Poemas:
Es tocable la sombra
Íntima es la madera
Y dolorosa el agua que fluye hacia la espalda.
La tarde cae, viene desde algún sitio sin huella,
Sin sonido. Es tocable la sombra.
Mi piel en el espejo tiene anuncios que muerden.
Salgo a la calle con la misma pregunta
Pero mi voz no asombra,
ni recuerda el timbre de otros días.
Nadie tiene respuestas; los que pasan
buscan rumbos distintos,
Si me miran creen descubrir, mapas ajenos,
historias que no le pertenecen,
Dados marcados por otros tiempos.
Vengo de allí, les digo,
solo me he adelantado un poco.
Mírenme, les repito, yo estoy
a donde ustedes deben llegar mañana
Si antes no se borra su sombra en el camino.
Pero pasan de largo a través del espejo
Y los veo multiplicarse, perderse sin retorno.
Un tropiezo sin fondo
Distante está el árbol y aún más lejos la luz,
Pero su sombra inquieta llega y parte al instante
Dejándome manchada la ventana.
Anoche tuve un sueño que intento recordar;
En él también la sombra era una torpe ruta,
Un tropiezo sin fondo.
Sé que había un rostro, cierta canción antigua,
La espalda mutilada de una muchacha desconocida.
Yo estaba allí pero no puedo descubrir
en qué zona del sueño, ni si era mi sombra
la que cruzaba por la espalda desnuda
De la mujer sin rostro.
Siento que venía del dorso de las cosas,
Y me busqué las manos sin hallarlas.
Cambio la luz de ahora, y el aire alejó las ramas,
Pero la mancha de la sombra sigue moviéndose
En el sucio cristal de la ventana.
La mancha
Una mancha amarilla intenta ser el sol
Mientras la mano se alarga en el pincel
Y busca dentro, En la piel lacerada del artista.
La luz se oculta.
Finge el árbol que es árbol en la tela
Y mueve sus ramas torpes
manchadas de un violeta que recuerda una tarde
Que se niega a morir en la memoria del pintor.
Habla el pincel, conozco ese lenguaje
Que advierte del peligro mortal que nos acecha.
Solo se salvarán, nos dice, los que sepan mirar,
Aquellos para quienes los fantasmas de luz
No resultan un anuncio del porvenir.
Hay una mancha saliendo de la tela,
No sé si es una sombra,
O el accidente que marca la ruta de otro lienzo.
Me detengo en sus contornos,
Siento su vibración oculta, su olor a cieno antiguo,
La temperatura que nace de su pigmento torpe.
Vuelvo al amarillo de la izquierda,
Y no encuentro la relación entre el sol que no existe
Aunque el pintor lo anuncia,
Y esa mancha que crece hasta cubrir la tela
Hasta tomar por asalto las paredes
Las calles, las ventanas, la ciudad inocente
Y el perfil de la Isla con su verde manchado de violeta.
Definitivamente jueves
Quiero que el veintiuno de agosto
del año dos mil diez,
a las seis de la tarde como es hoy,
pases desnuda atravesando el cuarto
y preguntes por mí.
Si estoy, pregunta, y si no existo,
o si me he extraviado en algún lugar de la casa,
de la ciudad, del mundo,
pregunta igual, alguien responderá.
El primero de enero del año dos mil uno será lunes
pero el veintiuno de agosto de la fecha indicada
tiene que ser definitivamente jueves
y el calor, como hoy, agotará las ganas de vivir.
Las calles serán las mismas para entonces,
los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo,
muchos amigos no estarán
y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa,
de la ciudad, de mi país, del mundo.
Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar,
prepares la piel
el corazón
las ganas de vivir.
Biografía:
Waldo Leyva (Remates de Ariosa, 1943) es un escritor, periodista y poeta cubano.1 Sus obras han sido traducidas al portugués.
A pesar de que su primer título salió publicado en 1974, era uno de los poetas más conocidos en Cuba. Ejerció la docencia como profesor de Estética y de Literatura Cubana e Hispanoamericana.
Fue fundador y director de varias revistas, Del Caribe y Letras Cubanas, por citar algunas. Con su obra El rumbo de los días ganó en el 2010 el X Premio Casa de América de Poesía Americana y el premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), de Venezuela, le fue otorgado en 2012 por su antología Cuando el cristal no reproduce el rostro.