Relatos

Maravillas de la voluntad

Octavio Paz

A las tres en punto don Pedro llegaba a nuestra mesa, saludaba a cada uno de los concurrentes, pronunciaba para sí unas frases indescifrables y silenciosamente tomaba asiento...

A propósito de un olor

Adolfo Bioy Casares

En la noche del jueves el profesor Roberto Ravenna suspiró varias veces, pero a la una de la madrugada lanzó un quejido. Después de leer el último trabajo había encontrado, en la maraña de su mesa, una pila con otros diez...

Vieja moralidad

Carlos Fuentes

—¡Zopilotes negros! ¡Cuervos devoradores! ¡Fuera de mi vista! ¿Quieren que las plantas se sequen? ¡Tomen el otro camino, el que da la vuelta por la casa de doña Casilda, que al fin esa vieja beata se hincará cuando pasen!...

La chica del cumpleaños

Haruki Murakami

El día de su vigésimo cumpleaños también trabajó de camarera, como de costumbre. Le tocaba todos los viernes, pero, de hecho, aquel viernes por la noche no debería haber trabajado. Había intercambiado su turno con otra chica que también trabajaba por horas...

La extraña muerte de fray Pedro

Rubén Darío

"Y, depositando el envoltorio en manos del asombrado fray Pedro, desapareció, sin que éste tuviese tiempo de advertir que debajo del hábito se habían mostrado, en el momento de la desaparición, dos patas de chivo..."

La leyenda de san Julián el Hospitalario

Gustave Flaubert

El padre y la madre de Julián vivían en un castillo, entre bosques, en la ladera de una colina. Las cuatro torres de las esquinas tenían tejados puntiagudos cubiertos de escamas de plomo, y la base de los muros se apoyaba en los canteros de rocas, que descendían abruptamente hasta el fondo de los fosos...

Sangre extraña

Mijail Sholojov

Para San Filipp, después de la vigilia, cayo la primera nieve. Por la noche sopló el viento del Don, hizo susurrar en la estepa la hierba salpicada de escarcha, festoneó los oblicuos caballones de nieve y lamió hasta desnudarlo el espinazo bacheado de los caminos...

Al colegio

Carmen Laforet

Vamos cogidas de la mano en la mañana. Hace fresco, el aire está sucio de niebla. Las calles están húmedas. Es muy temprano. Yo me he quitado el guante para sentir la mano de la niña en mi mano, y me es infinitamente tierno este contacto, tan agradable, tan amical, que la estrecho un poquito emocionada...

El vendedor de estatuas

Silvina Ocampo

Para llegar hasta el comedor, había que atravesar hileras de puertas que daban sobre un corredor estrechísimo y frío, con paredes recubiertas de algunas plantas verdes que encuadraban la puerta del excusado...

Al pie del acantilado

Julio Ramón Ribeyro

Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se multiplica en los lugares más amargos y escarpados. Véanla como crece en el arenal, sobre el canto rodado, en las acequias sin riego, en el desmonte, alrededor de los muladares...

El hombre de Cuero

E. L. Doctorow

No son nada nuevo, se puede leer sobre el Hombre de Cuero, por ejemplo, cuando hace cien años hacía su recorrido veraniego por Westchester, Connecticut, hasta los Berkshires, luego se le veía sentado junto al camino, se le entreveía por el bosque, tenía sus paradas, siempre las mismas...

Parturient montes

Juan José Arreola

Entre amigos y enemigos se difundió la noticia de que yo sabía una nueva versión del parto de los montes. En todas partes me han pedido que la refiriera, dando muestras de una expectación que rebasa con mucho el interés de semejante historia...

La tercera resignación

Gabriel García Márquez

Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera desacostumbrado a él...

Canción de amor no correspondido

John Cheever

Después de haber tratado a Joan Harris en Nueva York durante algunos años, Jack Lorey empezó a pensar en ella como en la Viuda. Joan siempre vestía de negro, y, por un peculiar desorden en su apartamento, Jack tenía siempre la impresión de que los empleados de la funeraria acababan de marcharse...

Así se hacía en Odesa

Isaak Bábel

Empecé: —Rebe Arie-Leib —dije al viejo—, hablemos de Benia Krik. Hablemos de su comienzo fulminante y de su terrible final. Tres sombras interfieren el camino a mi imaginación. Fróim Grach. ¿Acaso el acero de sus actos no es comparable a la fuerza del Rey? Kolka Pakovski...

Cuento azul

Marguerite Yourcenar

Los mercaderes procedentes de Europa estaban sentados en el puente, de cara a la mar azul, en la sombra color índigo de las velas remendadas de retazos grises. El sol cambiaba constantemente de lugar entre los cordajes y, con el balanceo del barco, parecía estar saltando como una pelota que rebotara por encima de una red de mallas muy abiertas...

Cargamento de ébano

Prosper Mérimée

Verdaderamente, el capitán Ledoux era un buen marino. Había empezado como simple marinero de cubierta y luego fue ayudante de timonel. La batalla de Trafalgar le dejó la mano izquierda deshecha por una gran astilla de madera; fue mutilado y, después, licenciado con excelentes hojas de servicio...

El alma

Julio Garmendia

¿Qué viene a buscar el Diablo en mi aposento? ¿Y por qué se toma la molestia de tentarme? Me permito creer que es cuando menos una redundancia y una inconcebible falta de economía en la distribución de tentaciones entre los hombres, el hecho de que se me acerque Satán con el objetivo de rendirme a su poder...

El año de los espaguetis

Haruki Murakami

1971 fue el año de los espaguetis. En 1971 yo hacía espaguetis para vivir y vivía para hacer espaguetis. El vapor que se alzaba de la olla de aluminio era mi orgullo, la salsa de tomate que se cocía a fuego lento en la cazuela haciendo ¡chup!, ¡chup!, mi esperanza...

La sierva del padre

Carlos Fuentes

Este pueblo es irrespirable. Uno diría que a la altura de más de tres mil metros el aire sería el más puro. No es así y uno lo entiende. El volcán es un sacerdote de cabeza blanca y túnica negra. Vomita lo mismo que come: soledad cenicienta. La proximidad del cielo lo oprime a uno aquí en la tierra...