De cómo repartió el diablo los males por el mundo
Voy a contarles, y no lo olviden, porque es cosa que un cristiano debe tener bien presente, esta historia que nosotros no olvidaremos jamás y que diremos a nuestros hijos con el encargo de que la repitan a los suyos, y así continúe trasmitiéndose, y nunca se pierda.
Esto ocurrió en un tiempo en que el Diablo salió para vender males por la tierra. El hombre ya había pecado y estaba condenado, pero no había variedad de males. Entonces el Diablo, con su costal al hombro, iba por todos los caminos de la tierra vendiendo los males que llevaba empaquetados en su costal, pues los había hecho polvo. Había polvos de todos los colores que eran los males: ahí estaban la miseria y la enfermedad, la avaricia y el odio, y la opulencia que también es mal y la ambición, que es un mal también cuando no es la debida, y he aquí que no había mal que faltara… Y entre esos paquetes había uno chiquito y con polvito blanco, que era el desaliento…
Y así es que la gente iba para comprarle y todita compraba enfermedad, miseria, avaricia y los que pensaban más compraban opulencia y también ambición… Y todo era para hacerse mal entre los mismos cristianos.
El Diablo les vendía cobrándoles buen precio, pero a aquel paquetito con polvito blanco lo miraban, mas nadie le hacía caso…
“¿Qué es, pues, eso?”, preguntaban por mera curiosidad. Y el Diablo se enojaba, pues la gente le parecía demasiado cerrada de ideas. Y cuando de casualidad o por mero capricho alguno lo quería comprar, preguntaba: “¿Cuánto?”, y el Diablo respondía: “Tanto”. Y era pues un precio muy caro, más precio que el de toditos los paquetes, y he aquí que la gente se reía diciendo que por ese paquetito tan chico y que no era tan gran mal no estaba bien que cobrara tanto, insultando también al Diablo diciéndole que era muy Diablo por quererlos engañar así… Y el Diablo tenía cólera y también se reía viendo como no pensaba la gente…
Y es así que vendió todos los males, pero nadie le quiso comprar aquel paquetito, porque era chiquitito y el desaliento no era gran mal. Y el Diablo decía: “Con este, todos; sin este, ni uno”. Y la gente más se reía, pensando que el Diablo se había vuelto zonzo. Y he aquí que solo quedó aquel paquetito, por el que no daban ni un cobre… Entonces el Diablo, con más cólera todavía y riéndose con la misma risa de un Diablo, dijo: “Esta es la mía”, y echó al viento aquel polvo para que se fuera por todo el mundo.
Desde entonces, todos los males fueron peores, por ese mal que voló por los aires y enfermó a todos los hombres. Solo, pues, hay que reparar, nada más, para darse cuenta… Si es afortunado y poderoso, pero cae desalentado por la vida, nada le vale y el vicio lo empuña… Si es humilde y pobre, entonces el desaliento lo pierde más rápido todavía… Así fue como el Diablo hizo mal a toda la tierra, pues sin el desaliento ningún mal podría pescar a un hombre…
Es así como está en el mundo, donde algunos más, donde otros menos; siempre nos llega y nadie puede ser bueno de verdad, pues no puede resistir, como es debido, la lucha fuerte del alma y el cuerpo que es la vida…
Niños del mundo: que el desaliento no empuñe nunca vuestro corazón.
FIN
Ciro Alegría Bazán. Nacido el 4 de noviembre de 1909 en Sartimbamba, La Libertad, Perú, se erige como uno de los pilares de la narrativa indigenista en América Latina. Hijo de José Eliseo Alegría Lynch, perteneciente a una familia de hacendados, y María Herminia Bazán Lynch, su infancia transcurrió entre las vastas extensiones de la hacienda Quilca, marcando su destino literario. Educado en el Colegio Nacional San Juan de Trujillo, compartió aulas con el joven poeta César Vallejo, dejando una huella imborrable en su alma literaria.
Alegría, influido por las historias de la hacienda y las vivencias entre los indígenas, forjó su identidad literaria. En 1935, su novela "La serpiente de oro" ganó el concurso de la Editorial Nascimento en Chile, iniciando una prolífica carrera. El destierro a Chile, la tuberculosis que lo aquejó en San José de Maipo, y el segundo premio con "Los perros hambrientos" (1939) en el concurso de Zig-Zag, marcaron sus años formativos. Sin embargo, fue con la monumental "El mundo es ancho y ajeno" (1941) que conquistó el reconocimiento internacional al ganar el Concurso Latinoamericano de Novela auspiciado por la Editorial Farrar & Rinehart.
Su vida transcurre entre Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba, donde se involucra en la política y la enseñanza. Alegría, amante de la libertad, se afilia a Acción Popular en 1963 y se convierte en diputado en Lima. Su pluma también se extiende al periodismo, colaborando con destacados diarios y revistas de la época.
Regresa al Perú en 1957, recibido con honores, pero su salud se ve amenazada por una úlcera duodenal en 1960. A pesar de los desafíos de salud, continúa dejando su huella literaria con "Duelo de caballeros" (1963) y participa en eventos culturales, como el Encuentro de Narradores Peruanos. Su vida se apaga el 17 de febrero de 1967, dejando un legado inmortal que trasciende la literatura, adentrándose en la esencia misma de la cultura peruana. Ciro Alegría, con su maestría literaria y compromiso social, permanece como un faro luminoso en la vastedad de la literatura hispanoamericana.