Poesía de Perú
Poemas de Xavier Abril
Xavier Abril de Vivero (1905-1990), cuya vida fue un énfasis lírico entre dos mundos, nació en Lima, Perú, y culminó su travesía poética en Montevideo, Uruguay. Este poeta, ensayista y crítico literario se elevó como un faro en la Generación del 30, compartiendo escena con figuras como Martín Adán y César Vallejo.
Su periplo inició en Europa, donde absorbió el surrealismo y su espíritu vanguardista. En España, integrado al grupo surrealista original, se codeó con André Breton y Paul Eluard, dejando una impronta en la plana de Amauta en los años 20. Exiliado por la guerra civil española, regresó a Lima en 1937, marcando este período con la publicación de “Descubrimiento del alba“, una obra que ha resistido el paso del tiempo.
Radicalmente comprometido, Abril no solo vivió la efervescencia cultural de su época sino que también participó activamente. En 1950, se asentó en Montevideo, donde se convirtió en un emblema cultural. Su legado como agregado cultural de la embajada peruana en Uruguay y su persistente contribución a la cultura nacional le valieron honores y reconocimientos.
La obra publicada de Abril durante su vida incluye “Hollywood” (1931), “Difícil trabajo” (1935), y el destacado “Descubrimiento del alba” (1937). Sin embargo, su silencio poético fue roto cincuenta años después con la revelación de “La rosa escrita” (1987) y “Declaración de nuestros días” (1988), consolidando su lugar entre las voces poéticas esenciales del siglo XX.
A través de la compilación póstuma “Poesía soñada” (2006), su legado resurge con una potencia renovada. La poesía de Xavier Abril fusiona la extravagancia surrealista con una sensibilidad social aguda, dejando un tesoro literario que resuena más allá del tiempo y las fronteras.
Intimidad
Estás en mí tan lenta que parece agua continua. Te veo caer
/en mis últimos
sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia
/mínima del deseo y la belleza.
Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.
Estética
(Realidad, incierta realidad o sueño.
Mujer siempre dormida en el poema.
Gacela despierta en suave paisaje de nube.
ausente de césped y horizonte
POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO).
Exaltación de las materias elementales
(En desnudez intacta,
escalofrío, desmayo y sueño.
Debajo de sus senos nace un río
que olvida los temblores de su cuerpo).
¿Te quieres dar a mí hasta palidecer
desmayada en la noche?
¿Y que tu cabellera encienda
los trópicos íntimos del amor?
¿Sentir la claridad del alba
anegada en tus senos?
¿Hundirte en mí,
en la temeraria orfandad de la sangre?
Yo sueño verte un día
desnuda de tallos y de aurora,
señalando la transformación de las esferas,
alta de mediodía, cenital y luminosa,
solitaria, única: ¡eterna rosa!
La rosa eterna
En la mañana vacía
vestida de su alborada;
en la tarde fenecía
cual la rosa de la nada.
Estaba abierta de día,
de noche estaba cerrada;
cantaba como gemía,
sentía cuanto lloraba,
La flor del mundo ignorada,
que sólo el alma adivina,
de su tallo se alejaba
a ser la rosa divina.
Tono último del alba
A una sola línea del sueño, del color que es su vida. El mundo de
mis manos se vuelve sutil en su cuello. Luego, se pierde el mundo.
Esto ya es el gozo, la media luna, el canto de primavera. De sus axi-
las veo emerger la estación, el verano.
Adormecida en el alba entre dos rayos.
Patética
Caída del éxtasis,
en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.
Tu frente se eleva como el fuego.
Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.
La hoja independiente, la gota de agua,
iguales a un cosmos o poema.
Estás allí donde la sangre canta,
en lo desnudo del aire, en la vena del alba.
- Yolanda Bedregal
- Jorge Torres Ulloa
- Jorge Isaacs
- Víctor Manuel Cárdenas
- Alejandro Flores Pinaud
- José Somoza
- Romeo Murga
- Iliana Godoy
- Ángela de Mela
- Leopoldo de Trazegnies Granda
- Rafael Morales
- Anna de Noailles
- Eduardo Lizalde
- José Ramón Enríquez Alcázar
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- Paul Montjoy Forti
- José Díez Salazar
- Hebert Abimorad
- Alfonso Calderón
- Quilo Martínez