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El experimento

Relojes. Foto por Jon Tyson en Unsplash

Relojes. Foto por Jon Tyson en Unsplash

-La primera máquina del tiempo, caballeros -informó orgullosamente el profesor Johnson a sus dos colegas-. Es cierto que solo se trata de un modelo experimental a escala reducida. Únicamente funcionará con objetos que pesen menos de un kilo y medio y en distancia hacia el pasado o el futuro de veinte minutos o menos. Pero funciona.

El modelo a escala reducida parecía una pequeña maqueta, a excepción de dos esferas visibles debajo de la plataforma.

El profesor Johnson exhibió un pequeño cubo metálico.

-Nuestro objeto experimental -dijo- es un cubo de latón que pesa quinientos cuarenta y siete gramos. Primero, lo enviaré cinco minutos hacia el futuro.

Se inclinó hacia delante y movió una de las esferas de la máquina del tiempo.

-Consulten su reloj -advirtió.

Todos consultaron su reloj. El profesor Johnson colocó suavemente el cubo en la plataforma de la máquina. Se desvaneció.

Al cabo de cinco minutos justos, ni un segundo más ni un segundo menos, reapareció. El profesor Johnson lo cogió.

-Ahora, cinco minutos hacia el pasado.

Movió otra esfera. Mientras aguantaba el cubo en una mano, consultó su reloj.

-Faltan seis minutos para las tres. Ahora activaré el mecanismo -puso el cubo sobre la plataforma- a las tres en punto. Por lo tanto, a las tres menos cinco, el cubo debería desvanecerse de mi mano y aparecer en la plataforma, cinco minutos antes de que yo lo coloque sobre ella.

-En este caso, ¿cómo puede colocarlo? -preguntó uno de sus colegas.

-Cuando yo aproxime la mano, se desvanecerá de la plataforma y aparecerá en mi mano para que yo lo coloque sobre ella. Las tres. Presten atención, por favor.

El cubo desapareció de su mano. Apareció en la plataforma de la máquina de tiempo.

-¿Lo ven? ¡Está allí, cinco minutos antes de que yo lo coloque!

Su otro colega miró el cubo con el ceño fruncido.

-Pero -dijo- ¿y si ahora que ya ha sucedido cinco minutos antes de colocarlo ahí, usted cambiara de idea y no lo colocase en ese lugar? ¿No implicaría eso una paradoja de alguna clase?

-Una idea interesante -repuso el profesor Johnson-. No se me había ocurrido, y resultará interesante comprobarlo. Muy bien, no pondré…

No hubo ninguna paradoja. El cubo permaneció allí. Pero el resto del universo, profesores y todo, se desvaneció.

FIN

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