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Quisiera no tener origen

Quisiera no tener origen,
ser la huérfana de las películas rojas
Ser la novicia solitaria y sin padre,
una semilla sin tierra ni partes blandas,
Ser los días fértiles en medio del otoño.

No poder verte en las tardes verdes sin nubes,
Ser La hoja seca sin rosas negras,
Ser la mano blanca del caleidoscopio de los cetáceos
Que se muerden los tentáculos sin asco.

No quiero tu primer ni segundo nombre,
No quiero tu padre ni tu madre
Ni un credo con espíritus.
Tengo la demencia de no querer saciar al hastío,
no querer sanar las lagunas
Ni secar los campos de sal,
tener averías en cada madrugada y
tener abismos en cada carcajada.

Quiero la nostalgia de ser mi yo sin raíz,
mí hoy sin pétalos.
Tengo la impaciencia del cetro en las manos del monarca
La tinta seca en la punta de la pluma de un ángel
La violencia extrema de un aborto de tres días
El miedo al acoso sin nortes
Y la paradoja de llamarme igual que la soledad.

Tengo la deuda, la culpa, la marca del adiós.
La culpa del miedo,
la culpa de no aceptar tu culpa
La culpa del cencerro que golpea en mis puertas cada viernes,
de los viejos en las iglesias.
La deuda con nosotros, sin ti, conmigo,
La deuda con ellos,
con todos, sin mí,
La deuda con la respiración quieta y madura.
Tengo la marca del Caín en el desierto,
del Abel sin hermanos
De Eva sin padres,
de las siestas sin madre.
Tengo la culpa, mi culpa, nuestra culpa,
seca, marchita, casi nula, casi muerta,
Sin olas, sin sal, sin duda,
sin marcas, sola,
con tú culpa, Conmigo, contigo,…

Los días tintinean bajo las copas y las meriendas se agotan con dulces engaños
Tengo claustros en mis ojos,
miedo en el fango
Tiempo en los bancos
Dinero en los relojes
Canciones blancas un día de luto,
velos negros el día del parto de los adioses.

Consenso a mis cuadros a no puntillear las venas,
ni asomar las deudas
Contesto al silencio y callo al ruido con un gemido tibio
Con un péndulo asiduo
Con los dientes raídos
Con las esporas censuradas.

Río al martillo de tus ganas
A la cardiopatía de tus letras
A la germinada esencia de los austeros besos.

Converso a las viudas vírgenes
A los curas lascivos
A los fetos en campanarios
A los perros solos.

Saludo por fin a la niebla partida
A la luna esparcida de pólvora
Al sol teñido de naipes…
A los cardos engendros de tus martes.

Pasan las horas y una puntada recorre por mi estómago,
no lo sé, eres tú, quizás yo…
lo siento, pero es tarde y el sueño aguarda y
las lágrimas me esperan,
Qué hacer cuando tu garganta se llena de palabras que no puedes decir,
de paisajes que ignoras y
los logros son meras quimeras en una tarde donde la muerte parece más verdadera.

Qué hacer cuando no te encuentras y no basta asumirse y perdonarse.
No basta decir adiós y acostarse,
No basta reír y atragantarse,
No basta ser el luto de las novias ni la misa de los partos.
Qué hacer cuando volteas y no aguardas,
Saludas y sonríes.
Te pinto y te borras por el tiempo,
Se queda tu borrador inmutable,
opaco, claro, sin trazos.
Qué hacer cuando llamo y no sales,
Traspolo y no caminas,
Cuando vocifero tu nombre y el viento me levanta la saya
y me anuda las venas.

Qué hacer cuando María sale al patio recoge la ropa y se da cuenta que aún no está seca, va a los
calderos y la carne esta cruda,
Te da un beso y tu boca está seca.
Qué hacer cuando María espera,
los nueve meses no llegan y la madera se vuelve blanda,
los clavos se oxidan por la soledad de tus nuncas.

Qué hacer cuando María recorre la sala sola,
se despide de su muerte y de su vida
Qué hacer cuando ella tiene un feto en los ojos y una muerte en las palabras.
Qué hacer cuando María susurra y
sus gatos se aproximas fugitivos de la noche,
Qué hacer cuando te abraza y los días se escapan,
corren, saltan,
Cabalgan rápido y sin norte, se atropellan,
tiembla la nada, la nunca, el siempre
Qué hacer cuando te das cuenta que también te llamas María.

No puedo pretender que no pasa nada cuando me lastimas el vientre
Me corta la duda y me corroe el silencio.
No espero sentada ni parada,
espero dando vueltas sobre mi misma,
dando tumbos en mis venas
No converso conmigo ni me callo contigo,
no duermo despierta los días que te ausentas
No salto las suizas ni juego a las escondidas.
No pretendo que no pasa nada cuando no pasas,
cuando no llamas, cuando me amordazas la
tranquilidad, me trituras los nudillos,
me carcomes las esperanzas.
No escucho al viento ni saludo al sol,
no salgo a ninguna parte,
no permanezco en mí conmigo.
No pretendo que no pasa nada cuando volteas y te despides,
cuando finjo no mentirte, cuando
suspiro tus dientes.
No busco melodías ni adjetivos,
no trago mis oraciones verdes y fangosas,
no río en la puerta de
los cementerios.

No pretendo que no pasa nada cuando no estas,
cuando te espero, llamo, salto, me mato y vuelvo
a nacer sin alas.
No pretendo que no pasa nada cuando te encuentro tan lejos,
tan torpe, tan mudo.
No pretendo que aguardas cuando no te veo,
No rio, no lloro, no siento,
No pretendo que pretendo,
No, no,
Ya no pretendo.

Ella se despeina y se recoge los cabellos con las horas,
ella se despide de la tarde se sienta quieta y sosegada,
Se detiene en medio de la sala y te busca.
Ella corre y se pinta las manos con calas,
Se sacude el miedo con vino,
Baila, llora, corre,
se agobia por el tedio y cae,
El piano se acelera y ella roba las manzanas de la tarde,
se come las horas y la cascaras.
Ella pasea desnuda con tul de limbo,
con tul de siempre.
Ella aguarda en la cama con las piernas desatadas y
las manos casadas con las olas.
Ella se mira de lado y sonríe con las melenas agrupadas en una copa.
Ella saluda al día y a las lunas,
ella tose y escruta a la tiniebla.
Ella te despide,
te atrapa,
te espera.
Ella te sienta,
te descansa, te mece y te tiende lenta.

Ella te suspira y te canta, ella te sigue y se distrae, ella conjura y miente,
Ella es y no es nada,
es todas y una sola.
Ella es tu campo,
tu mies, tu sabia,
tu estocada.

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