Su nombre en un cartel
Lorenzo Lunar Cardedo
Fue un puntazo frío. Con música de fondo. En un callejón oscuro de la ciudad. Los fuegos artificiales a lo lejos, como el ritmo de la orquesta. El corito: “Menea, menea, menea tus caderas, María…”
Cortes y puntadas
Ahmel Echevarría
Un apartamento ordenado, limpio y bien iluminado—¿Tacos con chile? No jodas, buey —dijo El Mexicano luego de bajar el volumen del televisor de la sala de aquel pequeño apartamento…
La muerte de Lucas
Lázaro Alfonso Díaz Cala
Oficial, no crea todo lo que dicen por ahí, la gente siempre habla hasta lo que no sabe. Lucas era un negrito bueno. Dicen que ninguno lo es, pero él sí, yo se lo garantizo.
Mister Not Guilty
Rodolfo Pérez Valero
El guardia pelirrojo esperó a que la doctora que certificaría la defunción llegara hasta la camilla con las correas. Luego cerró la puerta del cubículo y extrajo las llaves de su bolsillo. Ante él, el reo pareció desvanecerse y el guardia calvo a sus espaldas tuvo que sostenerlo.
Los puercos no vuelan
Nguyen Peña Puig
Finalmente solo puedes ir y sentarte atontado, totalmente noqueado, y esperar; como si estuvieses en una parada de autobús aguardando la muerte.
Graffitis en la ciudad
Luis Alfredo Vaillant Rebollar
Esta ciudad puede estar llena de asesinos. Cualquiera puede ser la víctima esperando en un rincón oscuro. Ella dijo tenemos que matarlo, y dijo tenemos, como si uno dependiera del otro, como si yo estuviera dentro de su cabeza, como si mi cuerpo, mi olor y mi pene formaran parte de su psiquis, haciéndome cómplice.
Un hurkle en la basura
Claudio del Castillo
Fred lo pinchó con un palo, sin embargo, no se movió. Tenía los cafmores mustios; los kums, rígidos como sus seis patas; y la tonalidad de su piel, normalmente de un bello azul intenso, era la que tendría un cielo encapotado.
Evidencias
Santos Armando Borrell Curbelo
—Vieja… Acaba de traerme el café —le grito a Josefa después de calzarme las chinelas, estiro los músculos y abro la ventana. Penetran los primeros rayos de sol.
—¿Me habré quedado dormido? —pienso mientras miro hacia el reloj que está sobre la cómoda. ¡Coñó…! Las siete de la mañana…
Esos negros me la van a pagar
Luis Adrián Betancourt
Las manos de Cachita eran como un torbellino espumoso dentro del fregadero mientras limpiaba la losa de aquel almuerzo que, después de una sobremesa importunada, transitaba lento por el camino de la digestión.
Básica
Orlando Andrade
El psiquiatra preguntó: ¿Por qué tanta crueldad? —me le quedé mirando. Sus ojos querían esperar unos segundos, pero su boca habló enseguida: ¿Quién es la mujer de la foto? —mi madre.
Beretta
María del Carmen Muzio
No me agradan los velorios pero era ineludible que fuera. Quería verlo por última vez. Parecía dormido, como la mayoría de los cadáveres, ya limpios y bien vestidos, dentro de una de esas cajas horribles donde semejamos un sueño reparador gracias a la eficiencia de los empleados necrológicos.
Incesto
Reinaldo V. Gálvez Rodríguez
“En la novela yo era una prostituta que se acostaba con un turista. Y si es un turista en Cuba, decir que era extranjero se me antoja un lugar común. El tipo rondaba los sesenta años y pesaba unas doscientas libras, pero como me había ofrecido mucho dinero por pasar la noche, según el narrador, subí a la habitación del hotel luego que el extranjero sobornara al custodio…”
La Viuda
Olimpia Pombal
“Y aquel abismo de incomprensión y rechazo terminó por convertirlos en dos extraños. Hasta que un día, después de una discusión en que él le dejó marcado un brazo, la asaltó, más bien la golpeó, una pregunta: “¿Cómo será mi vejez con un loco tan prepotente al lado?”…”
Volveré a matar este jueves
Manuel Quintero Pérez
Eran siete los asesinatos desde el segundo jueves de abril. Siempre el segundo jueves de cada mes. Si había un hombre en la casa lo asesinaba antes de agredir sexualmente a la mujer…
Dos narices en la casa de los Z
Danny Echerri Garcés
“Mi casa la conoce todo el mundo porque entra mucha gente; unos abrazan a mamá, otros a Zoila, muy pocos a Zenaida que se levanta todas las mañanas y hace el café para los hombres. “Dígase hombre y se han dicho todos los derechos”. Entran en mi cuarto, estrujan mi cama. Mamá siempre sale colorada y le enseña el cuello a Zenaida…”
Ellas quieren ser novias
Frank David Frías
“Al salir, con paso inestable, tropieza con el cadáver que sigue sentado a la mesa —la mesa ordenada para dos porque esa tarde sería más que un almuerzo—, con el rostro hundido en el plato de camarones; con el charco de sangre cada vez más amplio en el mantel…”
El Cronista
Maykel Paneque
“Dotado de 3 000 rublos, este certamen se abre para fomentar el conocimiento sobre hechos sangrientos que escapan al dominio público. Convocado por la Red de Bibliotecas Ambulantes, el concurso pretende acercar a nuestros masivos lectores a sucesos delictivos que pueden sorprenderlos en plena luz del día en el lugar menos pensado y así alertarlos de ser víctimas de un atentado”…
Molinos de bolsillo
Marlon Duménigo
“¡Mire lo que hay aquí, Capitán Mendoza!, grita el policía, dirigiéndose a los oficiales y mostrando con cierto orgullo una pequeña envoltura de nylon. Luego, propina un fuerte codazo en la cintura del detenido, obligándolo a caer de rodillas sobre el pavimento.”
El Intruso
Lester Flores López
El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral. La serenidad del Cardenal Carlos se interponía entre sus hombres y la entrada a la sala. Le aseguro, comandante Lester: solo han sido unos cuantos volúmenes mal colocados, insistió el hombre de púrpura. Pero el militar le miraba receloso.
Mayra
Luis Pacheco Granado
“Al poco rato, la joven salía del hotel, en el mismo instante que un auto con chapa de turismo frenaba ante ella. Un canoso, de abundante bigote, le abrió la puerta delantera sin bajarse del auto. Ella subió y el auto se alejó del lugar. Todo fue tan rápido que el portero no tuvo tiempo ni de acercarse. Al ver como se alejaban hizo un movimiento de cabeza, como diciendo: “Ahí se me fue una buena propina”.”