El doble error
Prosper Mérimée
Julia de Chaverny estaba casada desde hacía unos seis años, y desde alrededor de los cinco y medio había reconocido no solo la imposibilidad de amar a su marido, sino incluso la dificultad de sentir por él alguna estima. Ese marido no era en absoluto un mal hombre, no era ni bruto ni tonto...
Bajo los toldos de cubierta
Jack London
—¿Puede un hombre, y me refiero a un caballero, llamar cerda a una mujer? El hombrecillo lanzó ese reto a todo el grupo, luego se reclinó en su tumbona y dio un sorbo a su limonada con un gesto que combinaba certeza y atenta beligerancia. Nadie respondió. Estaban acostumbrados al hombrecillo y a sus repentinas pasiones y enaltecimientos...
El demonio de Maxwell
Ken Liu
Takako iba caminando por la carretera, directa como una flecha hacia el complejo de edificios administrativos, flanqueada a ambos lados por bloques de barracas achaparradas dispuestas ordenadamente, cada una dividida en seis habitaciones, cada habitación la morada de una familia...
Historia del joven de los pasteles de crema
Robert Louis Stevenson
Mientras vivió en Londres, el eminente príncipe Florizel de Bohemia supo granjearse el aprecio de los más por la seducción de sus maneras y por su concepción de la generosidad. Se le tenía por un hombre notable, aunque poco más se sabía de él...
Ellos
Rudyard Kipling
Un paisaje me llevaba a otro; la cima de una colina, a otra cercana, en la mitad del Condado, y ya que no podía hacer otra cosa que mover una palanca, dejé que el Condado corriera bajo mis ruedas. Las amplias llanuras salpicadas de árboles frutales, en el este, dejaron paso al tomillo, a los acebos y a las hierbas grises de los montes Downs...
La iniquidad
Massimo Bontempelli
Hasta los dieciséis años y su primer suicidio, Santos no había tenido una idea y menos aún un sentimiento, así fuera confuso, de la desigualdad social...
Algunas indicaciones útiles a dos auténticos caballeros
Dino Buzzati
Un hombre de unos treinta y cinco años llamado Stefano Consonni, vestido con cierto atildamiento y con un paquetito blanco en la mano izquierda, al pasar a las diez de la noche del día 16 de enero por la vía Fiorenzuola, desierta a aquellas horas, oyó de repente a su alrededor un sonoro zumbido de moscones que parecían murmurar algo...
La mano
Patricia Highsmith
Un joven le pidió a un padre la mano de su hija y la recibió en una caja; era su mano izquierda. PADRE: Me pediste su mano y ya la tienes. Pero, en mi opinión, querías otras cosas y las tomaste. JOVEN: ¿Qué quiere usted decir con eso?...
La mujer que mató
Adrian Conan Doyle
Era Veuve Clicquot del 1913, un vino real verdaderamente maravilloso. —A nuestra anfitriona —murmuré—. A la mujer más hermosa de Londres. —La última vez que la vi —dijo el hombre del ojo de cristal—, lady Westford acababa de matar a su marido de una cuchillada...
El defensor de la fe
Philip Roth
En mayo de 1945, transcurridas solo unas semanas desde la finalización de la guerra en Europa, me reexpidieron a Estados Unidos, donde pasé el resto de la guerra integrado en una compañía de instrucción militar, en Camp Crowder, Misuri...
La tortuga gigante
Horacio Quiroga
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires, y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día...
El bolso de viaje
Graham Greene
El hombrecito que se acercó al mostrador de información en el aeropuerto de Niza cuando llamaron a “Henry Cooper, pasajero del vuelo a Londres número 105 de BE A” parecía una sombra proyectada por el brillante resplandor del sol. Llevaba un traje gris y zapatos negros...
Artes y oficios
Rubem Fonseca
Te fastidias los dientes cuando eres un muchacho miserable, pero si después ganas bastante dinero encuentras un dentista que te arregla la dentadura. Eso me ocurrió a mí, me implanté todos los dientes, un prodigio de ingeniería odontológica...
Niños en sus cumpleaños
Truman Capote
Ayer por la tarde, el autobús de las seis atropello a Miss Bobbit. No sé muy bien qué decir al respecto; a fin de cuentas, ella solo tenía diez años y sin embargo los de este pueblo no la olvidaremos. Y es que nunca hizo algo común y corriente, al menos no desde la primera vez que la vimos, y eso fue hace un año...
Agafia
Antón Chéjov
Durante mi estancia en el distrito de S. tuve ocasión de visitar a menudo los huertos de Dubovo y a su cuidador, Savva Stukach, o simplemente Savka. Esos huertos eran mi lugar preferido para la llamada pesca “general”, en la que se parte de casa sin saber el día ni la hora en que se regresará...
Aceituna, una
Ricardo Palma
Acabo de referir que uno de los tres primeros olivos que se plantaron en el Perú fue reivindicado por un prójimo chileno, sobre el cual recayó por el hurto nada menos que excomunión mayor, recurso terrorífico merced al cual, años más tarde, restituyó la robada estaca, que a orillas del Mapocho u otro río fuera fundadora de un olivar famoso...
Oshidori
Lafcadio Hearn
Había un cazador y halconero llamado Sonjõ, que vivía en el distrito de Tamura-no-Gõ, provincia de Mutsu. Un día salió de caza y no descubrió presa alguna. Pero en el camino de regreso, en un sitio llamado Akanuma...
El terremoto en Chile
Heinrich von Kleist
En Santiago, la más importante ciudad del Reino de Chile, justamente cuando se producía el gran terremoto del año de 1647, en el que tantos seres perecieron, estaba atado a una pilastra de la prisión el español Jerónimo Rugera, acusado de un hecho criminal, a punto de ser ejecutado...
Una mujer respetable
Kate Chopin
La señora Baroda se molestó un poco al enterarse de que su esposo había invitado a su amigo Gouvernail a pasar una o dos semanas en la plantación. Durante el invierno, habían invitado y recibido a mucha gente y también habían pasado gran parte del tiempo en Nueva Orleáns...
Cuento de carnaval
Rómulo Gallegos
La algarada de las primeras comparsas empezaba a turbar la nocturna quietud de la parroquia, ya se oía el tintineo de los cascabeles en los arneses de los coches, y los chicos del vecindario ululaban sin cesar a los primeros diablos...