Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Virginia Brindis de Salas

Virginia Brindis de Salas (Montevideo, 1908 – Buenos Aires, 1958) fue una de las voces más singulares de la poesía afrouruguaya y latinoamericana. Su obra, marcada por un profundo sentido de pertenencia a sus raíces afrodescendientes y por una inquebrantable lucha contra la invisibilidad social, la convirtió en una pionera. Publicó dos libros fundamentales: Pregón de Marimorena (1946) y Cien cárceles de amor (1949), siendo la primera mujer negra en toda América Latina en lanzar un libro de poesía. Este hecho no solo la posiciona como una figura única en el ámbito literario, sino también como una referencia ineludible para el estudio de las voces silenciadas en la historia de la literatura.

Brindis de Salas, nacida como Iris Virginia Salas, adoptó el nombre con el que firmaría sus obras, creando una identidad que resonaría con fuerza en los círculos intelectuales. Fue miembro del Círculo de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores Negros (CIAPEN) del Uruguay, un espacio que, al igual que su poesía, buscaba dar visibilidad a la cultura afro. Colaboró activamente con la revista Nuestra Raza, medio en el que su voz encontró eco y diálogo con otras figuras relevantes de su tiempo.

Su amistad con poetas como Juana de Ibarbourou y el reconocimiento de figuras internacionales como Gabriela Mistral y Nicolás Guillén, subrayan la calidad y universalidad de su obra. Brindis de Salas no solo cantaba a su gente, sino que su poesía trasciende fronteras y lenguas. En 1954, su poema Tango fue traducido al alemán, abriendo paso a su resonancia en otras culturas.

A pesar de su muerte temprana, su legado literario sigue siendo motivo de estudio y admiración. Su obra inédita, Cantos de lejanía, permanece en el misterio, pero los versos que sí nos dejó son testimonio de una sensibilidad poética profunda, una lucha constante por la identidad y una mirada crítica sobre el mundo que habitó. Virginia Brindis de Salas es, sin duda, una poeta que desde el margen escribió en el corazón de la literatura.

Pregón número dos

A las seis de la mañana
por las calles de la ciudad
gira una voz por el aire;
pregón de Marimorena.

¿Qué noticias, qué noticias
del mundo trae la prensa?

A las cinco de la tarde;
pregón de Marimorena
como campana sonora
de los barrios populares;
pregón de Marimorena!

¿Quién te dio morena vieja
esa hermosa gritería
que sale de tus pulmones
agitando noche y día
del mundo las sensaciones?

Pregonera de esperanzas
con los diarios bajo el brazo;
dos vintenes1 y una chanza
que tú olvidas calle abajo.

La noche de los suburbios
en tu mente es rediviva;
danzan corazones turbios
para que otros vivan.

Qué saben los “redactores”
cómo se vende un diario,
políticos o “doctores”
después del abecedario?

Tú, negra, analfabeta,
Marimorena,
día a día, jeta a jeta,
las calles llenas
con pregones sandungueros:
en la mañana primero
y por la tarde después
durante los treinta días
o treinta y uno del mes.

No hay sol que te arredre nunca,
ni lluvia que te aglutine,
y si se empapa tu nuca
o chapotean tus botines,
vas adelante y pregonando
como heraldo en los mítines
y es un concierto tu anuncio
de todos los diarios juntos.

Cuando un señor de la prensa
pase a tu lado y te oiga
que no se escape de esta
y tus pregones desoiga:
para cuando tú no puedas
gritar el diario que escribe
pues sin el pan te quedas
y a ti nadie se suscribe.

Dile que en las columnas
del diario que ellos fabrican
pueden reclamar sin duda
jubilación para el canillita.

Pues pan para el que trabaja
y que trabajó en su vida
y que bregue por la caja
en la cámara en seguida;
y que siempre lo recuerde
que pioneros de la industria
—la industria del periodismo—
son todos los pregoneros
que como tú hacen lo mismo.

Oigan políticos,
periodistas,
que aquí hacen gordas sus vistas;
pues miren cómo ha vivido
Marimorena,
señores tan egoístas,
que nada nunca les ha pedido.

Pregón, tu pregón pregonera
de toda la prensa diaria,
Marimorena, morena
de mirada estrafalaria.
Tú haces más que las rotativas
y más que las linotipos
que cantan en los talleres.

¿Qué harían tantos obreros
si su labor no vendieras?
¿Qué harían con el tiraje
sin tu pregón solidario?
Administradores y empleados
y otros cómodos sentados?

