletista...

Hasta que lleguen las doce

Ignacio Aldecoa

Hacía daño respirar. Las sirenas de las fábricas se clavaban en el costado blanco de la mañana. Pasaron hacia los vertederos los carros de la basura. Pedro Sánchez se sopló los dedos...

Sharaya

Álvaro Mutis

Sharaya, el Santón de Jandripur, permanecía desde tiempos muy lejanos sentado a la orilla de la carretera, a la salida de la aldea. Allí recibía las escasas limosnas y las cada vez más raras oraciones de los aldeanos. Su cuerpo se había cubierto de una costra gris y su pelo colgaba en grasientas greñas por las que caminaban los insectos...

Jikininki

Lafcadio Hearn

Una vez, Musõ Kokushi, sacerdote de la secta zen que viajaba solo por la provincia de Mino, se perdió en una comarca montañosa donde no había nadie que lo guiara. Erró sin rumbo durante largo tiempo; y ya desesperaba de hallar refugio durante la noche...

A tu edad

F. S. Fitzgerald

Tom Squires entró en la tienda a comprar un cepillo de dientes, una lata de polvos de talco, un elixir bucal, jabón Castile, sales de Epsom y una caja de puros. Después de muchos años viviendo solo, era un hombre metódico, así que, mientras esperaba a que lo atendieran, tenía en la mano su lista de compras...

Adina

Henry James

Habíamos estado hablando sobre Sam Scrope alrededor del fuego —conscientes, todos nosotros, de la norma de mortuis. Nuestro anfitrión, sin embargo, había permanecido en silencio, un poco para mi sorpresa, pues sabía que había sido particularmente cercano a nuestro amigo...

El duende conversador

Aleksandr Grin

Un duende con dolor de muela -parecía una calumnia sobre este ser que tiene a su servicio tantos brujos y brujas, que pudiera devorar barriles de azúcar sin ningún peligro; pero era cierto, era verdad-, un duende pequeño y triste estaba sentado al lado de una estufa fría, que hacía tiempo que había olvidado el fuego...

Baltasar Gérard [1555 1582]

Juan José Arreola

Ir a matar al príncipe de Orange. Ir a matarlo y cobrar luego los veinticinco mil escudos que ofreció Felipe II por su cabeza. Ir a pie, solo, sin recursos, sin pistola, sin cuchillo, creando el género de los asesinos que piden a su víctima el dinero que hace falta para comprar el arma del crimen, tal fue la hazaña de Baltasar Gérard, un joven carpintero de Dóle...

Los tres jinetes del Apocalipsis

G. K. Chesterton

La singular y a veces inquietante impresión que Mr. Pond me causaba, a pesar de su cortesía trivial y de su corrección, se vinculaba tal vez a alguno de mis primeros recuerdos y a la vaga sugestión verbal de su nombre. Era un viejo amigo de mi padre, un funcionario; y sospecho que mi imaginación infantil había mezclado de algún modo el nombre de Mr. Pond con el estanque del jardín...