Ajenjo
Tres dedos de ajenjo puro —tres mil millones de espacios de ensueño.
El espíritu se desgarra sin dolor, se alarga suavemente en puntas rápidas hacia lo imposible. El espíritu es una invasora estrella de llama de alcohol fatuo. Libertad, facilidad sublime. El mundo es un espectro armonioso, que ríe con gestos de connivencia.
Ya sé… ¿qué sé? No sé; lo sé todo. La verdad es alegre. Un horno que sacude en la noche su cabellera de chispas. Ráfagas de chispas veloces, onda de fuego que se encabrita. Por todas partes la luz que abrasa. Arder, pasar, aullidos de triunfo.
La vida está desnuda. Me roza en su huida, me araña, la comprendo, la siento por fin. El torrente golpea mis músculos. ¡Dios mío! ¿Dios? Sí, ya sé. No, no es eso.
¿Y debajo? Algo que duerme. La vuelta, la vuelta a la mentira laboriosa. El telón caerá. No quiero esa idea terrible. Desvanecerse en las tinieblas, mirar con los ojos inmóviles de la muerte el resplandor que camina, bien. Tornar al mostrador grasiento, al centavo, al sudor innoble…
Ajenjo, mi ajenjo. ¿Es de día? Horas de ociosidad, de amor, de enormes castillos en el aire, venid a mí. Mujeres, sonrisas húmedas, el estremecimiento de las palabras que se desposan, vírgenes, en las entrañas del cerebro, y cantan siempre…
Ajenjo, tu caricia poderosa abandona mi carne. Me muero, recobro la aborrecible cordura, reconozco las caras viles y familiares, las paredes sucias de la casa…
Las estrellas frías. Las piedras sonoras bajo mis talones solitarios. La tristeza, el alba. Todo ha concluido.
FIN
Rafael Barrett. Cuyo nombre completo resonaba como Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo, emergió en el mundo literario desde su natal Torrelavega, Cantabria, España, el 7 de enero de 1876. Su historia se tejía en las letras y en la lucha social, forjando una destacada trayectoria como narrador, ensayista y periodista en el panorama literario paraguayo y sudamericano del siglo XX.
En su juventud, Barrett desafiaba los límites convencionales. Nacido en el seno de una familia adinerada hispano-inglesa, el joven Rafael, con el ardor de la juventud, pronto desplegó una personalidad polémica y apasionada. Tras un paso por Madrid, donde entabló amistades con luminarias como Valle-Inclán y Ramiro de Maeztu, Barrett oscilaba entre los salones literarios y los casinos, atrapado en un torbellino de duelos y pasiones tumultuosas.
La notoriedad no le fue esquiva, siendo protagonista de un escándalo al enfrentarse al duque de Arión en el Circo de París. Este episodio marcó un punto de quiebre que lo impulsó a viajar a Sudamérica. En Argentina y Uruguay, y finalmente en Paraguay, Barrett encontró su voz como escritor, periodista y defensor de los desfavorecidos. Las penurias de la sociedad sudamericana en aquel entonces calaron hondo en su pluma, generando una narrativa que se levantaba como un grito de denuncia contra la injusticia.
Su vitalidad literaria floreció aún más en Paraguay, donde se estableció y formó una familia. Con una pluma incisiva, Barrett abrazó el anarquismo como bandera y se erigió como voz en contra de la opresión social. A pesar de las consecuencias, incluyendo su encarcelamiento en varias ocasiones, Barrett no se amilanó. Su compromiso con la justicia social y su capacidad de expresión se entrelazaron en una narrativa apasionada que resonó en el corazón de una sociedad necesitada de cambio.
Rafael Barrett trascendió fronteras y categorías literarias. Su legado perdura como un ejemplo de valentía y convicción en las palabras. Su vida, marcada por el exilio, la lucha y la vocación humanitaria, se convirtió en una historia de redención a través de la literatura. Este escritor intrépido y comprometido dejó una huella indeleble en la literatura paraguaya y en la conciencia colectiva de Sudamérica.