Por dos vintenes un diario,
Marimorena,
camino de su sudario.

Tango número uno

Turbación de cuerpos adheridos,
el cadáver de una noche.
Ayer tambor,
hoy danza;
tenue langor,
alabanza.
Tambora
agitada en el solar,
sonora
tambora chás chás.
El puñal del violín
se clava en el alma del piano
Rueda de gallo,
tribu
en el ostracismo.
Ay Don Rafael de Sobremonte
¿quién los junta?
¿quién junta,
quién vio tantos negros juntos
alrededor de un tambor?
¡Ay Don Rafael de Sobremonte!
Tango
tango, tango, tango.

¿Quién junta,
quién los junta
quién junta la música y el danzón,
al hombre y la mujer
pies y pecho?

Ídolo bandoneón

¡Aleluya!

Coro redentor que clamas
desde Las Antillas
hasta el Plata
y el río como mar
exclama:
¡Aleluya!
Pueblo americano
yo soy tuya,
nací en ti
pues por ti voy
y digo así:
¡Aleluya!
Qué de gente
hay en la calle,
y no hay nadie
que silencio
guarde.
¡Aleluya!
Son muchos
los que van a trabajar
y muchos son también
los que apenas comen
y quisieran cantar:
¡Aleluya!
Piernas
para caminar yo tengo
que no se detendrán
yo voy y vengo
sin cesar.
¡Aleluya!
Yo negra,
tú blanca, mujer americana
la misma sopa
habremos de comer
durante días y semanas;
lo mismo tú, mujer
de Europa,
has de comer igual que yo
la misma sopa,
y tendrás la misma fe
y la misma ropa
y has de beber tu vino,
en igual copa.
¡Aleluya!
Qué de gente
habrá en las calles
cuando salgan a batir
los parches de los pechos
por el aire.
¡Aleluya!

Abuelito Mon

Me cabe el cañaveral
en cuatro dedos de ron.
Poco paga el yanqui ya
por este millón de cañas
que el negro sembró y cortó.
Mas no me trago este trago,
porque es trago de sudor.
Aquí el borracho es marino,
pero si se pone a andar
se ve que es de tierra el mar.
La ola suelta de un trago
aquí siempre es de huracán.
Mas si aquello va al hocico
con el instinto del cacho,
es que el ron siempre al borracho
le quema primero el pico.
Y por el pico esta vez
no es mi tufo el que echaré;
le voy a tirar al rico
desde aquí toda mi sed.
Cantando tal vez no pueda
pasar algodón de seda…
Mas como quiero cantar
bien claro, me voy a echar
todo el Caribe en un trago.
Y este viaje yo no pago
si ya el viajero es el mar.
Y mataré con mi boca
lo que con balas no mato.
Si un hombre cuerdo es barato,
que se me baje a los pies
el trago que no me achata,
que calientes de bachatas
con mis pies quiero esta vez
un idioma hablar que diga
que el ron no está en mi barriga,
que bajo este sol mulato
el ron no está en mis zapatos,
pero que también sin fiesta
si está el yanqui, se me junta
el ron en aquella punta
con la que mi potro vuela,
porque ante el yanqui borracho
se me emborracha la espuela.
Es que poco o mucho ya
me saco lo mío hoy;
me lo saco, porque el mar,
aunque se pone a golpear
puertos que de aquí no son,
siempre con mañas de ron
¡qué criollo camina el mar!
Me saco este grito hoy,
me saco este hueso ya;
¡que como en olas van rumbas
nunca estará yanqui el mar!
Pero como el negro suelta
agua – triste como yo.
Mientras el yanqui en el bar
duerme su siesta de ron.
Este trago no me trago
por ser trago de sudor.

Negro: siempre triste

Tristezas de negros
tu canto es dolor, silencio,
humildad.
No cruces los brazos;
los negros no deben cruzarlos
jamás.
Tus antepasados los cruzaron ya…
Por temor al amor, por esclavitud
negro triste olvida…
Los buques negreros, aquellas sentinas oscuras
del barco, horrores, el hambre,
azotes sufridos, olvídalo todo;
que lentamente viene, la ansiada libertad!

Yo negra soy
Porque tengo la piel negra
¡Esclava no!…
Yo nací de vientre libre.
Badagris Badagris, dictador
de la puñalada y el veneno.
Espíritu vuelto de los cañaverales
del Tafiá, Padre, del rencor
y de la ira,
negro: implora al
Legbá, Dembolá, Uedó, Avidá.
Yo negra soy,
porque tengo la piel negra.
¡Esclava no!…