Durante el crudísimo invierno de 1799, fue visto un lobo en Adgate, Leadenhall y Cornhill, en pleno centro de Londres. Al principio se creyó que se trataba de un enorme perro vagabundo, extrañamente peligroso; pero numerosos testigos comprobaron que se trataba de un lobo y, además, ¡de notables dimensiones!
Sobre todo atacaba a las mujeres que llegaban tarde a sus hogares y también a los hombres que no iban armados, pues el animal parecía intuir desde lejos si llevaban o no un arma peligrosa.
En la noche de San Ambrosio hacía un tiempo infernal y las calles estaban desiertas, cuando el oficial de sanidad Br… cruzó Fenchurch en su pequeño coche.
Cuando llegó a la altura de la plaza principal, el lobo surgió de un callejón sin salida y se abalanzó sobre la cabeza del caballo.
Pero el lobo recibió lo suyo, pues el caballo, un animal joven y robusto, se apartó y lanzó una violenta coz.
El lobo, alcanzado en la mandíbula, profirió un siniestro alarido e intentó huir.
Pero el médico no se conformó con esto, siguió al lobo hacia el callejón sin salida en el que se refugiaba y, desde lejos, le disparó un tiro.
El monstruo cayó, se incorporó y desapareció por el corredor de una casa, cuya puerta se cerró inmediatamente tras de sí.
El Dr. Br… llamó inútilmente a la puerta, nadie acudió a abrirle.
A la mañana siguiente dio parte al oficial de policía del barrio que, acompañado de dos hombres armados, se dirigió a la casa indicada.
La vivienda estaba ocupada por un pequeño rentista llamado Smigger, un hombre temido y detestado por toda la vecindad debido a su mal carácter y a su brutalidad.
Al no responder a los requerimientos del oficial de policía, hundieron la puerta y, desde la entrada, en un ángulo del corredor, vieron a Smigger en el suelo, muerto, en un mar de sangre.
Tenía destrozada la parte inferior de la cara y una bala de pistola en los riñones.
No se encontró la piel de lobo, pero en todas partes de la casa había huellas de enormes patas con garras, así como una gran provisión de carne cruda e incluso una cabeza humana completamente despedazada.
El Dr. Br… tuvo la curiosidad de examinar, asistido de varios expertos, los enormes excrementos que se encontraron por todas partes en la siniestra vivienda, y tuvieron que concluir con pavor que se encontraban ante las deyecciones de un lobo.
Smigger jamás había abandonado Londres y fue imposible explicar este caso de licantropía.
FIN